Capítulo 12: Recuerdos
Jodelle se sonrojo aún más cuando el muchacho de cabellos negros le miro nuevamente con mucho interés, como hacia varios minutos atrás.
Era el hombre más hermoso que ella había visto alguna vez.
Sus ojos color del ónix parecían querer espiar meticulosamente cada gesto y cada pensamiento que cruzaba por su cabeza.
Él era misteriosamente… guapo.
¿Alguien de semejante belleza sería capaz de fijarse en una muchacha como ella?
Avergonzada por míralo tanto y por el hilo que habían tomado sus pensamientos bajo la cabeza, aunque no dejo de preguntarse de donde había salido ese joven. De los alrededores no era, de lo contrario ella lo reconocería.
—en verdad, me haría muy feliz que tus padres me concedieran el honor de darme tu mano
—Armand, —ella susurro por lo bajo—eso no está en mis manos. Serán padre y madre quienes decidan
La voz de Jodelle murió en la última frase, ella realmente no quería casarse aún, pero como era la costumbre, no estaba en sus posibilidades evitarlo.
—Espero que Dios responda mis plegarias y me permita desposarte—la calidez en los ojos castaños de Armand era tan grande que por un instante Jodelle suplico porque sus rezos fueran escuchados—nadie te amaría más que yo
Jodelle se mordió los labios apesarada por la pasión que su amigo de la infancia implicaba en sus palabras.
Como era la costumbre en las provincias de Bulgaria con las jóvenes de edad casamenteras, los padres disponían los hogares en grandes fiestas, mostrando las riquezas que poseían ante todos los jóvenes de buenas familias que aun fuesen solteros, con la intención de que entre ellos hubiera alguien que escogiera a su hija.
Ella no tuvo ninguna objeción cuando sus padres le anunciaron que la fiesta de elección se llevaría a cabo junto con su cumpleaños número 17, ella estaba segura que sería Armand Arlington quien sería elegido para ser su esposo. Al él lo conocía desde que era niña, y aunque el fuera tres años mayor que ella se había convertido en su más grande amigo.
Gretchen se paró junto a ella acomodándole un mechón de cabello que se había escapado de su elegante peinado.
Para Jodelle el vestir ropas tan cargadas de telas, encajes y adornos era como usar los corsés que las chicas usaban en Francia para acentuar la figura, completamente asfixiante. Ella no comprendía como esas mujeres eran capaces de llevar una prenda como esa durante todo un día, ella lo había intentado una vez y había terminado desmayándose a causa del poco oxigeno que lograba ingerir.
—Señorita—la llamo Gretchen con su acento gaélico—los señores requieren su presencia
Ella asintió un poco escéptica, seguramente sus padres ya habían encontrado a otro buen partido a quien ofrecerla como un excepcional ramillete de lirios.
Con un beso en la mejilla de Armand se despidió de él.
Se aliso la falda con manos temblorosas mientras su cara alcanzaba la tonalidad del carmín.
Junto a sus padres estaba aquel muchacho guapo y misterioso. Mostrando a todos una expresión de llevarse al mundo por delante, como si todo el mundo debiera de rendirse a él.
Se tomó unos minutos para recuperar la compostura.
— ¿No es realmente bella?—pregunto su madre al muchacho. La tomo de la mano colocándola a su lado