12 | Un Problema

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Noah

Estaciono en la dirección que Odette me envió. Es el gimnasio en el que ella se entrena. Hago mi camino hacia allí y entonces la veo.

Tan linda cómo siempre cuando entrena con su maillot y leotardos.

—¡Noah! —exclama corriendo hacia mí.

—¡Patito! —digo mientras le doy un fuerte abrazo.

—Me alegra que estés aquí —dice tomando mi mano.

Me guía hasta donde están esos aparatos en los que ella practica su deporte.

—Te preguntarás... —empieza a caminar hacia donde está la barra de equilibrio—, ¿por qué te llamé?

—Por supuesto —respondo un poco desconcertado.

—Como bien sabes —empieza a hablar—, ya no voy a practicar gimnasia artística.

Puedo escuchar un leve atisbo de tristeza en su voz. Tomó esa decisión dos semanas después de poder caminar bien.

—Ahora sólo voy a poder practicar gimnasia rítmica —dice aún pasando su mano por la barra de equilibrio—. Así que, he decidido subirme una vez más.

Ella quiere subirse a la barra.

—Necesito tu ayuda —dice entre pucheros—. Por favor, será la última.

Como voy a negarme a hacer lo que ella quiere.

—¿Seguro que tu entrenador aprobará esto? —pregunto seriamente.

—Tal vez —dice paseándose frente a mí.

Entonces ella se detiene frente a mí, quiere que la ayude a subirse, así que la tomo de la cintura y siento sobre la barra.

Aún se apoya en mi hombro, con su mano derecha.

—Sabes... —empieza a decir sonriente—, él no tuvo la culpa.

La veo confundido, no tengo la menor idea de lo que ha querido decir.

—No entiendo —declaro aún confundido.

—Vi las noticias está mañana —dice aún apoyándose en mis hombros—. Paolo y yo estuvimos en el mismo accidente, pero él no tuvo la culpa.

Me quedo atónito. No tenía idea. Adriana me habría dicho algo.

—¿Eso cambia las cosas? —pregunto ya que deseo saber qué opina de perdonar a Paolo.

—No lo sé —dice sentada sobre la barra—. No he sabido nada de él.

Ella se sienta bien sobre la barra y veo como con una enorme sonrisa se impulsa para ponerse de pie y lo logra. Se tambalea un poco pero usa mi cabeza para su equilibrio, así que le doy mi mano.

—Pero ya lo perdone... —dice aún de pie sobre la barra—, por todo. Supongo que siempre lo voy a amar.

Odette empieza a caminar por la barra, paso a paso, está sonriendo.

Sonriendo de verdad.

Entonces decido ignorar este fuerte pesar en mi pecho, esta tristeza de saber que ella jamás me va amar y de repente me asaltan los recuerdos.

Recuerdos de cuando éramos niños y yo la ayudaba a entrenar.
Inmediatamente siento mi corazón acelerarse, es algo que no debería sentir, bajo la mirada al suelo, pero aún la tomo de su mano pero con más delicadeza.

—Creo que es suficiente —declara al llegar al final de la barra.

Veo la sonrisa en su rostro, lo cual me hace sonreír.

Adriana y Noah © (J #1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora