Emma

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Las fiestas me gustan. No tengo por qué negarlo: me gustan las fiestas, me gusta bailar, y por qué no, me gusta tomarme algo. Pero también me gusta quedarme en casa, ver películas o leer un libro. Pero hoy no estoy de humor para quedarme en casa, por lo que cuando termina el partido por fin, acepto de inmediato la invitación de Clayton y Vee a ir a celebrar la victoria. La fiesta se lleva a cabo fuera del campus, porque aquí dentro están prohibidas, así que tomamos un taxi hasta el lugar.

—Es la casa de Taylor —menciona Clayton, rompiendo el silencio—. Vive solo, y como tiene dinero y auto, entonces no tiene problema en vivir por fuera.

—Pero él no es parte del equipo —agrega Vee—. Es buen amigo de todos los del equipo y siempre presta su casa para fiestas.

—Entiendo...

El taxi se detiene dentro de una urbanización que luce costosa, exactamente frente a una casa que tiene el tamaño de una maldita mini-mansión. Mi boca de deja de estar abierta desde que nos bajamos; esto es inmenso.

— ¿Lista? —pregunta Vee, cuando los tres estamos frente a la casa.

—Eso creo —sonrío con incomodidad—. ¿Estoy bien vestida?

Miro mi atuendo: una blusa simple color blanco y un pantalón negro pegado a mis piernas; me reusé a ponerme tacones, así que sólo me traje unas sandalias sin nada de tacón. Pero no soy nada comparada al lado de Vee y su vestido rojo por debajo de los muslos y sus tacones de aguja negros. Típico de Vee.

—Por supuesto que sí. Vamos adentro.


La casa no está repleta de gente como me lo había imaginado. Reconozco a los chicos del equipo y a unos cuantos con los que comparto clases. La música está a todo dar y no hay una persona que no tenga alcohol en sus manos; excepto nosotros, claro.

Vee me toma del brazo cuando uno de los chicos se acerca a nosotros.

—Él es Taylor —la escucho susurrar, para después verla sonreír.

—Hola, chicos —Taylor saluda a Clayton con ese saludo de machos alfa y le da un beso en la mejilla a Vee. Me mira y me sonríe; le devuelvo la sonrisa y él me besa la mejilla también—. ¿Todo bien? ¿Quieren algo de beber? Todo está en la cocina, pueden tomar lo que quieran.

—Gracias, Tay —Vee sonríe.

—Siéntanse como en casa, chicos —sonríe por última vez y se va.

Bueno, él dijo siéntanse como en casa.


Me suelto del agarre de Vee y le digo que iré por algo de tomar. Camino hasta la cocina y abro el refrigerador. Saco una cerveza y del mesón tomo un paquete de frituras. Me recuesto de frente contra el mostrador y le doy un sorbo a mi bebida. Será divertido ver cómo todos estos adolescentes se emborrachan y hacen el ridículo. Me termino las frituras en menos de nada, así que voy por otro paquete.

— ¿Tienes hambre? —Escucho la voz de Shawn a mi lado y todo mi cuerpo se pone en alerta. Me volteo para mirarlo de frente y lo encuentro sonriéndome con una ceja levantada—. Digo, porque ya vas por el segundo paquete.

—Pues sí, tengo mucha hambre —vuelvo a beber de mi cerveza.

—Bien, pero deberías comer otra cosa, las frituras no van a llenarte.

—Yo tengo hambre de frituras.

Quizá es lo más estúpido que dije en toda mi vida.

Y lo compruebo cuando él se ríe a carcajadas. No puedo hacer nada, excepto reírme con él.

— ¿Cómo has estado? —Le pregunto. No he hablado con él desde el día del entrenamiento, hace como una semana.

—Bueno, estoy mucho mejor ahora —sonríe y no sé porqué me sonrojo—. ¿Qué tal tú?

—Todo bien, creo...

Asiente con la cabeza y después de terminarme la cerveza y dejarla a un lado, destapo el paquete de frituras. Me llevo algunas a la boca y le ofrezco a Shawn. Él me agradece con una sonrisa y me arrebata el paquete. Toma algunas frituras y se queda masticándolas, pero no me devuelve el paquete.

— ¿Y bien? ¿Están ricas? —Bromeo, y él se ríe.

—De hecho sí, están deliciosas.

—Lo sé, ahora dámelas —extiendo mi mano para que me entregue el paquete y él niega con la cabeza, todavía riendo—. ¿De qué estás hablando? Dámelas.

Lanzo mi brazo para atrapar las frituras de sus manos, pero rápidamente él las echa para atrás. Es divertido, porque a su lado yo soy una completa enana y un escuincle.

—Oye, tengo hambre, dámelas.

Parpadeo una vez y él está más cerca de mí. No retrocedo, no sé porqué, por lo que él se sigue acercando sonriendo.

— ¿De verdad las quieres? —pregunta. Yo asiento con la cabeza, porque es verdad; tengo hambre—. Bien, entonces tómalas.

Pero no me entrega el paquete. A su vez, saca un puñado de frituras y se las lleva a la boca, pero no las traga. Las deja ahí; mitad por fuera y la otra mitad dentro. Luego, acerca su rostro al mío, de modo que yo sólo tengo que acercarme a quitárselas.


Estoy nerviosa, aunque no lo parezca. Él está coqueteando conmigo, de nuevo, y aunque me gusta que lo haga, no sé cómo responderle. Nunca, en mis dieciocho años de vida, le coqueteé a alguien.

Hasta hoy.

Me armo de valor inexistente y acerco mi rostro al suyo. Él luce sorprendido, porque sus ojos se abren y quiere sonreír. De todas formas, yo también estoy sorprendida de mí misma. Esto es un logro grande.

Nuestros rostros se acercan cada vez más, pero antes de que mi boca tome las frituras, me alejo y mi brazo sale rápido a tomar el paquete de sus manos, arrebatándoselo. Me río de su expresión, porque aunque sigue sorprendido, ahora está desorientado.

—Gracias por las frituras, Mendes —sonrío, guiñándole un ojo. Saco otra cerveza del refrigerador y salgo de la cocina.

Cuando estoy segura de que ya no me ve, entonces respiro con tranquilidad y suelto la bocanada de aire que no sabía que había estado reteniendo.


Oh por Dios, ¡Acabo de coquetearle a Shawn!


Debajo de las rocas ; Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora