Capítulo XVIII

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La fiesta acabo sin ningún asesinato y sin ningún otro tipo de extravagancia.
Samuel había pasado casi toda la noche en la casa de Rubén y Mangel. Estuvieron hasta la 01:00 a.m de la madrugada, aunque Guillermo y Daniel estuvieron hasta las 11:30 de la noche. Samuel estaba esperando el momento adecuado. Ahora que asesinar a Mangel no era una opción, y que Guillermo seguía corriendo peligro le seguía aterrado como si fuera el primer día que lo sabía.
Cuando Samuel llegó a la casa Frank, que ahora por más extraño que parecía también empezaba a ser su casa, empezó a hablar con Frank.
—Samuel, tenemos que hablar.
—Si, Frank, ¿qué ocurre?
Al principio, Frank no encontró las palabras para decirle lo que tenía que decirle a Samuel. Luego, las palabras parecieron salir por sí solas.
—Tengo que decirte algo. Y espero y no te moleste.
—Vamos, tío, dilo.
Frank suspiró muy profundo, y luego habló:
—Tienes que superar a Guillermo. No es por ser mala onda, pero realmente tienes que dejarlo ir.
—¿Por qué? Sabes que está en peligro —le dijo Samuel.
—Lo sé. Pero eso ya no te incumbe. Si fueran pareja te lo creo, pero ya no lo son. Es hora de que le digas adiós.
—No, Frank. No puedo hacer eso. Sabes exactamente lo que Daniel...
—Y por eso mismo tienes que esperar. Si Daniel va hacer lo que dices que va a hacer, entonces sabremos con quién ir. Sabremos que en realidad fue él quien causó todo este alboroto.
Samuel, no dijo nada. No podía hacerlo. Comprendió que nadie más entendía lo que sentía por Guillermo. A que se levantó de golpe y salió por la puerta.
—Samuel, ¿a dónde vas? —gritó Frank.
pero Samuel no lo escucho.
Corrió a toda prisa por la Walt Street en dirección a Avenue Street. No sabía exactamente a donde iba, pero tampoco quería estar en la casa de Frank. No sabía a donde ir, se sentía solo, fugitivo, prisionero de su propio destino.
Había llegado hasta la desierta playa de Casrle Rock. Donde al parecer no había nadie. Era el lugar perfecto para ver el amanecer y reflexionar sobre lo que tenía que hacer.
—No vienen muchas personas por aquí —dijo alguien detrás de Samuel, pero no podía ver quién era.
—Es la primera vez que vengo a la playa en esta hora.
—Así, parece —contestó el tipo—. No había visto a otra persona por aquí a estas horas.
Por muy extraño que pareciera, Samuel se sentía totalmente paralizado, no podía mover ni un solo dedo de su cuerpo.
—Eres tan lindo, un chico como tú debe tener a alguien.
El tipo ahora estaba delante de él, pero todo se había vuelto borroso. Reconocía ese rostro, por supuesto. Reconocía aquella voz. Pero ahora todo parecía borroso, como si estuviera flotando.
—Sí tengo novio.
El tipo sonrió.
—Mentiroso. Si tuvieras novio no estarías a estas horas aquí.
Samuel comenzó a sentir un calor inmenso, aunque el agua del frío mar traía una brisa refrescante.
—Yo podría hacerte mi novio —le dijo el tipo.
Entonces Samuel quiso poder. Pero no podía. Estaba atrapado. Fue entonces cuando el tipo le plantó un beso a Samuel.
De ahí en fuera, Samuel estuvo en blanco. No pudo recordar nada más.

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Ya se viene lo verdaderamente bueno mis lectores 🌚❤

La zona muerta  «Wigetta»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora