Capítulo 2

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La brisa del océano caía suavemente sobre la cara de la chica dé ojos zafiros.
Él cielo, hermoso, de un color unico, pasando del turquesa, hasta llegar al profundo azul rey.
"El cielo no necesitaba nubes para ser hermoso"
Cada centímetro de este lo era, sin ninguna vasilacion.
La arena blanca se colaba por los dedos de los pies de la chica, la cuál, rozaba la rebosante playa con su hermoso vestido azul, ideal para aquellos ojos oceanicos.
Oh! Que hermosos ojos tenía esa chica, nunca en la vida podría encontrarse con tan divina hermosura.
Cada pasó que daba era un suspiro, en el corazón dé fuego que de ella emanaba.
Fuego teñido de un azul helado, carente de vida alguna, sin embargó, ahí estaba, en el lado izquierdo de aquella chica.
Caminaba por la playa lentamente, sin ninguna prisa, cómo si las arenas del tiempo sé hubiesen detenido, en un momento ideal para contemplar tan bello paisaje.
Pero algo faltaba, oh! Si eso era, estrellas callendo del firmamento, cual espectáculo pirotécnico.
Caían como pequeñas rocas brillantes que son arrojadas al interminable océano.
La chica no sé inmutaba con absolutamente nada, lo unico que se podía reconocer de ella eran sus ojos de un color azul único, y aquél cabello castaño, ondeandose en el viento cual estandarte de paz.
Todo en ella era tranquilizador.
Pero sin embargó había una pizca de desconfianza, de temor, inseguridad.
Y cuando justamente se giró en ese instante...
No era nadamas que sólo ella...

Alice se despertó de golpe, se sentía algo mareada y con la nuca y la frente llenos de sudor, el cuál hacía que su cabello se le pegara a la piel.
Volteó a ver ligeramente a su amiga, la cuál estaba totalmente dormida, tan relajada con los auriculares de la chica de ojos azules.
Se habían quedado dormidas a mitad del caminó, escuchando las melodiosas baladas que les regalaba el genero "Pop" o de vez en cuándo "El rock romantico"
Y era por ese motivó por el cuál, llegaron a un grado de relajación extrema, tanto que sus ojos fueron cerrandose lentamente hasta conseguir penetrar en las barreras del sueño.
Y Alice, despertada de un sueño un poco extraño.
El cuál carecía de total sentido, pues había sido algo muy muy extraño.

Se frotó la cienes para conseguir, que por así decirlo, le llegaran las ideas para saber qué hacer después de llegar a su sitió de destinó.
La verdad era que no tenía nada planeado al llegar allá, pero ya se le ocurriría algo.
Después de todo iba a ser un viaje largo, sumamente largo.

Max, que se encontraba conversando con su madre, ahora estaba viendo por la ventana, el paisaje de ciudad que podía verse.
A Max le encantaba ese lugar, y sin duda iba a extrañarlo, al igual que ella y su amiga Kim.
Pues prácticamente en Nueva York pasaron la mayor parte de su vida, donde conocieron amigos y terminaron la educación básica.
Pero ahora, repentinamente sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados.

Su madre conducia perfectamente por él bulevar Linden, para después de algunos metros girar hacía la izquierda para llegar al Jhon F. Kennedy International Airport.
Él sitio del que se supone que tenían que partir hacia "su nueva vida".
Al principio a Alice no le desagradó la idea, pero después de algunos días de que su madre le había contado, se comenzaba a sentir algo inquieta.
Ya no volvera a ver a sus amigos que tenía en su vieja escuela.
Y ademas, su madre también había arrastrado a Kim con ellos.
Y a la chica no le desagradaba la idea, así tendría con quien hablar y no se aburriría tan fácilmente.
Pero quizá Kimberly no quería estudiar en una preparatoria fuera del país, quizá solo quería estudiar en una que quedara cerca de su casa, y así poder asistir siempre con animos y bueno...

En esos momentos Kim acababa de despertar, justo cuando comenzaba a verse el aeropuerto, caía una ligera neblina, por lo que solo se veían algunas partes del edificio y algunas luces.
— Ya llegamos?— Pregunto la chica de ojos ambarinos.
Alice sonrió ligeramente.
— Todabvia queda algo, nos dormimos casí todo él camino.— Ambas chicas comenzaron a reír.
Y a Max se le escapo una sonrisa.
Su madre solo las veía por el retrovisor.

Alice volteo a ver a la ventana, ya podía divisarse el gran edificio.
Y a la chica se le hizo un nudo en la garganta.
No sabía por qué se sentía algo extraña, debería dé tomarlo con calma, no tenía idea de por que se sentía mal.
Miro a Kim y luego a Max.
Su Hermano, con rasgos glaciales, literalmente, sus ojos del color del cielo por la mañana era lo que mas destacba en él.
Y su cabello negro alborotado que contrastaba perfectamente con su piel blanca.
Él siempre usaba gorros sobre la cabeza.
Y ademas tenía un cuerpo muy definido, debido a su pasión por el deporte y que constantemente iba al gimnasio.
Solo era tres años mayor qué Alice, pero aún así la chica no se explicaba por que su hermano era tan guapo.
Las chicas preguntaban constantemente por él, en la escuela.
Y Alice simplemente se quedaba callada y las ignoraba.
Por qué bueno, era incomodo que un grupo de, mas o menos, ocho chicas fueran a preguntarle a Alice cosas de su hermano.
Ella era de bonito cuerpo y cara, pero sin embargo se sentía un poco opacada.
En varios momentos deseaba que fuera como su madre.
Con su cabello pelirrojo y ojos grises.
Cuando Alice era niña creía que era adoptada, pero conforme pasaron los años, noto que se parecía bastante a su madre.
Y su amiga Kimberly también era bonita.
Todo en ella lo era, desde sus ojos ambar, hasta su cabello color oro oscuro.
Suspiró y dejó que el ligero roce de la neblina le acariciara su cara.

Llegaron al aeropuerto, y Marisse le pidió a un hombre que vajara él equipaje.
Alice, Max y Kimberly llevaban sus maletas.
Mientras que el hombre cargaba con las demás cosas.
Entraron sin perder el tiempo, en cuando su madre llego con la chica que recibía, rapidamente solto los boletos sobre el escritorio.
— Son cuatro para México...

Arcángel 1: FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora