Capítulo 18.

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Fuera del autobús hacía frío.
Una ráfaga de aire intensa.
El Sr. Velazquez estaba terminando de estacionar su vehículo después de una larga jornada de trabajo.
Su esposa lo esperaba en casa con sus dos hijos.
Apenas había alcanzado algo de dinero.
Y todo esto se debía a que su ruta era una de las menos transitadas.

Usualmente por la noche no tenía pasajeros.
Y él camino lo recorría totalmente sólo.
Este día era uno de ésos en particular.
Sin ningún alma en todo el autobús.
Un foco de los asientos traseros comenzaba a fallar.
Dandole un aspecto un poco tétrico a esa parte del vehículo.
Pero bueno, el Sr. Velazques era muy fuerte, y había visto siguientes cosas extrañas durante sus veinte años de trabajo.
Ya nada podía asustarlo.
Termino de meterlo a su lugar donde estaban todos los autobuses.
Tomó las cosas que necesitaría para marcharse directo al calor de su hogar.
Tomo su mochila, el dinero, las llaves.
Una tos.

Se qedo quieto por un segundo.
Penso haberlo imaginado, pero esta vez sonó un poco mas fuerte.
— Disculpe.— Dijo una voz gélida desde el fondo del autobús.
El Sr. Velazquez trago saliva instintivamente.
Más sin embargo no tenía miedo alguno.
— Yo todavía no llego a mí destino.— El hombre se dio la vuelta.
Y efectivamente.
Había un chico en la última fila dé asientos.
— Lo siento, pero hasta aquí es la terminal.— La sombra del foco que acababa de fundirse no permitía ver mucho del sujeto.
Solo unas botas cafes al parecer de cuero.
Y unas manos inmaculadamente blancas.
Con uñas largas y negras.
Un desteño rojo surgió de la oscuridad donde se suponía que iba su cara.

Lo primero que se le vino a la mente fue la palabra «Vampiro».
Pero no.
— Oh! De verdad me disculpo.— El sujeto se levanto y fue iluminado por la luz de la luna.
Su piel era absolutamente blanca.
De cabello negro, largo y hata los hombros, quiza hasta la espalda.
Orejas puntiagudas.
Una mirada fría y de tono sangrio.
Llevaba puesto un saco de cuero rojo, y una camisa blanca abotonada.
Una escalofriante sonrisa destacaba en su rostro.
Carente de vida.
— Va...vampiro?— Dijo el Sr. Velazquez un poco más asustado.
— Infinitamente no, pero veo qe los a visto.— Comenzo a caminar hacía el.
— Así es.— Se fue haciendo hacía atras conforme él extraño avanzaba.
Bingo.— Susurro entre sus labios.
Un grito desgarrador se escuchó incluso fuera de la estación de autobuses.
• • •
Alice caminaba por la ciudad, la gente la codeaba mientras trataba de llegar a alguna parte.
Nisiquiera sabía hacia donde.
Pero no paraba de caminar como sí ya conociera el camino.

La escena cambio, ahora estaba cerca de un acantilado.
Se acercó un poco a la orilla.
Se podía ver el océano chocar contra las rocas.
Dracco apareció detras dé ella.
No llevaba camiseta, y solo un pantalon de cuero negro.
El que usaban los Arcángels usualmente.
Sobre su fuerte pecho descansaba el rosario de cuarzo azul.
Brillante ante la luz de la luna.
El le ofreció una mano.
Alice se sentía dudosa.
Pero al tomarla, un chizpaso los separo de inmediato.
El collar de Alice comenzo a brillar.
De inmediato Dracco tenía los ojos rojos, del color de la sangre.
Un tatuaje sobre el dorso de la mano era visible.
Una estrella, luego una flecha hacia abajo, una estrella de cinco puntas invertida.
Y a la mitad de la flecha sobresalían dos alas demoniacas.
"El descenso de la estrella matutina, y el ascenso como el rey del inframundo"
Le susurró Dracco.
Y comenzo a correr hacía el acantilado.
Alice grito.
Dracco se habia arrojado.
Solo plumas negras calleron sobre ella.
Y entonces Alie grito...

— Dracco!!— Exclamo sentándose de golpe en la cama.
El chico le tomo la mano.
Estaba justo al lado de ella.
Viendola dormir, cuidandola.
— Alice! Estas bien?! Aquí estoy.— Dracco se sentó justo al lado de ella.
Y la abrazó.
Alice se sentía de alguna manera extraña y aterrada.

Tomo al chico por las mejillas y lo observó detenidamente.
Sus ojos eran verdes, quiza el tono mas hermoso de todos los verdes.
Su cabello rubio rojizo estaba algo oscuro.
Alice pudo observar que la raíz de su cabello era de un tono mas dorado, como un rubio oscuro.
Busco él rosario de cuarzo entre su pecho y lo tomó entre sus dos manos.
— Alice!— Se sorprendió un poco.
Se iba a apartar.

Pero noto la fuerza con la que tomaba su rosario.
Ese regalo que le habían dado sus padres en su tierra natal.
Practicamente cuando nació.
La chica miro a Dracco sobresaltada.
De inmediato solto él rosario y se recostó de nuevo sobre la cama.
— Tuve una pesadilla.— Susurró.
Dracco se acerco mas.
— No te preocupes, las pesadillas son las mejores, te muestran tu debilidad, así en la vida real podrías luchar por vencer ese miedo.— Alice recordo los ojos rojos de Dracco en el sueño.
Eran aterradores.
Con una pupila alargada, como los ojos de un lagarto.
Sin embargo eran rojos.
Escarlata.
— Tengo miedo... Ya no sé cuál es la realidad y cual el sueño.— Era sierto.
Por lo que tenía entrnfido, en la realidad no había magia.
Bueno, no para el ojo humano.
En su vida, antes de que pasara todo eso, no se tenía que preocupar por demonios o cosas así.
Esta vez tenía miedo.
De que su vida ya no fuera la misma.
— Tranquila Alice.— Lo dijo casí sin abrir sus labios.
La chica no paraba de mirar sus ojos.
Como era posible que fueran de un color tan hermoso.
Tanto que si quisiera dibujarlo, no encontraria el color exacto.
— Quisiera dibujarte.— Solto asi sin más.
Y al escuchar lo que la chica dijo, Dracco se sonrojo.
No podía ocultarlo, su piel era blanca, y era difícil no sonrojarse ante ella.
Alice también sé puso roja.
— Disculpa! No quize... Quiero decir no fue mi intención... Yo solo...— Dracco le sonrió.
— Sería perfecto.— La cara de vergüenza de Alice cambió totalmente a una de sorpresa.
— Lo dices encerio?— La puerta se abrio.
Max y Kim entraron.
La segunda salió a abrazar a la chica.
— Oh! Alice estuviste fantástica! No sabía que podías hacer eso, estoy orgullosa de que hayas liberado ese hechizo.— Hacía días que su amiga no le daba un abrazo así.
Nisiquiera recordaba cuándo habia llegado a México.

Solo sabía que en esos momentos estaba en su habitación del santuario.
Con su amiga sentada sobre un lado de su cama.
Y... Dracco sobre él otro.
Por qué Dracco la estaba cuidando y no su hermano?
O su amiga?
«¿Por qe tanto interes en mí?» Pensó Alice mientras veía sonreír al chico ante la reacción de Kim.

Por que se la hacía hermoso aquel chico?
Por que Dracco provocaba algo dentro de ella?
Por que... Por que estaba ahí?
— Quizimos entrar a verte, pero Ronald nos dijo que con Dracco ibas a estar bien.— De nuevo.
Ahí estaba.
El nombre de Dracco.
Se escuchaba tan fluido, tan libre, tan... Hermoso.

Alice se sento sobre la cama.
Su amiga no paraba dé contarle cómo es que la iglesia se había incendiado totalmente, desde los simientos hasta la punta.
De cómo había hecho estallar a esas gárgolas.
Sonrió por un instante.
Y le sonrió a Dracco.
El no la veía.
Lo cual era perferco para grabarse su perfil de memoria.

Arcángel 1: FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora