-Lola... vamos, cariño. Sígueme.
+Espera... por favor... ¡Mamá!
—Me desperté de repente sudando—
Dios mío, otra vez esa pesadilla. Nunca puedo alcanzarla, es horrible.
Respiré profundo, y miré el reloj. Las 7:05, a las 7:30 tenía que estar en pie, hoy tocaba día de instituto.Miré al techo, que por cierto, le hacía falta una mano de pintura.
Hoy me tocaba soportar a los imbéciles de mi clase, menos mal que tenía a mi querida amiga Ángela.
Ella era de otro curso, pero siempre hemos encajado bastante bien.
Tenemos casi los mismos gustos, somos casi gemelas.
Si no fuera por ella, el instituto sería aún más infierno.Volví a mirar el reloj, las 7:28, decidí levantarme.
Me asomé a la habitación de mi padre, pero ya no estaba.Fui al baño. Vaya espanto de cara, me la lavé. Me metí a la ducha con toda la pereza de mi vida. No sé ni como fui capaz de lavarme el pelo.
Al salir, me resvalé con el suelo mojado, vaya hostia. Me levanté como pude, y me sequé.Después de intentar peinar mi melena digna de un león, fui a vestirme.
La primera sudadera que vi, con mis vaqueros de siempre, bastante usados, y unas deportivas blancas, que adoraba, sin ninguna razón.Bajé a la cocina, hoy tocaba cereales con leche. Me senté en el sofá, puse la tele, y empecé a desayunar. Miré la hora en el móvil, las 7:50, aún tengo tiempo, las clases no empiezan hasta las 8:20.
De repente, un mensaje, vaya, era de Dani. Lo miré un poco nerviosa...-Hola Lola, perdona por no haberte avisado antes, estuve bastante ocupado. No te preocupes por lo del otro día, está todo olvidado, ¿vale? Un beso.
Ese mensaje me dejó un poco angustiada. La verdad que le notaba un poco seco en sus palabras. Decidí contestarle más tarde, ya que a esas horas de la mañana, mi cerebro aún no estaba en funcionamiento completo.
Me quedé embobada como de costumbre mirando la cuchara de los cereales, mientras escuchaba las noticias, aunque decidí cambiar de canal. Anda mira, Doraemon. Miré el reloj de reojo, tenía que salir pitando de casa, me había quedado medio adormilada en el sofá.
Lavé el plato y la cuchara de los cereales, cogí mi mochila, y salí decidida a la calle.
La ciudad estaba tan viva, la gente como siempre, con prisa, perdiendo el bus, llegando tarde a los sitios. Los atascos, el sonido de los coches. Ese sonido eterno a ciudad, me hacía pensar, todos necesitábamos un descanso de vez en cuando. De momento mi único descanso eran mis cascos en mis oídos. La música me transportaba a otra parte, tanto, que a veces mi imaginación volaba.
Llegué a la puerta de mi querido instituto, una sonrisa enorme inundó mi cara.
+¡Ángela! -grité como una loca-
-¡Lolaaaaaa! -Sonreímos las dos-
Nos dimos un abrazo, que debo decir, que me sentó estupendamente. Eran uno de esos abrazos tan cálidos, esos que te transmiten tranquilidad. Lo necesitaba demasiado.
-¿Qué estás escuchando? -Me quitó uno de los cascos, y se los puso en su oído- ¡Oh, vaya! Adele, Million years ago, me encanta. Buen gusto que tienes, querida amiga. -Se empieza a reír como una loca-
+Estás como una puta cabra. -Sonreí-
Sonó el timbre, y entramos. Ángela tenía dos años menos que yo, por lo cual, cada una iba por su lado.
+Luego nos vemos, te espero donde siempre. -Y me contestó con una de sus sonrisas-
Entré a clase, y como no, ahí estaba Alicia y sus queridas amigas. Siempre me miraban con desprecio, como si mi presencia les molestara, aunque eso la verdad, no me importaba mucho.
-Hola Lola, ¿qué tal tu finde? ¿mucha fiesta? -Me dijo Alicia con desprecio, y con una sonrisa de malicia en la cara-
+Pues mira, mi fin de semana perfecto, ¿y tú qué tal, Alicia? ¿Muchas enfermedades de transmisión sexual?
-Le miré desafiante--Serás zorra... -Susurró-
Me limité a pasar por delante de ella y sus amiguitas, y me senté en mi sitio. No valía la pena perder el tiempo con tanta zorra suelta.
Las clases comenzaron, y la verdad que ese día se me estaban haciendo eternas, la hora del descanso parecía que no iba a llegar nunca. Pero al fin, llegó.
Bajé a la cafetería, que es donde siempre quedaba con Ángela, ya que, ella solía comprar siempre algún bocata de ahí, no sé como podía comerse tal asquerosidad.
-Putita. -Escuché una voz queriendo parecer sensual-
+Ángela cariño, no eres sexy, olvídalo.
-Vaya, pensaba que te iban esas cosas. Espérame fuera, que voy a comprar, ahora salgo.
Salí un rato, y me senté en uno de los bancos, me saqué una manzana de mi mochila, y un zumo.
Observé a la jungla, como yo les llamaba. Esos jóvenes adolescentes, con las hormonas aceleradas, fumando detrás del edificio, como si de un pecado se tratase. Pensé que yo era muy diferente a ellos, y no sé si eso era bueno o malo. Supongo que para ellos era malo, por eso no me aceptaban mucho, aunque la verdad, aceptar a una chica depresiva, no era muy normal. Ángela interrumpió mis pensamientos.
-¿En qué piensas Lola? Siempre estás en los mundos de yupi. -Se ríe-
+En nada, solo tonterías. ¿Qué tal tu fin de semana?
-Muy bien, estuve en la sierra con mis padres, en realidad, me he aburrido muchísimo. Te echaba de menos.
+Yo también a ti, he tenido un fin de semana bastante raro.
-Cuenta, cuenta...
Le conté todo, mi intento de suicidio, el chico misterio llamado Marcos, lo de Dani...
-Joder Lola, deberías de haberme llamado. ¿Todavía te siguen dando esos ataques?
+Ya ves que si, aunque parece que van a menos...
-Si fueran a menos, no hubieras intentado eso, deberías de ir otra vez al psicólogo este que tenías.
+Me parece una pérdida de tiempo Ángela, de verdad. Además, no quiero preocupar más a mi padre, bastante tiene con lo suyo...
-Bueno, yo podría acompañarte si no puedes ir sola, sabes que lo haría. Tu padre no tiene por qúe enterarse de momento.
+Muchas gracias, no sé que haría sin ti, de verdad. Pues esta semana, o la siguiente, vamos, te lo prometo. -sonreí un poco forzada-
Volvimos a clase al escuchar el timbre.
Al acabar las clases, Ángela me acompañó a casa. Nos quedamos un rato más hablando.
Entré a casa, mi padre aún seguía trabajando. Miré el móvil, y contesté a Dani.
Simplemente le dije, que cuando pudiera, me llamara. Prefería hablar el tema en voz, o en persona, que por un chat frío.
Me tumbé en el sofá, y me vino Marcos a la cabeza. Esos ojos verdes... -pensé-
Me quedé dormida...
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El desafío de Lola.
Genç KurguLola, una humilde chica de 18 años nacida en Madrid. Marcada por la muerte de su madre, ataques de ansiedad y depresiones amenazan con su vida en varias ocasiones. Pero la vida de Lola está apunto de cambiar... Un torbellino de pasión, amor, tristez...