Estableciendo reglas

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Ian tenía contra el piso al amante de la pelinegra. Lo tenía sujeto por el cuello mientras le dedicaba una mirada amenazante, que él estaba seguro de que si trajera pantalones puestos ya los habría mojado.

—Vuelves a tocarla—siseo con los dientes apretados—y es lo último que harás

Golpeo la cabeza de Andrew contra el piso color arena antes de ponerse en pie dedicándole una mirada sulfurante a la muchacha.

Jodelle estaba replegada contra la pared, por lo enfadado que estaba no se dio cuenta en que momento en donde él estaba rompiéndole la nariz al imbécil, ella se había escabullido y mucho menos cuando se había puesto el absurdo pedazo de tela que ella llamaba camisón.

¡Por favor, una toalla cubría más que eso!

Esa cosa apenas y le cubría el trasero, y la tela transparente no hacía nada para ocultar sus curvas. Desde esa distancia él podía ver con claridad los pequeños capullos de rosa que coronaban sus senos, redondos, suaves y firmes. Sus manos picaron por el recuerdo de haber tocado esas bondades.

Avanzo hacia ellas con grandes zancadas, sin perder ningún detalle de sus movimientos. La tomo de la muñeca antes de que pudiera escapar.

—¡Suéltame!—exigió ella retorciéndose—

—¡no!

—Te digo que me sueltes—volvió a exigir sin tener éxito—no tienes ningún derecho

Ian cerro los ojos apretando los puños, conteniendo las ganas de golpearla—cosa que no haría—cuando intento agacharse para revisar a Andrew, que ahora tenía la nariz y boca rotos y posiblemente algunos dientes menos.

—¡Camina!—gruño jalándola

Jodelle anclo los pies al piso, negándose a ser arrastrada y maltratada como si fuera cualquier niña dejada.

Ian rechino los dientes ante su negativa de moverse, y así sin verlo venir o darle tiempo, la cargo sobre su hombro como si fuera un saco de papas; sinceramente no tenía las ganas ni la paciencia suficiente como para aguantar sus rebeldías. La acomodo mejor y puso un brazo sobre su trasero para que el pijama no se le corriera y diera un buen vistazo de lo que nadie debería ver a la parvada de curiosos, que habían Salido de sus habitaciones para presenciar el espectáculo.

Se abrió paso entre golpes e insultos que la niña le lanzaba.

—¡Eres un cavernícola!—Jodelle le golpeo con puñetazos—¡Bájame!

Jodelle chillo cuando Ian le dio una palmada en el trasero. Ella apretó los puños negándose a que el tuviera la oportunidad de seguir tratándola como una cría malcriada.

Sasha se acurruco mejor en el sofá de tapiz rosa pálido a cuadros. Leía una de sus favoritas novelas románticas, una de Jane Austin.

Reclino la mejilla en uno de los acolchados brazos del mueble, preguntándose porque diantres no le había dicho Jodelle que Ian se estaba alojando en la fraternidad de a la cuadra, en donde Andrew era el líder, además de ser uno de los mejores amigos del de los ojos negros, bueno ahora ya no serían amigos más.

Suspiro con desgano.

Esos dos iban a hacerse pedazos cuando se vieran.

Suspiro nuevamente observando el techo blanco, ya que, no podía volver el tiempo así que lo mejor sería ir a dormir. Se puso en pie enfundándose en sus pantuflas de conejito para ir a su habitación.

La puerta principal se abrió de golpe dejando pasar una fuerte brisa. Se inclinó hacia adelante apoyando las manos en las rodillas cerrando los ojos.

El Club de Las Princesas TenebrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora