No en esta vida

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Jodelle imito su correr a velocidad humana mientras sus gritos se alzaban, y las cabezas de los demás alumnos se giraban en su dirección al verla. Cansada de la indiferencia y de la perseguidera. Miro a los pasillos para ver que no hubiera ya más nadie, para su suerte habían quedado solos, asique con velocidad inhumana se movió hasta alcanzar a aquel del cual había estado gritando el nombre.

—¡Andrew!—le cogió del brazo haciéndolo detener

El muchacho se dio la vuelta, pero se negó a verle a la cara.

—¿No escuchaste que te hablaba?—espeto furiosa

—No quiero problemas—dijo el en un susurro firme pero carente de convicción.

Ella frunció el ceño. Analizo durante un momento las palabras una a una, buscando el sentido de la oración. Reprimió una sonrisita al comprender.

—Le tienes miedo a Ian—aseguro—¿es en serio?

Jodelle miro fijamente a los ojos plata del muchacho que por un instante la miraron antes de rehuir de ella. Aunque apenas lo había hecho, ella logro vislumbrar en el profundo de sur iris como una pared metálica de miedo y censura, además de culpabilidad, los oscurecían.

Contuvo de nuevo una sonrisa en sus labios, al ver la expresión seria del muchacho, además estaba segura de que si reía él iba a molestarse y no quería que eso pasara. Andrew realmente le gustaba, y no solo físicamente. En esa forma el gustaba de muchas mujeres, era absurdamente guapo, su cabello dorado como el sol era el deleite de las chicas, sus profundos y calmos ojos plata eran como un puerto seguro para ella cuando la miraba. Tenía la piel tan pálida como la de ella, pero tan suave y tersa que era como acariciar la seda. Su carácter también era muy atrayente, era tan fácil de tratar, amable, siempre sonreía y parecía que nada llegaba a molestarlo, demasiado cariñoso para su gusto, pero era tolerable.

Andrew North era la versión perfecta del príncipe azul de los cuentos de hadas.

Sería tan fácil amarlo.                                                       

Ella lo haría, si creyera en eso, pero hacia mucho había comprendido que tales sentimientos solo hacían vulnerables a los humanos, confiados y débiles.

La satisfacción la rodea, al recordar cada mueca de desprecio y envidia que muchas chicas solían lanzarle a diario por el hecho de que no eran ellas las que compartían la cama con él, y más satisfacción sintió al saber que era únicamente suyo.

Hace mucho que lo había declarado de su propiedad y así se mantendría hasta el día en que ella decidiera que ya no lo quería a su lado.

—¿Por qué no me dijiste que tú y el tenían sus queveres?—pregunto Andrew desesperado

—Los golpes han desaparecido—dijo ignorando la pregunta. Acaricio su mejilla derecha en donde Ian lo había golpeado—amo esa cualidad

—¡¿es que no estas escuchando?!—Se pasó las manos por el cabello rubio—¡casi me mata… por ti!

—él no va a hacerte daño

—tu no viste lo que yo vi en sus ojos

Jodelle se alejó un poco de él.

Claro que lo había visto. Ella sabía la amenaza que habían expresado sus ojos negros cuando los encontró juntos, cuando la arrastro a su habitación y la toco. ¡Había visto lo mismo durante años!

Una parte de ella quiso gritar de frustración, sacar todo ese resentimiento y odio que llevaba por dentro, porque si había algo que ella odiara con fuerzas, era a Ian Harriet.

El Club de Las Princesas TenebrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora