El Hechicero del Mar

266 18 2
                                    


-No sé lo que me ocurre; sólo estoy seguro de que amo al príncipe con todo mi corazón y con toda mi alma; él se ha adueñado de todos mis pensamientos, por lo que quisiera confiarle mi felicidad. ¡Estoy dispuesto a dar todo por él y por conseguir un espíritu eterno! Iré a buscar al hechicero del mar, tal vez él pueda ayudarme. El sirenito se dirigió hacia los remolinos crujientes, detrás de los cuales se encontraba la choza del hechicero. El sirenito tuvo que cruzar aquellos aterradores remolinos para llegar a la choza que se encontraba en medio de la selva misteriosa. La vegetación de ese lugar eran mitad plantas acuáticas, mitad animales, semejantes a víboras sin cabeza. Las ramas eran como brazos largos y pegajosos, esos brazos se sujetaban a todo lo que podían atrapar, y no lo soltaban.

Lleno de miedo el sirenito entrelazó sus brazos sobre el pecho y nadó de este modo, por entre aquellas horribles criaturas. Finalmente llegó a la choza que estaba hecha con huesos de náufragos. – Se a qué has venido – exclamó vio al príncipe – tus aspiraciones son irrazonables, no obstante, te ayudaré dado que te harán desdichado. Deseas librarte de tus aletas de pez y sustituirlas por pies para que el príncipe se enamore de ti, se case contigo y te dé un espíritu eterno. Te prepararé un brebaje que llevarás a tierra antes de que amanezca. Siéntate en la playa y tómalo. En seguida se retorcerán tus aletas y se convertirán en pies, sin embargo, eso te hará padecer como si te partiesen con una espada muy afilada. Todos elogiarán tu hermosura, caminarás ágil y encantadoramente, pero cada uno de tus pasos te causará un inmenso dolor como si caminaras sobre puntas de alfileres, y te harán derramar sangre. Si crees que puedes soportar todas estas dolencias, acepto ayudarte.

– Resistiré – contestó el sirenito con voz temerosa, mientras pensaba en el príncipe, su gran amor hacia él y en el espíritu eterno. – Además te advierto ­­– prosiguió el hechicero – en cuanto te transforme en ser humano, no podrás volver a ser un sireno. Jamás volverás a ver el castillo de tu padre, y si el príncipe, no se une a ti con todo su corazón y todo su espíritu, o si no quiere que un sacerdote bendiga su unión, no contarás con espíritu eterno. Y si es que contrae nupcias con alguien más, tu corazón se destrozará y te convertirás en espuma encima de la cresta de las olas.

– Lo acepto – contestó el sirenito, cuyo semblante se tornó pálido.


El SirentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora