Emma

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— ¿De qué te ríes?

—Nada, es sólo que eso fue tan romántico y tan extraño al mismo tiempo que...

—No fue romántico —la interrumpo, rodando los ojos—. Eres una exagerada.

—Como sea. Yo que tú, dejo ese libro y lo miro jugar.

Cruzo las piernas y me siento como indio para mirar el libro en mi regazo. Dejo la marca páginas en su lugar y cierro el libro para mirar al frente. Del bolsillo de mi gran sudadera saco mi iPod y mis audífonos para colocármelos en los oídos. Me doy palmadas en la espalda mentalmente por traerlos siempre conmigo a donde quiera que vaya. Los chicos están divididos en dos equipos, por colores. El azul y el negro. Clayton está dentro del equipo de color azul y Shawn está en el equipo de color negro.

—Le voy al azul —advierte ella mirando a Clayton con una sonrisa bobalicona.

—Oh, eso sí es cursi —le digo y trato de concentrarme en la cancha, en donde los chicos comienzan a jugar. No puedo evitar estremecerme cuando el entrenador Morris hace sonar su silbato cada dos por tres; el fastidioso ruido me hace querer arrancarme los oídos.

— ¡Penalti, a favor del azul! —Grita y hace sonar el silbato de nuevo. Vee chilla y se levanta para comenzar a dar pequeños saltos en su lugar y aplaudir.

— Clayton será quien va a cobrarlo —me dice—. ¡Vamos, Clayton! ¡Puedes hacer esto! ¡Uhhhh! —Me río de ella por la manera en la que lo alienta. Cuando Clayton voltea a verla, le sonríe y le guiña un ojo, a lo que ella responde con un beso en el aire. Oh por Dios.

—Qué asco ustedes —digo en una mueca, y luego poso mis ojos en Shawn, a quien lo encuentro mirándome con una sonrisa divertida. Ni siquiera puedo evitar sonrojarme.

—Y dices que odias las cursilerías y blah, blah, blah —se burla—. Vamos, que lo que acaba de pasar contigo y Shawn viene recién salido de una película de amor para adolescentes.

—Si sigues hablando así juro que voy a irme. Debería estar en la biblioteca recogiendo los nuevos libros.

—Ni siquiera has acabado ese —señala el libro en mis piernas.

—Sólo cállate y sigue mirando.


El juego tarda aproximadamente una hora. Sí, llevo una hora sentada en la gradería del campus con Vee viendo a los chicos de la liga de la universidad jugar. No es que sea una fanática de este deporte. Estoy aquí nada más por mi amada amiga Vee. Ya han sido tres veces los momentos en los que le he dicho que nos vayamos, pero ella se niega. El juego está a punto de terminar y el equipo de color azul debe cobrar un penalti. Me quito uno de los auriculares.

Y como tengo bastante suerte en esta vida, inserte sarcasmo aquí, Shawn se coloca frente a la portería para cobrar el penal.

—Si te mira antes de patear el balón es porque el gol será para ti —dice ella, cerrando los ojos y cambiando su voz haciéndola aguda e insoportable. Y yo, por sexta vez en dos horas, pongo los ojos en blanco, otra vez.

No tengo tiempo para responderle algo porque apenas miro a Shawn, él me mira también. Me sonríe. Me guiña un ojo. Y luego patea el balón. ¿Y adivinen qué? Shawn hace el gol. El entrenador Morris hace sonar su silbato de nuevo y el juego por fin se termina. Volteo a ver a Vee y suelto una carcajada al verla con los ojos y la boca abierta.

— ¿De qué te ríes, acaso? ¡Eso fue para ti, Em! —De inmediato dejo de reírme y la miro seria, no sin antes sentir que mis mejillas se calientan.

— ¿Qué?

— ¿Te haces la ciega o qué? ¡Por algo tienes lentes, mujer!

— ¡No me estoy haciendo la ciega! —Suspiro para luego sonreír como tonta—. Por Dios, ¿viste cómo me sonrió?

Ella se ríe y asiente con la cabeza.

—Podemos irnos, esto resultó mejor de lo que imaginaba.

Tomo mi libro y camino al lado de Vee por el campus luego de bajar las escaleras. Pero antes de llegar a la puerta se detiene abruptamente y me hace detener también. Me quito ambos auriculares, enfadada.

— ¡¿Qué te pasa, Vee?! Casi haces que mi iPod llegue al piso y se...


—¡Hola, Emma!





Debajo de las rocas ; Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora