Capítulo 13.

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Marisse acababa dé levantarse, el día anterior había sido uno lleno de movimiento y no había tenido oportunidad de descansar nisiquiera un seguno.
Por lo que cuando llego a su cama, se quedo dormida al instante.
Recordo que Max entró a su habitacion, pero solo para poner una manta sobre ella.
Así que simplemente no se molestó en despertarse.
Esa mañana cuándo bajo había una nota en la mesa.
Decía que Max y las chicas habían ido a correr al parqué, a entrenar un rato.

Así que simplemente lo dejo pasar.
Quería ponerse a arreglar la casa, acomodar algunos cuadros, desempacar la ropa.
Quería mantenerse ocupada, ese encuentro con los Blackfire la había tenido algo atareada.
Con todo eso del reencuentro y cosas que tenían que ver mas con su exesposo que con ella.
Pero en fin.
Los chicos no tardarían en llegar y debería arreglar la casa y quiza hacer la comida.
— Demonios.— Exclamó, y casí se le atoró en la garganta con sólo decirlo.
Era una palabra que ella detestaba, y no solía pronunciarla para nada.

Ni para usarla como exclamación, pero ahí estaba, diciendo aquella palabra tan inombrable para ella.
Cualquier exclamación tenía que ser con un tema referente al cielo.
"Santo Dios", "Santo Cielo", "Dios mío" etcétera.
De lo contrarío les iba mal a sus hijos.
Lo sierto era que quiza era muy devota a la iglesia, pero avwces trataba de hacer que no fuera tan molestó para sus hijos.

Tomó una maleta de Alice, decidió comenzar a desempacar las cosas dé ella, de la menor.
Sonrió.
— Sólo espero que aquí encuentre seguridad y paz.— Fue lo único que dijo antes de llevarse una mano al collar que tenía puesto.
Una simple cadenita de oró, y al final de esta un reloj.
Del tamaño de su pulgar, y unas finas manecillas.
Ademas de los numeros romanos qué marcaban las horas.
Su tictac era calmante, apesar de que no tenía la hora adecuada, seguía siendo reconfortante traerlo sobre el cuello.
— Sólo espero que encuentres seguridad y paz.
• • •
Alice tomó una gran hacha y la lanzo por los aires torpemente.
Aterrizó justo a los píes de Ronald.
— Utiliza el muñequeo Alice, y trata de lanzarla con más precisión.— Ronald tomó el hacha y lo lanzó hacía arriba.
Cuando iba callendo, rapidamente lo pateó y solamente un silbido atravesó los oídos de la chica.
El hacha se había clavado justo detras dé ella en la pared de madera.
No pudo evitar sentirse nerviosa y tragar saliva.
— Pero... Tu tienes más práctica.— Ronald sonrió.
— Por supuesto que tengo practica, de lo comtrario no sería tu entrenador.—
Esa afirmación hizo pensar a la chica que quiza Ronald tenía muchos años de práctica.
Muchos.

Cómo le había explicado Max hace unos minutos antes del entrenamiento, los Arcángels vivian para siempre, y que el primer Arcángel, fue creado el año 779 antes de Cristo.
Y eso, claro esta, era un gran período de tiempo.
También mencionó que los Arcángels tenían una fuerza indiscutible y una velocidad mayor a las de los "mortales".
Terminó usado para referirse a los humanos.
Además, tenían una visión más desarrollada y sobre todo podían usar magia.

Pero ese momento no era para pensar, Ronald se agacho y de inmediato, desde la palma de su mano, comoenzo a generarse una luz de color azul, sin ninguna forma, pero brillante, y justo después comenzo a transformarse en una especie de lanza, sólo que un poco mas grande.
La filosa punta parecia un arpón.
Y el otro extremó tenía una hacha larga, parecida mas a una espada.
Cuando terminó dé crearse la luz sé hizo más tenue.
Ronald se enderezó y le mostró el arma a la chica.
— Esto es un fantasteíte, un arma que sólo los Arcángels pueden crear, pero cualquier criatura mágica con conocimiento de Magia Arcana, podria crearla. Estas armas son unicas, cada Arcángel tiene una, creada apartir de su poder, o simplemente de su mente, La mía se llama Fantaso, cómo el Oniro del sueño, es creada gracias a mi poder de controlar la energía, la de Baxter, el arco Luminus es igual que la mía, yo le enseñé a Baxter a utilizar está magia.— Ronald parecía muy interesado en su misma platica.
Pero en la mente de Alice estaba, ademas de lo que él le estaba explicando, tenía el pensamiento de llegar puntual al mediodía.
Así quiza su madre no sospecharía nada.
— Mira Alice.— Hizo desaparecer el arma.— Todos los Arcángels desarrollamos estas habilidades, y una de ellas y la más importante...— Max entro por la puerta de la sala de entrenamiento.
Era muy amplia, toda hecha de madera, con seis columnas de roble y varias armas colgadas en la pared.
En un area (Donde Alice y Ronald estaban entrenando) estaba más elevado, quiza unos cuarenta centimetros del suelo, había unos escalones para subir a esta area.

— Alice tenemos qué irnos, son mas de las once treinta, tenemos que llegar rápido.— Alice asintió.
— Vayan, mañana iremos al bosque, entrenaremos ahí.— Alice volvió a asentir pero sin articular palabra.
Se bajó rapidamente y los dos hermanos salieron.

Fuera Kimberly los esperaba sentada en una banca frente a la catedral.
El cielo estaba especialmente hermoso, de un color azul profundo, con unas nubes puramente blancas.
El aire se sentía fresco.
Aire de invierno.
Kimberly tenía las piernas cruzadas y al parecer tenía un atuendo distinto.
Llevaba una chamarra negra, una camisa blanca, unos jeans ceñidos a las piernas, unas Converse negras y el cabello dorado lo tenía amarrado en una cola de caballo.
Con algunos mechones de cabello suelto cubriendole la frente y callendole por los oídos.

Alice levantó la mano para saludar a su amiga.
La chica la vío y de inmediato se puso de pie, sonriente.
Dracco también los acompañaba.
Y Max se había cambiado de ropa.
Un pants azul oscuro y una camisa blanca pegada al cuerpo.
Unos tenis para correr y una mochila donde guardaba su ropa de cuero.

Dracco estaba igual, solo que llevaba una gorra azul con blanco.
Y un maletín sencillo negro.
— Vamonos, no?— Dijo Max.
— Yo ire a mi departamento, mañana o quiza en la tarde nos vemos.— Dracco se fue caminando por la banqueta.
Llena de personas aquí y haya, algunas caminando normal, otras de traje y apresuradas.

Alice suspiro y fueron hacía dónde estába Kim.
— Bien, tenemos unos quince minutos para llegar, algo imposible... Si no fuéramos Arcángels.— Dijo Max, a quién le parecía lo mas normal del mundo serlo.
Alice todavía se sentía extraña, con un vacío dentro de ella, sin saber por qué.
Cómo si le hubieran ocultado eso.
En ése momento recordó algo que tenía qué decirle a Dracco.
Pero era demasiado tarde.
— Bien, vamonos.— En un instante los rodeo una luz prismática.
Cómo si estuvieran dentro de un diamante.
Las personas qué pasaban nisiquiera notaron su presencia.
— Aveces un Prismatic no hace daño.— Bromeó Kim.
Alice rió ligeramente.
Max miro él suelo y justo después cerro los ojos.
Miccentó— Todo comenzo a resquebrajarse.
Cómo si el cristal se hubiera roto.
Y de inmediato se volvió todo negro.

Alice comenzó a marearse y a dolerle la cabeza.
Se sentía extraña, cómo si ya no estubiera en su cuerpo.
Miro a Max y a Kim.
Tenían los ojos cerrados.
Ella supuso que también debía hacerlo.
Y cuando lo hizo, lo primero que se imaginó fue la casa, con su sendero de rocas.
El jardín con ese árbol hermoso, el verde pasto.

Y justo después una brisa la golpeó en la cara.
Literalmente, cayó sobre el césped.
Todo le daba vueltas.
Y al abrir los ojos vío a Max y a su mejor amiga de pie, en el jardín de su casa.
Kim le ofreció una mano.
— La primeras vez siempre es difícil.— Alice tomó la mano de su amiga y esta ayudó a levantarla.
Ya firme sobre el suelo, los miro a ambos.
— Que fue eso?!— Pregunto desconsertada.
— Un hechizo de viaje, suele gastar mucha energía, pero era necesario.— Max parecía exhausto.
— Bien, entremos.— Alice siguió a su hermanó, y Kim la siguió a ella.
Max toco la puerta.

Y después unos segundos su madre abrió la puerta.
— Cómo les fue?— Todos sé miraron.
Y al final fue el chico de ojos celestes el que contestó.
— Fue muy cansado.

Arcángel 1: FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora