14.-Entrenamiento. Hojas de café.

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***

-Marianas, ¡Marianas!.-Se escurre entre las sabanas de una cama.

-¿Que?, ¿¡Que!?.-Replica otra voz destapándose la cara y ordenando sus chinos con las manos.

-No puedo dormir...

-Yo ya no creo poder.- Agrega Marianas mientras se deja caer recostándose en la cama.

La habitación esta en penumbras siendo iluminada por el escaso velo de la luna por la ventana, con la armonía de la noche cantando para ellas. Ambas niñas tapadas por cobijas blancas con unas cuantas manchas de tierra se refugian del frío.

-Marianas....-Se escapa de nuevo desde la otra cama.

-¿Mmm?.

-¿Ya me vas a decir a donde te estas escapando todos estos días?

Marianas se gira dando la espalda a su interrogante.

-Marianas.-Replica emberrinchada.

-Conocí a alguien....

-¿¡A un chico!?.- Se despoja de sus cobijas completamente.

-¡Shhh Serafina!, Te van a oír.- Se reincorpora mirando de frente a Serafina.

Marianas mira los ojos curiosos y bien abiertos de su acompañante, observa como las estrellas se reflejan en sus pupilas. Le es inevitable sonreír y al hacerlo Serafina invade su cama, ambas ríen en silencio mientras se refugian del frío enredándose con las cobijas. Al acomodarse la cama el silencio se proclamo por breves instantes y Marianas suspiro antes de empezar.

-No es un chico, pero si conocí a alguien nuevo.- Dijo mientras miraba las estrellas de su ventana.-Es muy interesante y sabe muchas cosas.

-Es algo así como... ¿Tu mejor amiga?.- Repuso temerosa Serafina.

-No boba.- Le agita el cabello con la mano y vuelven a reír.- Tu eres mi única mejor amiga, no necesito más.- Concluyo con una sonrisa.

-¿Quien es entonces?.- La invadía por completo la curiosidad. 

-Si te digo como se llama, ¿Prometes no decírselo a nadie?.- Miro fijamente hacia los ojos de Serafina, y la seriedad borro la sonrisa de la niña.

-Si, claro.

-Leyka

***

-¿Soñando despierta?.- Irrumpió Ágata.

Yo parpadeo refrescando mi mirada que había permanecido fija en las silueta de los árboles y su contraste con el cielo cósmico de la noche. Estaba sentada en la cornisa de la montaña, un no muy alto escalón nos separaba de los territorios del bosque. Adentro Mateo, Lasser y los gemelos Wiss hablaban al calor de una fogata. En realidad los gemelos Wiss era una manera popular de referirnos al hechicero Riar Wiss, un viejo amigo que conocí unas centenas de años atrás. Mago poderoso en la segmentación de su alma con un curioso compañero, una marioneta que poseía la mitad de su vida y personalidad, dicha adaptación ante los ojos poco entrenados daba la apariencia de ser dos gemelos y de ahí el apodo. Ahora él con ayuda de Ágata vigilaban el entrenamiento de Mateo y de cuando en cuando, aportaban algo a su crecimiento. Mientras yo meditaba a las orillas de la cueva Riar le explicaba a Mateo los pasos para desprenderse material y espiritualmente del mundo de las ilusiones algo que ya había intentado yo, pero claro esta que Mateo y yo no congeniamos muy bien. 

-¿Quieres té?.- Cuestiono Ágata. 

Yo negué con la cabeza y observe a Mateo en silencio. 

-El chico es listo, lo hará bien.

-Estaría mejor con otro maestro. 

-No estoy muy segura de eso.- Replico Ágata dando un sorbo pequeño a su té.- Yo creo que la unión maestro alumno es un camino de mucho aprendizaje para ambos. Hay una razón para la que tu seas maestra de este peculiar alumno Marianas. Quizás no había otro maestro para él o no había otro alumno para ti.

-Vamos muy lento.

-Vamos a buen paso. Los primeros alumnos siempre son los más complicados y tal vez, a los que más amamos.- Dijo mirando las estrellas.

-Leyka sabría que hacer.

Ágata me miro con cierto asombro e incredulidad. También yo estaba sorprendida, tenia vidas que no decía su nombre. 

-Leyka fue un extraordinario mago y mentor, irrepetible en muchos aspectos. Instruyo a muchos magos poderosos y en su viaje solo creo dos alumnos obscuros a los cuales les dio fin él mismo.- Hizo una pausa y recobro el aliento.- Pero a pesar de que no fuiste su primera alumna él te guardo un cariño muy especial, tal vez como nunca a nadie.- Me miro a los ojos.- Y es por eso que tu y solo tu puede ser la maestra del muchacho.

Ágata se puso de pie y se alejo con cuidado por los desniveles de la cueva.



MarianasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora