Capítulo III

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Aquella noche Samuel sé quedó a dormir en la casa de Frank. Frank le había insistido en que se quedara a dormir, porque sabía que Samuel iría a la casa de Guillermo (que en un tiempo atrás habría sido su casa también), a decirle que había despertado.
Frank en realidad no quería que Samuel viera la realidad que lo aguardaba, pero no podía impedirlo para siempre. Algún día, en alguna calle, aquella realidad que Frank ocultaba, pasaría de la mano al lado de Samuel, o quizás la encontraría sentada en un café bar de Castle Rock.
Uno no puede escapar de la realidad.
Eso es lo terrorífico.
Aquella mañana Samuel sé había despertado de buen humor, aunque Frank había pensado cómo es que pudo dormir en la noche sabiendo que había dormido durante cinco años. Pero Samuel parecía no importarle mucho. Saludó a Frank y le besó.
-Hoy amanecí muy bien -anunció Samuel-. Espero que haya algo muy rico para desayunar, porque me muero de hambre.
-Claro, dime qué quieres y yo te lo prepararé -le dijo Frank, y le lanzó una sonrisa.
Samuel lo pensó, lo meditó y volvió a pensar. Frank esperaba algo impaciente; él también se moría de hambre.
-Estaba pensando en una chuleta asada con espagueti y un jugo de naranja.
-Sus deseos son ordenes, señor -dijo Frank. Se puso el mandil y comenzó a cocinar.
Mientras cocinaba, pensaba: qué harían ellos dos el resto del día. Porque estaba más que claro que con Guillermo no lo iba a llevar, no hasta que realmente Samuel pudiera asimilar todo este lío en que ahora estaba metido. Frank se preguntaba si Guillermo ya sabía que Samuel ya había despertado. Quizás los chismosos de Alex y Rubén ya habían ido con él a contarle todo. ¿Y cómo lo había tomado Guille? Lo ignoraba.
Samuel leía el periódico mientras Frank le preparaba su chuleta.
-Sabes, Samuel -anunció Frank desde la cocina-. Me estaba preguntando si quisieras ir conmigo a la Feria Anual de Castle Rock, acaban de ponerla hace unos días.
Samuel le sonrió.
-Claro que sí. ¿Irán los demás, cierto?
-Bueno..., había pensado que quizás esta vez sólo seríamos tu y yo. No lo mal interpretes, pero sería mejor así. ¿Te parece?
Samuel asintió, algo decaído, aún no sabía que era exactamente lo que sucedía y eso le inquietaba.
La tarde había pasado de lo más normal: Frank había ido al vídeo club a rentar un par de películas, para que Samuel sé distrajera un poco y no pensara tanto en todo el asunto.
-¿Estos son los estrenos de estos últimos años? -dijo Samuel.
Frank asintió.
-Joder, tío, son horribles.
-Ya no hacen películas buenas.
Era obvio que Samuel no iba acostumbrarse a su nuevo mundo, y es que se había perdido de tantas cosas. Su accidente había sido en el año 1998, y había despertado en el 2003, una nueva era, por decirlo así. Se había perdido de tantas cosas. Como por ejemplo el increíble rumor de que el fin del mundo seria en el año 2000, y mucho gente estaba aterrada, pero al ser el 2001 la gente se tranquilizó.
Nadie puede saber lo que va a suceder, y si alguien pudiera hacerlo, ¿podría cambiar lo que ya está escrito en el destino? Samuel estaba a punto de descubrir eso.
Eran las 08:25 p.m cuando Frank encendió en motor de su Dodge. La Feria Anual de Castle Rock quedaba a poco menos de diez minutos de su casa, así que en cuestión de minutos estarían allí. Aunque el tiempo no era realmente lo que le preocupaba, lo que le preocupaba era Guillermo, ¿y si estaba ahí que era lo que iba a hacer?
Probablemente Samuel se lanzaría a los brazos de él, pero entonces se daría cuenta de la cruda realidad.
Aún así, le había dicho que lo llevaría a la feria, y eso haría.
Al llegar Samuel lo contempló todo, pues hacia mucho tiempo que no veía una feria, si siquiera una feria tan grande como la de Castle Rock, su hogar durante los veintiséis años que ha vivido.
-Bueno, hemos llegado, cariño. ¿A cual nos subiremos primero? -le dijo Frank.
Samuel lo contempló todo, desde la montaña rusa llamada La Bala, hasta la increíble casa del terror. Fue entonces cuando la vio.
La gran Rueda de la Fortuna, la que había sido su compañera cada vez que iba a la feria, su atracción favorita, dónde, sentados los dos solos, Samuel le había pedido a Guillermo que fueran novios, eso sí que lo recordaba.
-A esa. A la Rueda de la Fortuna -dijo Samuel.
Frank asintió con gusto, a él también le gustaba esa atracción.
Aunque después de eso, Frank hubiera preferido haberse subido a otro juego mecánico, a las Tazas Locas, quizás, o a la Casa de los Espejos, incluso a la Bala si era necesario, cualquiera menos la Rueda de la Fortuna. Porque esa atracción despertó en Samuel algo que ni siquiera el mismo Dios hubiera podido predecir.
¿Fue acaso el coma y la Rueda lo que despertó en Samuel aquel poder?
Quizás la pregunta no se conteste nunca, pero Samuel estaba a punto de poder conocer las cosas por anticipado.

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Hola mis lectores, sé que he tardado un poco en actualizar esta vez, pero aquí les traigo otro cap, retomando el fanfic ;)

La zona muerta  «Wigetta»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora