Las Visitas

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A la mañana siguiente  al sirenito le dieron un traje de amazona para que fuese con el príncipe a un viaje a caballo. Así cruzaron los fragantes bosques, y llegaron a las cumbres de las altas montañas. En medio de la diversión y sus risas el sirenito sentía correr la sangre de sus pies. Por la noche, cuando todos dormían, bajó silenciosamente la escalera de mármol y se dirigió a la playa a refrescarse los pies, que le ardían "Está bien – pensaba el sirenito – todo esto que sufro por él valdrá la pena" Más tarde el recuerdo de su padre y hermanos invadió su mente. Cierta noche vio a sus hermanos que, entrelazados de los brazos cantaban tristemente mientras nadaban. El sirenio les hizo señas. Cuando lo reconocieron le contaron toda la pena que les había causado. Regresaron todas las noches, y un día llevaron a la abuela, que desde ya hacía muchos no había sacado la cabeza del agua; también los acompañó el Rey del Mar con su corona de coral. Ambos estiraron sus manos hacia el sirenito pero no se arriesgaron, como los hermanos, a acercarse a la orilla.

                  

Cada día el príncipe adoraba más y más al sirenito; sin embargo lo adoraba como se adora a un niño pequeño, lindo y bueno, sin pensar en algo como casarse con él. No obstante, para que el sirenito tuviera un espíritu eterno y no se transformara en cualquier día en un poco de espuma, era necesario que el príncipe lo tomara como esposo.

"¿No me amas más que a todos los demás?" – parecían decir los expresivos ojos del desdichado sirenito.

"¡Si – le respondía el príncipe – debido a que tienes el corazón más puro y sincero que todos los demás! Tú, que me quieres mucho, te pareces mucho a un joven que vi cierto día; pero al que, sin duda, jamás volveré a ver – decía el príncipe con tristeza y melancolía – Cuando naufragó el buque donde viajaba fui lanzado a tierra por las olas, cerca de un monasterio en el que vivían muchos jóvenes. El más chico de ellos me encontró en la playa y me salvó la vida, pero sólo lo vi en dos ocasiones. Nunca podré amara a otro que no sea él. Tú te pareces mucho a él, de tal manera que algunas veces sustituyes su imagen en mi corazón." El sirenito pensó: "No sabe que yo lo llevé a través de las aguas hasta el monasterio, para salvarlo. ¡Adora a otro! No obstante, ese joven se quedará en un monasterio encerrado de donde no saldrá nunca, tal vez lo olvidará por mí: ¡por mí que lo amaré por siempre y que le dedicaré toda mi vida!"

El SirentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora