Capítulo IV

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A pesar de que la Feria Anual de Castle Rock estaba hasta el tope de llena, ninguno de los amigos de Frank y Samuel se encontraban allí.
Estaban haciendo fila para subirse a aquella Rueda de la Fortuna que tanto le gustaba a Samuel. Aunque la fila estaba realmente muy larga, Samuel había insistido en seguir.
Frank esperó pacientemente, después de todo, había sido idea de él traerlo a la feria, y a él también le gustaba la Rueda de la Fortuna, le gustaba casi tanto como le gustaba Samuel, pero de eso hablaremos luego.
La hora de subir había llegado y Samuel estaba más que impaciente, su primer juego mecánico en cinco años (sin contar las veces que no fue a la feria estando aún despierto).
Se habían sentado los dos en la casilla número cinco.
La Rueda de la Fortuna se había llenado en todos los asientos, al parecer le estaba yendo muy bien a la feria, casi todos los juegos mecánicos estaban a reventar de gente. Entonces, una vez llena la Rueda, comenzó a girar, al principio muy lento, pero cuando alcanzó una velocidad un poco elevada, fue cuando todo sucedió.
Al principio, Samuel sintió una leve punzada en su cabeza, luego la punzada se convirtió en dolor, el dolor; en migraña. Samuel cerró los ojos, intentando pensar en otra cosa, porque parecía que la cabeza le iba a explotar. La frente empezó a ponérsele roja, intentó gritar, pero no lo consiguió.
Y se preguntaran, ¿qué estaba haciendo Frank durante todo eso? Pues estaba ahí, contemplando la vista de la feria desde el punto más alto de la Rueda, al lado de Samuel, aunque no parecía darse cuenta de lo que sucedía a su lado.
—Frank —susurró Samuel. Pero Frank no le escuchó—. ¡Frank!
Frank giro la cabeza, y fue cuando vio a Samuel, retorciéndose en el asiento apoyando las manos contra la cabeza.
—¡Dios mío, Samuel! —dijo Frank. Intentó agarrarlo, pero Samuel no se dejó.
Se puso en posición fetal, con las manos en la cabeza, aquel dolor parecía interminable.
Frank intentó avisarle al encargado del juego que se detuviera, pero debido a la música tan fuerte y los gritos de las personas, fue en vano. Cuando el juego mecánico se detuvo, Samuel tardó unos segundos más en salir del juego.
—¿Se encuentra bien tu amigo? —preguntó el encargado. Fue la palabra amigo la que lo desconcertó, como si le hubiera dicho que realmente no era su amigo, más bien su trabajo pareja.
—No lo sé, hace unos instantes estaba bien, y luego esto.
—Estoy bien —dijo de pronto Samuel—. Sólo me ha dado migraña, eso es todo.
—Entonces vayanse a la mierda de mi juego.
Samuel se tambaleó, se puso de pie y luego volvió a tambalearse. Parecía que acababa de tomarse unas ocho cervezas.
—Dejame ayudarte —dijo Frank, y me tendió la mano.
Fue entonces cuando la primera visión apareció:
Era la sala de un hospital, lo reconocía claramente. Dentro del cuarto se encontraba Frank, con poco cabello y unos tubos que estaban metidos por el brazo y garganta... A su alrededor se vio a él mismo, con una rosa en la mano, estaba llorando. A su izquierda, Alex Bravo, llorando en los brazos de quien parecía ser Rubén Doblas. El doctor desconectaba todo y se dirigía a Mangel, que estaba más cerca del doctor.
—El cáncer estaba muy avanzado, no pudimos hacer nada, lo lamento —dijo el doctor.
Fue entonces cuando Samuel volvió a la realidad.
¿Qué era exactamente lo que había visto?
Se encontraba ya en la casa de Frank, un poco aturdido y desorientado.
—¡Gracias a Dios, despertaste! —dijo Frank—. Temía que no hicieras.
—Frank, ¿qué pasó?
—Te desmayaste, así que te traje a mi carro y vine a la casa para que pudieras acostarte.
Samuel lo miró atónito. No creía lo que acababa de pasar por su mente. Entonces, lo comprendió, había sido una visión. Había sido un visión, como en aquella película donde un chico predice lo que va a pasar antes de un accidente.
Samuel no quería decirle a Frank lo que acababa de ver, no quería decirle por la simple razón de que, quizás la visión era cierta, quizás y Frank tenía cáncer y estaba a punto de morir, tal vez en unos días, tal vez en unos años, pero eso no cambiaba el hecho de que moriría.
Así que lo miró, Frank parecía un poco asustado, y si le decía esto se asustaría más, pero podía salvarle la vida, podía hacerlo y era ahora.
Entonces Samuel le dijo:
—Frank, tienes cáncer.

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Otro cap, ¿será cierto lo del cáncer? Gracias por votar y comentar;)

La zona muerta  «Wigetta»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora