Emma

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Papá está llamando de nuevo. Ya van siete llamadas seguidas en menos de cinco minutos. Y van siete veces que le cuelgo; ni siquiera dejo que suene el tono por más de dos segundos. Cuando va por la octava llamada, apago el teléfono.

La idea de venir a estudiar música era poder salir de mi casa de una vez por todas, y el camino se me iluminó cuando tuve la oportunidad de vivir en el campus mientras que estudiaba. Así podría librarme de papá de una vez por todas.

— ¿Irás al partido de esta noche? —Me pregunta Vee, sentada en su cama. Cruzo la habitación hasta su lado y me siento junto a ella.

—Dame una razón suficiente como para que desperdicie tiempo sentada noventa minutos, viendo un partido.

—Eso es simple: Shawn Mendes —ella me sonríe de lado, levantando las cejas repetidas veces.

—No eres graciosa.

Me tumbo boca arriba en la cama dando un suspiro. Tengo que aceptar que la imagen se Shawn sonriéndome no ha salido de mi cabeza durante toda la semana, y eso que no lo he vuelto a ver desde esa vez. Sin que me dé cuenta una sonrisa se desliza lentamente por mis labios. Ya estoy viéndome como tonta otra vez.

— ¿Y entonces? ¿Vas?

—Si termino el ensayo de la profesora Martínez, entonces tal vez... sólo tal vez, vaya.

—Bueno, tomaré eso como un sí —ella ríe—, estaré con Clayton en su entrenamiento antes del partido. Me llamas cuando estés allí y nos encontramos, ¿está bien?

—Mhm...

Ella sale disparada de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. No sabía que podía estar en los entrenamientos del equipo, para ser honesta, pero definitivamente no iba a meterme en sus asuntos. Me quedo acostada en la cama de Vee todavía, hasta que el tono de llamada que le puse a papá, suena de nuevo. Él no va a dejar de molestar hasta que le conteste.

— ¿Hola? —Hablo de mala manera; que se dé cuenta que no quiero hablar con él.

— ¿Se puede saber por qué no contestabas tu teléfono, niña? ¿Entonces para que tienes esa basura? —Ahí viene otra vez...

—Hola, papá.

—La próxima vez que te llame me contestas en el primer timbre, ¿me entiendes?

—Sí.

— ¿Sí, qué?

—Sí señor —pongo los ojos en blanco. La principal razón por la que me fui de casa fue esta.

—Bien... ¿Te está yendo bien en la universidad? ¿Cómo van tus notas? —Pregunta. Pero lo hace por educación, o quizá porque junto a él está el tío Aiden y lo obligó a que me llamara; siempre pasa lo mismo.

—Bien, pero no es que te importe, de todas maneras —suspiro de mala gana—. Sabes cuántos años tengo, ¿no? No soy niña. Y yo misma me estoy pagando los estudios, así que...

—Emma... —dice en tono de advertencia. Ya he escuchado ese tono tantas veces, que ya sé lo que está pensando.

— ¿O acaso el tío Aiden está contigo y te obligó a llamarme? —Lo escucho suspirar al otro lado de la línea.

—Pues sí, está aquí conmigo —admite—. Y recuerda que todavía soy tu padre, no me hables de...

—Dejaste de ser mi padre desde hace mucho tiempo.

—Emma, suficiente, voy a...

Antes de que termine de hablar un ruido sordo se escucha al otro lado. Intuyo que el tío Aiden le quita el teléfono a papá y él no quiere dárselo. Hay palabrotas y gritos hasta que después se hace el silencio. Cuando pienso que sin culpa ha colgado, la voz del tío Aiden se hace escuchar. Suspira agitado, pero trata de disimularlo cuando me habla.

— ¿Hola? ¿Emma?

—Hola, tío Aiden.

—Oh, cariño, se siente tan bien escuchar tu voz de nuevo —dice, volviendo a suspirar, y me hace sonreír—. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, tío, las cosas no pueden ir mejor. ¿Cómo está la tía Becky?

—Me parece muy bien, nena. Tu tía está bien, ya va por el sexto mes —dice emocionado, y puedo jurar que está sonriendo en este momento—. Tienes que prometerme que vas venir cuando nazca el bebé.

—Haré lo posible, lo prometo —Miro instintivamente el reloj de la pared junto a un cuadro de pintura y hago una mueca. Debo estar en el salón 32 en cinco minutos—. Tío Aiden, tengo que irme, tengo clase en unos minutos.

—Está bien, cariño. Te llamaré otro día, ¿está bien?

—Claro que sí.

—Saludos a tu compañera, no recuerdo su nombre, pero mándale saludos —yo me río.

—Está bien. Saludos a la tía Becky y a Brenda también.

—Vale —hay un silencio—. Tu papá manda saludos también, Em.

—Bien... Hablaremos después, tío Aiden. Te quiero.

—Yo también te quiero; adiós Em.



Cuando cuelgo tomo mi bolso y salgo corriendo de la habitación. Los pasillos están vacíos, por lo que es mucho más fácil para mí. Pero cuando llego al salón, una melodía se escucha rompiendo el silencio. El sonido de una guitarra me atrapa y de repente ya no quiero entrar al salón de clases sólo para quedarme aquí afuera a escucharla.

Instintivamente doy dos pasos hacia atrás y me acerco al salón de al lado. Asomo mi cabeza por la ventanita de vidrio de la puerta y lo único que veo es un montón de instrumentos y a un chico de espaldas tocando la guitarra. Me quedo como una tonta observando a través del vidrio que ni siquiera me doy cuenta de que ya voy diez minutos tarde a clase. Miro el reloj en mi muñeca y hago una mueca de disgusto.

Pero entonces cuando vuelvo a subir la mirada para seguir viendo/escuchando al chico con la guitarra, ya no hay nadie.


Debajo de las rocas ; Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora