Capítulo X

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Lo primero que hicieron después de que pusieran a Samuel tras la rejas, fue escuchar la declaración de Patricia Loshaw. Habían puesto a Samuel, porque como sucede en todas las comisarías, el policía que!ore tenía la razón en vez del desconocido. Por eso todos habían pensado que Samuel de Luque había sido quien iba a asesinar y violar a Patricia Loshaw. Todos excepto Frank.
—Muy bien Patricia, esta!os aquí para escuchar qué fue lo que pasó.
Y Patricia lo contó todo. Desde como había despertado ese día en la mañana, hasta cuándo Johan Dodd había ido a irrumpir su tranquilidad.
En efecto, ella contó que lo conoció en un bar, y que algunas veces lo invitaba a su casa, pero jamás se había acostado con él. Johan Dodd siempre quiso eso, ese era su objetivo principal. Y cuando ella se negó, no le quedó más remedio a Johan Dodd que secuestrarla.
Dijo también que para su suerte quizás Samuel sólo pasaba por ahí cuando lo vio todo, porque dijo que ella no conocía a Samuel, y que incluso jamás lo había visto por aquí. Pero que no fue Samuel quién intentó violarla, sino el bastardo de Johan Dodd.
—Entonces Samuel tiene razón —dijo Frank.
—Él había dicho que Johan Dodd no era quien creíamos —dijo Matt—. Eso significa que...
—... que Johan Dodd también está involucrado en los demás asesinatos —dijo Sarah.
Todos se miraron entre todos. Nadie podía creerlo. Todo el tiempo habían tenido al asesino frente a sus narices y no se habían dado cuenta de ello.
Sarah habló:
—Dejen salir a Samuel de la celda. Lleven una orden de arresto contra Johan Dodd. Esta vez no se saldrá con la suya.
Así lo hicieron. En la patrulla iban Frank, Sarah, Matt y Samuel. No querían que Johan Dodd escapara. Pero, oh, claro que escapó, y nadie imaginó como.
Al llegar a la casa de Johan Dodd, lo que encontraron fue realmente triste.
Tocaron la puerta, y nadie salió a ver quién era, así que decidieron entrar por su cuenta.
—Johan, no intentes nada, no hagas más daño del que ya hiciste —dijo Sarah. Pero no hubo respuesta. No parecía haber nadie en casa.
—Creo que no hay nadie —dijo Frank.
—Tal vez este en su...
—Chist.
—Si no hay nadie, ¿por qué me haces chist? —preguntó Samuel.
Sarah hizo gesto de partirse de risa, pero entonces lo vio, la puerta de su cuarto estaba entre abierta.
—Frank, Matt, cuiden la puerta. Samuel, acompañame al cuarto —se aventuró Sarah.
Samuel la siguió con cautela, entonces al abrir la puerta del cuarto lo vieron.
Johan Dodd se encontraba colgado de la lámpara del cuarto. Había hecho la orca con los trapos de la cocina, la había amarrado a la lámpara y se había ahorcado.
Sarah se llevó las manos a la boca, y Samuel se echó para atrás. Entonces enteraron Frank y Matt y también lo vieron. Ya no había nada que hacer. Ya ni había a quién arrestar.
Pero ahora la ciudad estaba a salvo.
Oh sí, Castle Rock estaba a salvo.
El funeral se llevó a cabo el día siguiente de su suicidio. Todos los amigos de Johan Dodd estuvieron ahí, sus parientes y todas aquellas personas que creyeron que Johan Dodd era bueno. Y entonces no tardó en correrse la voz. Que el que había hecho tantos asesinatos por fin estaba muerto. Y que había sido un gran hombre llamado Samuel de Luque quién descubrió quien era el asesino. Todos en Castle Rock sabían quién había sido el que descubrió eso.
Al igual que eso, Sarah le pidió a Samuel que entrara en el cuartel de la comisaría. Que con alguien como él la comisaría estaría mejor, los casos se iban a resolver muy deprisa. Samuel aceptó gustoso. Ya tenía trabajo, tenía a su mejor amigo en el mismo trabajo. De pronto pareció que su vida iba a ir muy bien. No tenía de qué preocuparse.
Hasta que él llegó...
Una tarde cuando Samuel patrullaba con Frank, él llegó a la comisaría, buscando a Samuel.
—Ha venido alguien a preguntar por ti, Samuel —dijo Matt.
Entonces Frank supo de quién se trataba.
—¿Ah, sí? —dijo Samuel—. ¿Te dijo que quería?
—Dijo que sólo quería verte. Se llama Guillermo Díaz.
Samuel, quien había estado ocupado mirando la revista The Magazine, levantó la mirada para mirar fijamente a Matt.
—¿Como dijiste que se llamaba?
—Guillermo Díaz. No dijo que era lo que quería, sólo preguntó por ti, parecía tener prisa.
Samuel lo miró, luego miró a Frank. Entonces supo que era ahora. Tenía que decirle a Frank que iba a ver a Guillermo.
—Samuel, ¿me acompañas a mi despacho? —dijo Frank.
Así lo hicieron. Frank cerró la puerta con llave.
—Creo que ya lo sabe —dijo Frank.
—Es obvio que ya lo sabe. Ha venido aquí a preguntar por mí.
Frank suspiró. Ya sabía cuál iba a ser la pregunta.
Miró a Samuel, quien ahora tenía los ojos mas brillantes que nunca. Entocnes Samuel pronunció las palabras que Frank hubiera preferido ni escuchar.
—Frank, quiero ver a Guillermo.

La zona muerta  «Wigetta»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora