Han pasado dos años y aún es difícil olvidarte.
Sigo esperando tu señal. Que mal estoy haciendo. Sigo teniendo fe, y sigo sabiendo que no regresaras.
Podrías por favor darme una señal.
Me estoy volviendo loco.
Hoy fui a visitarte.
Te imagine café, con huecos por todos lados y gusanos saliendo de tus ojos. La imagen me persigue aun, y sé que esta noche tendré una pesadilla con eso. Tratare de no dormir.
Tu hermano vino a visitarme, al parecer se siente culpable por mi sufrimiento. Me lo ha dicho.
Trajo tus guantes. Los que llevabas puesto ese día.
Me siguió hablando pero no lo escuchaba. Los mantuve en mis manos todo ese tiempo.
Luego se fue y dijo que lo sentía. Pude ver culpa en sus ojos.
El único culpable soy yo. ¿Cómo no pude darme cuenta de lo que te pasaba? Eras mi amigo, mi mejor amigo. Aun quisiera saber qué fue lo que te hizo saltar.
Dormí con tus guantes toda la noche, los sostuve en mis manos. Los sujete con tanta fuerza que mis dedos dolían.
Es lo único que me queda de ti, los guantes, tu recuerdo y esa desesperación combinada con confusión, al encontrar ese papel en tus guantes, ese diminuto escrito con tan solo una palabra. Que hizo que el pinchazo de fe volviera a aparecer y hacerse doloroso. Una palabra que congelo todo.
Perdóname.
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No era un adiós.
Hayran KurguIncluso si tu llamaras 2 años después a las 3:00 am. Yo respondería.