Jodelle estaba de pie, con la cadera apoyada en la cómoda. Los brazos cruzados a la altura del pecho y un tierno, sensual puchero en su rostro que solo la hacían lucir más sensual y atractiva con el conjunto de brassiere y braguitas de encaje negro que llevaba.
— ¿¡me estas rechazando!?—grito entre furiosa e incrédula a la vez
Andrew se giró a la pared tratando de no mirar y desear tocar las tiernas manzanas que el sujetador negro escondía. Suspiro al ver el reloj en la pared.
Las 3 de la madrugada, una chica tan bonita no debería andar sola a esas horas, se dijo, aunque esa chica fuera un peligro.
—Si—respondió encarándola—no quiero estar contigo
Y esa era una de las mentiras más grandes que acababa de decir.
Trago grueso al ver como el pecho de la pelinegra se asomó por sobre el encaje. Andrew estaba haciendo uso de cada gramo de control para no desearla, para no tumbarla sobre la cama y hacerle el amor.
Por un instante quiso mandar a la mierda las amenazas de Ian, pero al pensarlo mejor, se daba cuenta que hacer eso solo traería problemas.
Jodelle era la mujer de otro, estaba casada. Menuda pendejada.
Era la mujer de Ian.
Si él le ponía un dedo encima… no podía imaginar que podrían hacerle; sus leyes eran estrictas, si incluso ellos tenían a quien rendir cuentas por sus actos a alguien más. Una de ellas era no meterse con la mujer de otro sin pagar el precio del adulterio.
Él podía luchar por ella, se recordó, pero la cláusula solo se aplicaba si la mujer en cuestión le correspondía, en su caso eso no se aplicaba. Andrew sabía que aunque no lo reconociera Jodelle sentía algo por Ian.
— ¿Por qué no quieres estar conmigo?—exigió saber— ¿es que ya no te gusto?
—Simplemente no quiero—volvió a mentir
— ¡A mí nadie me rechaza!—aseguro Jodelle haciendo un berrinche
—yo si
—Eres un imbécil—le grito furiosa
Entrecerró los ojos para asegurarse que lo que veía era real, la muchacha tenía los ojos llorosos y el labio inferior le temblaba, estaba realmente ofendida por su negativa, es que a Jodelle Sullivan nadie la rechazaba, a menos que un hombre fuera ciego o marica.
Se puso la ropa rápidamente para después caminar a la puerta, dedicándole una envenenada mirada. Azoto la puerta con fuerza haciéndola resonar contra el marco, dejando un halo de su olor a frambuesas.
—eso fue rápido—comento Sasha con una risita al ver a Jodelle salir de la fraternidad—un tiempo record
— ¡El estúpido me rechazo!—chillo— ¡me rechazo a mí!
La morena abrió los ojos con incredulidad por lo que acababa de escuchar. No es que fuera imposible, pero… es decir, ¿alguien realmente había echo semejante cosa?
Pagaría por verlo.
Caminaron por la solitaria calle, lo único que se escuchaba era el sonido de sus tacones golpear el pavimento.
Medito durante un largo rato mientras seguían caminando. El muchacho no podía haber decidido eso por sí mismo, no cuando él estaba que azotaba las banquetas por la de cabellos negro.
Esa idea debía haber sido implantada en el por alguien más.
—Ian—susurro
— ¿Qué?—Jodelle entrecerró los ojos, confundida