3.-Cárcel y corredores

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Me gustan los lugares tranquilos, no necesariamente sombríos aclaro. Y recalco ese punto por que me gusta enredarme entre las arquitecturas del silencio. A veces varia de entre la típica construcción sin terminar, hasta los pasillos de un centro comercial en la noche. Justo en esa ultima descripción es donde comienza mi experiencia de hoy.

A unos cuantos kilómetros de mi morada hay un centro comercial de amplias dimensiones, una gran iluminación y variadas tiendas. Suelo escudriñarme en ocasiones donde el aroma del mármol parece ser inyectado en mi cerebro, como heroína. No es difícil por que no poseo una imagen física que proyecte entrenamiento o ejercicio, así que no levanto sospechas de poder brincar tan fácilmente ese muro de nueve metros. Pero para los recién conocidos a mi me gusta decir que aún estoy en forma.

Una vez adentro vislumbre una aura pálida y se-mi transparente, que se paseaba por los pasillos del centro. No le tome importancia y disfrute a mis anchas de los extensos pasillos y múltiples pisos, de los pequeños jardines y los grandes tragaluces.
Hasta que finalmente mire en el centro de un cruce de corredor, la silueta garabateada de un humano pequeño. Cuando me acerque mire la escena encerrada en las lineas de seguridad, y un breve destello cambio mi objetivo. La aurora permanecía atenta a unos metros a mi derecha. Pero tras la pausa, retomo su recorrido por el centro. 

Mire hacia arriba y calcule el angulo, parecía ser que la persona se había suicidado. A juzgar por el removedor que manchaba el grisaseo suelo, concluí que el impacto fue lo suficientemente fuerte para destapar le la cabeza. Una muerte instantánea con un sentimiento previo a la caída de una ave esperando volar.  "Lastima que los hombres no vuelan" pensé, y seguí mi camino ignorando aquella alma triste atrapada en los pasillos del centro comercial, para siempre.




MarianasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora