Guillermo se sentó en la taza de baño con las pastillas de clonazepam en las manos, y la cara llena de lágrimas. No podía creer lo que había visto con sus propios ojos.
La noche anterior, por motivos que ya no recordaba, se encontraba en la playa de Castle Rock. Había algo raro en aquella noche que le hizo pensar que sus pies se movían por si solos. Y de pronto, esa sensación le recordó a la sensación que tuvo cuando conoció a Daniel Flagg. Era la misma sensación que tuvo cuando lo conoció, era como si todo a su alrededor actuara por sí solo y el lo único que podía hacer era dejarse llevar. Guillermo amaba a Samuel con toda su alma, estaba dispuesto a casarse con él si Samuel se lo hubiera pedido. Pero, no lo pidió a tiempo. El haber estado en coma por cinco años hizo que Guillermo pensara que ya nunca iba a despertar. Y, como había aparecido Daniel, lo único que podía hacer era dejarse llevar. Así fue en su relación con Daniel, lo único que podía hacer era dejarse llevar. Como si Daniel Flagg tuviera el control total de Guillermo y no él. Uno locura, por supuesto.
Pero, ¿acaso no habían demasiadas locuras inexplicables en este mundo? Quien sabe cuantas. Y esta quizás era una de esas más. Desde que Daniel apareció, Guille sólo podía hacer lo que Daniel, metaforicame hablando, decía, porque Daniel no decía ninguna palabra. Pero era como si Daniel le dijera en su cabeza lo que tenía que hacer, y de pronto, lo hacía sin más. Aunque no quisiera hacerlo. Como haber caminado hasta la playa de Castle Rock a esas horas.
Daniel se había ido hacía un cuarto de hora, con la excusa de que tenía un trabajo pendiente por hacer.
—Vuelvo pronto, cariño. Te amo —y le besó.
Si tan sólo Guillermo supiera que nada de lo que dice Daniel es cierto. Que en verdad no lo amaba. Que lo único que quería era lastimarlo. Para que Guillermo y Samuel no estuvieran juntos.
Y allí estaba Guillermo. En la playa de Castle Rock mirando hacia el mar. Seguía sin comprender por qué estaba allí. Luego, lo comprendió todo, y su mundo se vino abajo.
A lo lejos vio a dos hombres muy juntos, y luego vio que se besaban. Se besaban tan apasionadamente que Guillermo pensó que estaban a punto de coger ahí.
¿Me iré o me quedo a ver como acaba esto?, pensó Guillermo.
Su curiosidad no lo dejó marcharse. Y se hubiera marchado en ese mismo momento, quizás ahora no estaría sentado en su baño, con las pastillas de clonazepam en las manos y los ojos llenos de lágrimas. Guillermo se acercó un poco más y quizás, por un instante, Guillermo lo reconoció. Era Samuel uno de los chicos que estaba besándose. Y cuando se acercó aún más, se dio cuenta que el otro chico era Daniel Flagg.
No podía estar pasando.
No ahora.
Su mundo se había venido abajo.
Guillermo salió corriendo de ahí, volvía a tener el control sobre su cuerpo y ahora corría con Main Street para llegar a su casa. Una vez dentro, calló en llanto toda la noche. Ése día Daniel Flagg no apareció para dormir y Guillermo lloró hasta que se quedó dormido.
Cuando se levantó, encontró una carta puesta sobre el lado donde Flagg dormía.Te he dejado. No quiero verte nunca más.
Era lo único que ponía Daniel. Y entonces, verdaderamente su mundo echó hacia abajo. El amor que le tenía a Daniel era tan inexplicable como el hecho de tenerselo. Era como si lo sintiera sólo por obligación, y sin embargo se encontraba llorando. Llorando no sólo porque lo había engañado, sino porque con la persona que lo había engañado era Samuel, su otro amor.
¿Cómo podían hacerle eso las dos personas a las que él más amaba? Y sin contestar esa pregunta, Guillermo se metió a la boca la primera pastilla.
Y entonces Samuel entró por la puerta, tratando de interrumpir ése momento. Pero fue demasiado tarde. Daniel Flagg ya tenía el control de todo. Y de alguna manera inexplicable, Daniel Flagg tuvo el control de todo a su alrededor. En aquel baño de la casa de Guillermo, la llave estaba abierta, el agua sonaba al chocar con el lavabo de porcelana. Era una distracción para que Daniel no sospechara que era lo que hacía Guillermo en el baño. Por supuesto, que Guillermo no sabía que eso era exactamente lo que Daniel quería. Que se suicidara. Ahora, el agua se había detenido por completo, y Guillermo también estaba paralizado.
Al principio, Samuel no lo entendió. Pero antes, se preguntarán, ¿cómo es que Samuel estaba allí?
Samuel había estado en la casa con Frank y, había discutido una vez más con él porque no podía hacer nada para salvar a Guillermo.
—Basta, Samuel —le había dicho Frank—. No puedes vivir obsesionado con la idea de que algún día Daniel le hará que se suicide. Es ridículo.
—Yo lo amo. Y no me importa que ahora esté con ese tipo extraño. Yo lo seguiré amando.
—¿Por qué no puedes ver que hay personas más allá de Guillermo? Personas que te queremos de verdad.
—¡Lo amo! —gritó Samuel.
—¡Amar no es una excusa! —le respondió Frank—. Yo también siento algo por ti y no es justo que quizás hasta puedas morir por salvar a alguien que ya no siente nada por ti. Hasta ese chico de la paya que dices siente más cosas por ti que Guillermo.
Y en ese momento Samuel lo comprendió todo. Había sido una trampa de Daniel y él lo sabía. Había conseguido de alguna manera hacer que Samuel y Daniel se besaran y lo peor de todo, Guillermo lo había visto. Y era por eso que iba a suicidarse.
Cuando Samuel llegó a la casa de Guillermo, se percató de que estaba abierta. Entró y no vio a nadie, y en una instante pensó en en baño. Guillermo tendría que estar en el baño. Y justamente cuando Samuel entró, Guillermo ya se había metido la primera pastilla a la boca.
Fue entonces cuando el mundo se detuvo.
El baño de Guillermo no media más que cinco metros de ancho y diez de largo. Al fondo, pudo ver la taza de baño, con Guillermo sentado ahí, tomándose la primera pastilla.
—¡No! —fue lo único que gritó Samuel.
Detrás de él, Daniel Flagg apareció como una sombra. Samuel lo miró y su mirada reflejó odio.
—Todo esto es tú culpa.
—Siempre lo supiste —dijo Daniel—. Y sin embargo nunca fuiste lo suficientemente bueno como para deternme. Ves el futuro, pero no puedes cambiarlo.
—Pero sí puedes mejorarlo.
Daniel se rió. Todo a su alrededor parecía estar en pausa. No se movía nada más que ellos dos. Fue entonces cuando Samuel se aventó hacia él. Daniel lo esquivó sin a penas mucho trabajo.
—Yo lo controlo todo el tu pequeño mundo. Y te preguntarás, ¿por qué entre tantas personas vine a elegirte a ti y a Guillermo? ¿Por qué los quiero separar? Te lo responderé. Porque mientras en más universos ustedes se queden juntos, más me debilito. Así que mi misión es separarlos. En todos los universos.
—¿Más universos? ¿Nuestro amor? ¿De qué carajos estás hablando? —preguntó Samuel desorientado.
—El universo jamás vio un amor tan puro y sincero como el de ustedes. Y su amor es la clave de todo, pero está vez el malo va a ganar dijo.
—No lo creo.
Samuel se acercó de nuevo y esta vez logro darle un puñetazo en la cara, Daniel le respondió con una patada y Samuel cayó de bruces contra el lavabo que tenía la llave abierta, escuchó cómo se rompía pero a penas empezaba a desquebrajarse.
—Yo no soy de tu mundo, Samuel. Y cuando haya cumplido mi destino, me iré.
—¿Y cuál es tu destino? —preguntó Samuel.
—Asegurarme de que jamás estés con Guillermo de nuevo.
Daniel levantó a Guillermo de los cabellos y con el brazo derecho rodeó su cuello, con su mando izquierda detuvo su cabeza y le hizo ver en dirección hacia donde estaba Guillermo.
—Y tú, Samuel, vas a mirar cómo lo hago.
Entonces el mundo volvió a correr, el agua de la llave volvió a caer en el lavabo y las lágrimas de Guillermo siguieron corriendo por sus mejillas. Se metió la segunda pastilla a la boca y se la tragó.
—¡No, Guille! ¡No lo hagas!
—Él no puede escucharnos ni vernos —dijo Flagg.
En total fueron 12 pastillas de clonazepam que Guillermo tomó y se desplomó en el suelo sin más.
Daniel Flagg soltó a Samuel que estaba llorando y de rodillas se acercó hasta el cuerpo de Guillermo. Lo tomó de la mano y se la besó. Su amor se había suicidado.
—¡Eres un maldito! —dijo Samuel, mirando hacia donde estaba Daniel.
Pero él ya no estaba en la habitación, y tiempo después se darían cuenta que ya ni siquiera estaba en la ciudad. De hecho, el nombre ya no figuraba en ninguna parte del mundo. Entonces Samuel recordó lo que había dicho Daniel Flagg, que no era de este mundo y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Y después Samuel marcó el número de emergencias.
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La zona muerta «Wigetta»
FanfictionLa zona muerta es una de las mejores y más espeluznantes obras de Alexi5000. A Samuel de Luque le horrorizó descubrir que había pasado más de cuatro años en coma. Pero le horrorizó aún más descubrir que podía conocer las cosas por anticipado. Él sab...