Shawn.

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Ni siquiera me doy cuenta de la hora hasta que veo que el cielo cada vez está más oscuro. Miro el reloj de mi muñeca y mis ojos se abren de la sorpresa al ver que son casi las seis de la tarde. El tiempo con Emma se pasa volando, ni siquiera estoy pendiente de qué hora es cada vez que estoy con ella. Simplemente es porque no deseo nunca que acabe ese momento.

La tomo de la mano y ella deja de ver su helado en la otra mano para verme a mí. Sus labios están sucios de helado de chocolate.

— Tenemos que irnos.

— ¿A dónde? —me pregunta ella, juntando las cejas y dándole un lengüetazo a su helado, manchándose los labios de nuevo.

—A la cita.

—Pensé que ya estábamos en la cita.

—No, te dije que era una pre-cita. Hemos terminado la pre-cita y ahora tenemos que ir a la cita oficial —comienzo a caminar, todavía de la mano de Emma, y ella camina junto a mí. Salimos de la heladería y nos encaminamos a la carretera, dispuestos a tomar un taxi, a pesar de que el tráfico a esta hora es algo imposible.

—Esto me está confundiendo... —dice. Volteo a verla y ella me mira con misterio, como si intentara descifrar a dónde vamos ahora. Sonrío, porque se ve adorable así, sobre todo cuando tiene el rostro untado de helado de chocolate—. ¿Qué tengo que me ves tanto?

—Te untaste de helado —le digo. Ella me abre los ojos con sorpresa y preocupación y me suelta de la mano para llevarla al rostro y tocárselo por partes.

— ¿En dónde? Por Dios, qué vergüenza...

—Está bien...

—Pensé que ibas a limpiarme con un beso —me dice cuando se da cuenta de dónde está untada. La volteo y le sonrío de lado.

—Si quieres que te bese sólo pídemelo.

—Eres un idiota —me dice, entre risas. No puedo dejar de sonreír. Me toma un tiempo conseguir un taxi pero al final nos subimos en uno. Le doy una dirección al taxista, esperando a que Emma no sepa realmente a dónde es que nos dirigimos, pero ella está tan concentrada en terminar su helado mirando hacia la ventana que no escucha nada. Parece una niña pequeña.

El trayecto hasta el lugar no es muy lejos, pero el tiempo se me acaba. Son las seis y cuarenta y se supone que debíamos llegar a las seis y cuarto. Al bajarnos del taxi, Emma ya ha terminado con su helado, por lo que ahora centra su atención al imponente edificio frente a nosotros. Sus ojos se abren de la sorpresa y suelta un grito ahogado, llevándose las manos a la boca. Y eso que hasta ahora estamos al otro lado de la carretera.

—Sorpresa...

—Tú... no lo hiciste, Dios.

—No soy Dios, pero sí lo hice —me burlo—. ¿Te gusta?

— ¿Qué si me gusta? Maldita sea, ¿me trajiste a un concierto de mi banda favorita y me preguntas si me gusta? ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Tomaré eso como un sí —le digo entre risas. Le extiendo mi mano y ella todavía sorprendida la toma. Cruzamos la carretera hacia el otro lado y cuando estamos frente a uno de los hombres de seguridad saco los boletos de mi bolsillo trasero de mi pantalón.

—Disfruten el concierto —me dice, volviéndome a entregar los boletos después de romper una parte. Tomo de la mano a Emma sin que pueda rechistar y ambos caminamos hacia adentro. Ella mira hacia arriba, a todos los lados, asombrada, murmurando cosas graciosas sobre cómo este ha sido la única cita más genial de su vida. Los murmullos de la gente se escuchan alto y todo está casi oscuro, pues el concierto está casi a punto de comenzar.

Debajo de las rocas ; Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora