Capítulo 2: Un pueblo marcado

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Al día siguiente, Chris y yo, nos pusimos frente al computador para investigar que era «Silent Hill».

Lo primero que nos salió fue: «Silent Hill, el pueblo marcado» «Silent Hill, la ciudad fantasma» «Terror en Silent Hill».

Resulta ser que Silent Hill fue un pueblo turístico en el que una vez hubo un incendio que destruyó la ciudad completa, quedando así en ruinas. También decía que en la actualidad, el carbón sigue ardiendo, por tal razón, el paso está prohibido. Incluso se dice que Silent Hill era un pueblo en donde se practicaban cultos religiosos y que le perteneció a los nativos americanos.

—Todo el mundo sabe que no se puede construir nada en tierras donde habitaban los nativos, lol —dice Christopher.

Pero en todos los sitios web, había algo en común; todos decían que Silent Hill es un pueblo fantasma y yo no lo negaría pues, miles de personas murieron allí.

Pero de todas formas, había que hacer algo con Sharon. El doctor solo nos dijo que sufría de sonambulismo y que teníamos que darle unas pastillas, y no dejar que duerma sola. Pero, para mí, eso no era suficiente, quería ver a mi hija sana y salva, así que lo único que se me ocurrió fue... Llevarla a Silent Hill :D (jejej, saludos).

Chris estaba en completa negación.

— ¿¡Cómo vas a llevar a nuestra hija enferma a una ciudad fantasma!?

—¿¡Y qué quieres que haga!? El doctor dice que no hay más nada que hacer y eso para mí no es suficiente.

—Lo sé, amor, pero tampoco podemos ponerla en peligro, en serio, ¿viste lo que decía internet? Es un pueblo abandonado y además está prohibida la entrada en él.

—No me importa, la llevaré ahí cueste lo que cueste. Sabes que ella es lo más importante para mí y lo que más deseo es verla sana y feliz, pero con esta enfermedad, ese deseo no se cumplirá a menos que la lleve ahí.

—¿Y qué te hace pensar que eso la ayudará?

—Instinto maternal... uwu

—No estoy de acuerdo, no voy a permitir que la lleves allí.

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Aun después de esa larga discusión con mi esposo, decidí llevarla a Silent Hill sin su consentimiento. Así que fui a hablar con la única persona que me ayudaría; mi hija.

Nos sentamos en el patio, en nuestro sitio favorito, en el árbol gigante.

Ella dibujaba en su cuaderno mientras yo la tenía sobre mis piernas.

—Hija...

—¿Sí, mami?

—A veces cuando te duermes, vas a dar un paseo, y siempre que lo haces, hablas de un sitio llamado «Silent Hill».

—Mami... No lo recuerdo.

—Por eso vamos a ir allí, para que te acuerdes.

—¿Papá también irá?

—No... Él tiene cosas que hacer.

—Está bien.

—Vamos.

Y así, mi hija y yo, empezamos un viaje largo hasta el pueblo supuestamente marcado de Silent Hill.

Silent HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora