20.- Atemporal

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Había dejado a Mateo en donde aparecimos mientras di una vuelta rápida a los alrededores, no podía evitar seguir sintiéndome paranoica después de lo sucedido. Pero todo parecía ser seguro incluso, los lugareños parecían atemporales y amables. No se bien en donde estamos pero por las fachadas rusticas y el cableado de luz e Internet me parece estar en un campo de Italia, muchas ovejas, extensas praderas y pequeños amontonamientos de casas.

Para cuando regrese Mateo estaba despierto sentado en el viejo pórtico de la casa más cercana a donde arribamos. Me saludo y con calma entro a la casa, yo me sentí temerosa y le seguí con rapidez pero al llegar, la casa estaba intacta. En realidad todo el acomodo me recordaba a la casa de Ágata, muchas, creo yo incluso que demasiadas, figuras pequeñas, olor a madera de pino y tintes sepias por doquier.

-Es la casa de campo de mis abuelos, aquí estaremos bien, bueno eso supongo.- Contestó Mateo mientras entraba a la cocina. 

Yo mire los alrededores y bueno: Al entrar por el pórtico hay un corredor ligeramente angosto con la sala comedor amplia a si izquierda y la cocina a su derecha. En frente de mi al final del corredor la puerta principal y al lado del corredor mirando la entrada, unas escaleras, estas al pasar por la cocina hacían un angulo pero daban espacio para reposar el refrigerador. La cocina tenia demasiados anaqueles y estantes, es enserio cuando digo demasiados, no podía ver las paredes. Al entrar a la sala vi el típico acomodo de sillones verde ocre cerca del ventanal a mi izquierda y a la derecha un comedor amplio pero con la madera ya acabada. Todo se veía muy interesante sobre todo por que ciertamente, tenia un aspecto viejo y empolvado. 

Mateo entro a la sala con un poco té y me ofreció una taza, me pareció prudente aceptar y con la suficiente confianza a estas alturas. Di un sorbo mientras vislumbraba las fotografías sobre un anaquel abajo de la pintura de un bosque, miraba los rostros de las personas y las extensas familias que ahí se veían.

-¿Donde estas tu?.-Cuestione curiosa.
-No estoy ahí.
-¿Y eso?.
-Bueno, es que hay algo que no te he contado.-Dijo titubeando.-En realidad, mi familia no es Alemana.-Finalizó temeroso.

"¡Ja!, ¡sabia que no era alemán!" pensé.

-Soy un refugiado, en realidad mi padre lo era, huyo de Aleppo cuando yo tenia tres años. Después conoció a mi madrastra y a quienes serian mis abuelos, pero nunca les simpatice.-Dijo mientras tomaba la foto de una pareja.- No eran malas personas, pero el prejuicio suele ser poderoso.
-Es normal ser prejuicioso cuando se vive tan poco.-Conteste.
-¿Tu nunca lo fuiste?
-Claro que si, cuando era niña, hace mucho.
-¿Con quien?
-Con mi maestro.- Puntualice giñando el ojo para que dejara de preguntarme.

Camine por la sala mientras terminaba mi té.

-He pensado que podríamos descansar aquí, y continuar con el entrenamiento.

Me sorprende la propuesta desde dos aspectos. El primero seria el hecho de que todo lo pasado aparentemente lo tiene sin cuidado, y lo siguiente que este tan interesado en seguir entrenando. Veo muchos inconvenientes en todo esto y principalmente me gustaría saber si Riar o Ágata están bien. No importa cuanto tiempo pase, la amistad es un valor que con el tiempo se añeja y atesora.

-¿Que hay de tus abuelos?.- Lo abordo por ahí para que lo medite más afondo.
-Fallecieron hace tanto, mi padre enfermo y murió cuando me gradúe del instituto, mi madre pues, resulto parecerse más a mis abuelos que lo esperado. Solo yo vengo aquí de vez en cuando, muy de vez en cuando.

Mateo me parece interesante en el sentido del ritmo de vida que lleva, parece como si toda esta aventura lo llamara. No es apegado a sus círculos sociales y sus lazos familiares son nulos. Perfecto para empezar desde cero y convertirse en un hechicero, y me parecen demasiadas coincidencias. 

-Esta bien.- Respondo.-Pero debes dormir, mañana retomamos tu entrenamiento.

Mateo sonríe y se aleja con una notable alegría en su pecho.

MarianasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora