Capítulo 11 ° Treinta segundos para marchar °

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27 de Septiembre 2020.

Malva.

   CRACK. Se quiebran las ramas bajo mis pies ante cada paso que doy, la brisa helada calando en mi piel y haciéndose oír en el crujido que emiten las extensiones floreadas de los arboles al ser azotadas unas con otras a la par que mi cabello revolotea en una ventisca que de vez en cuando golpea mi cara en pequeñas hebras que obstaculizan mi vista por segundos en un frío de muerte que amenaza en congelar mis extremidades y el moquear de mi nariz en estalactitas; el que tropiece cada dos por tres con una que otra piedra provocando una mirada afilada por parte de mi acompañante cada vez que esto sucede puesto que la primera vez que resbale me lo lleve conmigo al suelo, por lo que se había visto poniendo distancia entre los dos hasta situarse 6 pasos por delante en el área boscosa que desde un principio nos devoraba en penumbras, no obstante lo que supongo han sido horas de caminata han ido dando paso al alba que parece asomar lentamente en el norte iluminando el cielo sobre nuestras cabezas en un candente celeste que promete incesantes horas de calor hasta la caída del sol.

   CRACK, sisean nuevamente las ramas al ser aplastadas por mis ya lentos pasos, el cansancio iniciando su camino pausado en mi sistema aunado al palpitante dolor en la tibia derecha que desde la noche no había querido darme tregua alguna, todo esto transformándose en un tedioso dolor de cabeza que comienza a incrementarse para situarse en la parte posterior de mi cabeza en un repitequeo constante de malestar. Siendo así y en resumidas palabras que comienzo a pensar que esto ha sido una mala idea.

   Suelto un suspiro que me sale tembloroso y alzo la vista a las torres en forma piramidal que se extienden a unos pocos kilómetros por delante de nuestra posición, dos en total siendo las que avisto en la lejanía, el resplandor que se refleja de manera casi imposible sobre su superficie de cemento lastimando mis ojos en cuestión de segundos lo que me lleva a apartar la vista de manera rápida hasta fijarla en la espalda del pelinegro frente a mí y del que no había obtenido más que escuetas respuestas; no obstante a pesar de que aún lo taladro con la mirada en silencio le agradezco el sorbo de agua que me brindo nada más despertar, puesto que restableció mis energías un 20% pero no calmo la sed inquebrantable que me atenaza desde el anochecer. El posible ahogamiento siendo el causante de esta.

   Me veo inhalando hondo para cuando mi acompañante adelanta el paso una vez más, el sólo pensamiento de tener que mantener su ritmo pareciendo fortalecer mi cojera en cuestión de segundos, a lo que con los dientes fuertemente apretados y con gemidos bajos a causa de los pinchazos que envía mi sistema nervioso al área afectada, lo imito. Y aunque mis ojos arden producto de las lentillas y la falta de agua humectante en las mismas me obligo a volver la mirada al frente de nuevo a las torres, mis pensamientos en rumbo a la escaza información sobre estas dada por Uriel minutos antes. De manera que la única información que poseo y me mantiene vagamente cuerda para no perder la cabeza en esta figurada travesía es el hecho de que cuando menciona los puntos de control circundantes a la Maledicta Terra se refiere a la Vrotza, y lo que en cuanto a su explicación se trata de un punto militarizado y salvaguardado por la Guardia de la noche, custodiantes de los límites entre las dos tierras de las que desconozco el nombre de una, pero supongo ha de ser a la que nos dirigimos y la cuál protegen cuatro puntos de control, siendo los que vamos a atravesar la mitad de ellos: El punto y Gottasadae . En donde según el pelinegro solo verdaderos soldados ejercen, lo que me lleva a formular ¿De qué se protegen? y ¿Qué respaldan con tanto ahincó? No obstante por más que pregunte no recibí más que una mala mirada y un silencio fragoso que me llevo a cerrar la boca en cuestión de minutos.

    Sé que por obvias razones no nos encontramos en Forest, no cuando el sol asciende por el lado equivocado, mucho menos ante el brillo anómalo que refulge sobre cualquier cosa que observo, los lamentos y sombras que avisto en los lugares que aún no han sido tocados por los refulgentes rayos del satélite sobre nuestras cabezas sumándose al paquete; la poca información del punto de control Vrotza, aunado a que no me diga el lugar al que vamos y parezca guardarse esa información con suma desconfianza me molesta, confirmando mis ya asentadas sospechas. No nos encontramos en el pueblo y no estamos siquiera cerca de estarlo. Por lo tanto la falta de discernimiento me está matando, porque nunca había dudado tanto de mi misma como ahora y odio darle el poder sobre este tipo de cosas.

La Clave: Lazos de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora