25 de septiembre 2020.
Malva.
Muerdo el interior de mi mejilla y me hago a un lado en el momento en que la pelota es lanzada en mi dirección, los gritos de júbilo y las risas de mis compañeros resonando en todo el gimnasio; mis orbes desplazándose de un lado a otro intentando seguir el balón que es aventado de un colega a otro. Siendo para estos momentos en que me encuentro jadeante; los mechones de cabello que se han escapado de mi coleta improvisada adhiriéndose a mi frente como pegamento; el rojo siendo el color predominante en mi rostro debido al cansancio que me invade.
Inhalo aire y me hago a un lado en cuanto la pelota es aventada nuevamente hacia mi persona, el salto que pego amenazando con echarme de bruces contra el piso, no obstante logro mantener el equilibrio y permanecer de pie; pero para cuando quiero darme cuenta algo pesado y duro se ha estrellado contra mi rostro haciéndome caer de culo en el piso. Todos mis intentos por evitar ser golpeada fuertemente, marchándose por el desagüe. El gimnasio parece permanecer en silencio tras mi absurda caída, pero eso cambia rápidamente en cuanto suelto un gemido lastimero ante el dolor palpitante que comienza rápidamente a expandirse por mi nariz, momento para el cual mis compañeros comienzan a arremolinarse a mi alrededor tratando de ofrecerme su ayuda; las risas y burlas en el fondo de la algarabía, encendiendo aún más mis mejillas de ser posible.
— ¿Malva, te encuentras bien? —Espeta alto y fuerte el profesor de educación física, tratando de hacerse espacio entre el gentío que se ha formado a mi alrededor.
Elevo la mirada puesto que aún permanezco en el suelo y asiento en su dirección torpemente; la sensación de mareo y atontamiento sin desaparecer tras el golpe. El señor Carter niega y me observa con evidente molestia, ya que tendría que reportar a dirección lo que había sucedido en su clase. Y todos sabíamos que no le gustaban los problemas, mucho menos tener que velar por alguno de nosotros.
—Estoy bien, no se preocupe —Musito con voz nasal a la par que me incorporo lentamente; el líquido pegajoso y de olor metálico que se resbala de mis fosas nasales sin pasarme desapercibido a lo que dirijo una mano a la misma para cubrirla.
El hombre regordete frente a mi niega y suelta un bufido por lo bajo para darse media vuelta y lanzar el nombre de un chico al azar para que me lleve a la enfermería. Chasqueo la lengua y trago grueso avergonzada mientras observo a mis compañeros, quienes comienzan a dispersarse rápidamente en cuanto el profesor los manda a correr 20 vueltas por ser unos fisgones; alguno que otro estudiante soltando un bufido y una maldición por lo bajo, uno que otro lanzándome una mirada lastimera o de burla ante mi caída.
Para cuando ya han comenzando a correr por el gimnasio es cuando finalmente aparto la mirada para fijarme en la persona de pie frente a mí, quien me observa con una sonrisa petulante en el rostro, como si estuviera orgulloso de ser quien me lleva rumbo a la enfermería. Asiento en su dirección y le sonrío de boca cerrada para evitar que la sangre se cuele en mis dientes; la misma comenzando a escaparse por mis dedos.
—Vamos, te acompaño—Musita comenzando a caminar en dirección a la salida.
Internamente me trago un "No es como si tuvieras opción" y asiento aunque no pueda verme, para comenzar a seguirlo. En el pasillo cruzándonos con uno que otro estudiante, quienes no escatiman en lanzarnos una mirada curiosa; no obstante me hago la de la vista gorda y permanezco avanzando con la mirada sobre mis zapatos, obviando las miradas fisgonas que amenazan con hostigarme.
Para estos momentos estoy agotada, mi cuerpo pesa y mi cabeza duele; las noches en vela un tormento constante que no hace más que agobiarme. Había sido una semana dura, las criticas, aunado a los rumores y las disparatadas teorías que parecían afianzarse con más ahínco en mi cabeza, siendo un factor de peso que parece desequilibrarme más rápido de lo que me gustaría admitir. Y es increíble como de niños queremos crecer para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos; los sueños y metas por alcanzar, elevándose por una ancha carretera que nos incita a correr por ella. No obstante son solo sueños, porque cuando lo hacemos, lo único que queremos es desaparecer y no volver a pensar en nada.
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La Clave: Lazos de Sangre.
FantasyEl pueblo de Forest oculta muchas cosas, desde oscuros secretos hasta mentiras sobre la creación del mismo, siendo pocas las personas que conocen la verdad sobre el puente que aparece y desaparece mágicamente en el corazón del bosque, más específica...