~Año 977
Cerca de lo que sería Francia~Una mañana hermosa.
La pradera era de un color verde esmeralda.
Salpicada de las gotas de rocío.
Todo en sí, era precioso.
Un niño paso corriendo entre la hierba alta, estaba bastante alegre, lleno de vida.
Su cabello acariciaba a las suaves hojas que comenzaban a crecer desde el suelo hasta medio metro.
El chico tenía un largo cabello color azabache.
Ondeando en el aire como un estandarte de oscuridad.
El estaba vestido de la forma en la que se hacía en él siglo X, nada fuera de lo común.
Sin trajes carisimos ni capas pulcramente lisas.
Y esto se debía a que la familia del chico no era rica, nisiquiera de clase media.
Ellos eran la clase mas pobre en por así decirlo, "él reino"
La madre del chico trabajaba lavando las ropas de los soldados del ejército.
Algunas veces remendaba los trajes o hacía vestidos.
Pero a pesar de ser tan humilde, la madre lo ofiaba, odiaba al muchacho.
El padre trabajaba sirviendole a la realeza, pero a pesar de su tan "importante" cargo ganaban aprnas para comer un pan.
Y bueno, su madre odiaba al joven chico, apenas de quince años.
No por que le había hecho algo, o por que se portaba mal, al contrario, era un chico listo y educado.
Pero a la madre no le gustaba escuchar que a su hijo lo llamarán Brujo o hechizero, o incluso vampiro.
Y esto era por que él chico, aparte de tener un cabello tan negro como la noche misma, tenía una piel palida, tqn blanca como la nieve.
Y sus ojos, de los que mas se hablaba.
Eran rojos, escarlata, y muy intenso, casí del tono de la sangre.
Pero a pesar de las envidias de la belleza del chico y comentarios negativos que le hacían, el era feliz, muy feliz.Por la pradera corria, el viento acariciando su roatro.
A pesar de ser un chico, tenia unos pómulos perfectos, una nariz fina, labios un poco delgados y con un tono blanco.
Casí parecía un muerto, pero él seguía siendo humano.
Tenía unas pestañas largas y cejas del mismo color que su cabello, del carboncillo mismo.
Una sonrisa se dibujaba en su rostro, al ir detras de una bella mariposa azul.
Casi parecía que sus alas fueran de cristal.
Al chico le encantaban todas las cosas qué tuvieran alas.
Le facinaba ver como esas extremidades se movían con una elegancia y delicadeza, que simulaba estar nadando en el viento.
El no quería atrapar a la mariposa para atraparla, y mucho menos para matarla, el solo quería observar mas de cerca el extraño movimiento de las alas de aquella mariposa.
— Ven aquí, Asriel— Él ya conocía a esa mariposa, era su fiel amigo, Asriel.
Por que le puso ese nombre?
Se debía a que una vez acompaño a su padre al trabajo, el le dijo que se quedará siempre detras de él y que no volteara a ver a nadie.
Nadie en absoluto.
Pero el volteaba a ver los enormes gravados de hermosos ángeles que habian en las paredes.
Debajo de cada uno había un nombre.
Pero hubo uno que le llamo la atención, era un ángel rodeado de cadaveres, llevaba una cruz en la mano.
Y debajo decía su bombre: Azrael, el ángel de la muerte.
A él le pareció hermoso, pues el nombre e incluso la figura de aquel ángel seguían siendo bellísimos.
Y entonces al día siguiente y jugando en la pradera, encontro a esta mariposa, a la cual, la nombro Asriel, en honor a aquel ángel.
Por que él creía, y a pesar de ser algo tétrico, que la muerte era lo mas hermoso que podía haber.
Y esa mariposa representaba aquella hermosura.
Pero en esos momentos recordó algo.
El texto de aquella escritura estaba escrito en Griego antiguo.
Se paró en seco.
— C-Como es que...Como pude leer esa... esa escritura??— Se preguntó así mismo.
Pero algo era curioso, Asriel también se paro y comenzo a revolotear alrededor del chico.
— Y si... Y si toda esa gente tiene razón... Y si... Y si soy un brujo?— Los ojos del chico comenzaron humedecerse.
Y la mariposa se poso en su hombro derecho.
Moviendo las alas lentamente y en distintos periodos de tiempo.
— Tu eres el único que me comprende Asriel, quiza... Debería irme, así no le daría mas problemas a mi madre, creo que eso sería lo mejor.— El chico recobró su sonrisa, y de nuevo salió corriendo.
La mariposa lo seguía de cerca.
Él cielo era de un color lavanda, pues el Sol comenzaba a ocultarse, no había ninguna nube en el cíelo.
Y él chico estaba feliz por eso, odiaba las nubes, ocultaban el verdadero rostro del cielo.
El cuál era infinitamente hermoso.
No necesitaba nubes paa serlo, el simple espectáculo de colores que regalaba la puesta de Sol, era suficiente.

ESTÁS LEYENDO
Arcángel 1: Fuego
Fantasía"El fuego carece de emoción, mas sin embargo es ese fuego, el que aviva las llamas del amor..."