05 | Amigos

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Adriana

Me despierto y veo que me he quedado dormida con la sudadera de Noah. Hace una semana que no se nada de él, después de que saliera prácticamente corriendo de la cafetería, pero olvidó su sudadera.

Siendo honesta estaba disfrutando mi tiempo con él, me pareció extraño la forma en que se fue, pero quizás debía irse.

Anoche tenía frío y pues me puse la sudadera: mentira.

Me gusta su olor y creo que él es muy atractivo: verdad.

No sé porqué no dejo de pensar en él, si no me conociera tan bien, diría que me estoy enamorando.

¡Oh, rayos!

Creo que es verdad. Es sólo que nunca antes me había sentido así por un chico, no dejo de pensar en él.

Me quito la sudadera, la doblo y coloco sobre mi mesita de noche. Salgo de la habitación, dispuesta a ver que vamos a desayunar el día de hoy.

Entonces me llega un olor a panqueques recién hechos. Veo a Paolo, él está cocinando.

Sí, él está cocinando. Se ha quedado a vivir en mi apartamento desde que dejó a su padrastro. Por fortuna, tengo una habitación extra.

—¿Sabes cocinar? —pregunto tomando un plato con un porción de panqueques.

—Eso intento —dice.

Entonces veo mi laptop frente a él, está viendo un vídeo instructivo sobre como hacer panqueques.

Tomo un tenedor y pruebo. Inmediatamente jalo una servilleta para escupir.

Están salados.

—¿Cuánta sal le echaste? —pregunto tomando un vaso de leche.

—Sólo dos cucharadas —dice mostrando la mezcla.

—¿Azúcar? —pregunto.

—Una pizca —dice sonriente.

Él apaga la estufa y deja todo en la mesa. Se sienta frente a mí.

—Soy un desastre —dice frotando su cabello.

Estiro mi mano y acaricio la suya.

—Pero sólo cocinando —digo para animarle.

—Tienes razón.

Nos echamos a reír. Él ha sido tan amable y cariñoso conmigo, desde que volvió del campamento, pude ver realmente un enorme cambio en él.

—Comeremos algo en el camino —anuncio poniéndome de pie—. Conozco una linda cafetería.

Hoy iremos a ver a Odette, el día de ayer quiso ir sólo, pero no lo iba a dejar. Así que le prometí que iríamos hoy.

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Cierra la puerta de un portazo. Paolo está molesto.

—No quiere verme —dice frotando su cabello—. Y su padre me amenazo con llamar a la policía si regreso.

—Lo siento —digo poniendo mi mano en su hombro.

—Creo que debería entrar a esa casa y obligarla a que me escuche —expresa mientras empuña su mano derecha—. ¡Sólo quiero disculparme!

Está molesto, lo puedo ver. Realmente me siento mal por él.

Después de un par de minutos, él habla.

—¿Podrías dejarme en la estación de autobuses? —pregunta mientras voltea a verme—. Quiero estar sólo.

—Tengo una idea mejor —digo tendiendo las llaves del auto, puedes llevarte mi auto.

Adriana y Noah © (J #1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora