Llevo una vez más las pálidas manos al costado derecho de su cuello en donde la sangre no de dejaba de salir y se deslizaba entre sus dedos. El dolor se extendía como llamas de fuego haciéndole hervir el cuerpo dándole la sensación que se estaba quemando obligándola a gritar.
Un dolor agudo se concentro en su vientre haciéndole perder los sentidos, su visión se volvió solo un paisaje borroso y los sonidos en murmullos aterradores. Grito con todas sus fuerzas suplicando porque aquello se detuviera de una buena vez, enterrando las uñas en la tierra gimió hasta sentir que la garganta le sangraba.
¡Por Dios, dolía! Era como estar siendo desgarrada desde adentro; lloriqueo un poco más hasta que de pronto como si nunca hubiese estado allí el fuego ceso.
Se quedo acurrucada en el suelo, sin moverse, intentando recomponerse un poco.
Estaba por oscurecer el tono grisáceo del cielo indicaba que una noche más se acercaba, y con ella en la oscuridad, las criaturas salidas del infierno, aquellas criaturas que siempre negó su existencia saldrían a la luz.
¡Cuán ingenua había sido! Los demonios con cara de ángel si existían.
Ahogo un grito al escuchar el trote de caballos acercándose al lugar del accidente, su cuerpo tembló con puro pavor la voz de ese hombre que gritaba su nombre.
“no, no, no, no, por favor”
El pánico se apodero de ella haciéndola perder el control. Cálmate, le susurro una voz en su cabeza. Ella siempre había sido buena para hurgar planes con facilidad, esta vez no sería la excepción.
Se acomodo el vestido con rapidez al escuchar a los caballos más cerca; se apoyo en una de las paredes del carruaje volcado ayudándose a poner en pie. Movió un pie y luego el otro cayendo inevitablemente de cara al suelo, no teniendo más opción enterró las uñas en la tierra arrastrándose para alejarse del lugar lo más rápido posible.
Sintió la garganta arder una vez más por la incontenible sed, trato de llevarse la zurda a la garganta con sus huesos picando uno contra otro impidiendo la acción. La respiración se le acelero, el corazón latiéndole tan rápido que en cualquier momento podía sufrir un paro cardiaco, y ella lo esperaba con ansias.
El correr de la sangre tronándole en los oídos, los discordantes y frenéticos latidos del corazón sacudiéndole el pecho la hizo sentir feliz.
Un tick tick más del corazón y este se detuvo.