capitulo 33

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-samu...
-He estado con muy pocas mujeres, andrea  -confesó él-. Era sólo sexo, nada más. Sólo una necesidad que quería satisfacer, así que nunca aprendí a suscitar ese mismo placer en mi pareja. Creí que aprendería con el tiempo, pero no es así.
Andrea se entristeció por él. Con lo orgulloso que era, esa confesión debía de haberle costado mucho; así que ella se puso de pie y se le acercó.
-No sé cómo explicarlo -comenzó, sin atreverse a mirarlo a los ojos-, pero creo que la experiencia no es tan importante, si dos personas sienten... sienten la necesidad de complacerse mutuamente. Me alegro de que no te preocuparas por las demás mujeres, porque es como si yo fuera la primera mujer para ti.
-Eres la primera... en todos los sentidos importantes.
-Entonces, tal vez...
-¿Puedes enseñarme? Haré todo lo que quieras, todo lo que sea necesario para que puedas sentir placer -prometió él, acariciándola-. Yo no disfruto si sé que tú no estás disfrutando conmigo.
-No puedo estar mirándote y enseñarte -dijo ella con timidez.
-No tendrás que hacerlo -respondió él, apagando el cigarrillo y levantándola sin dificultad en sus brazos-. Esta vez me controlaré. ¿Qué quieres que haga?
Andrea  arqueó la espalda, sintiendo la magia que despertaba su ardiente mirada.
-Tú ya lo sabes.
-Sí, creo que sí -asintió él, inclinándose sobre su pezón erecto.
Ella gimió, tensando los músculos, mientras samuel  la saboreaba. Le indicó dónde acariciarla, cómo darle placer con manos y boca. Cuando sus dedos alcanzaron la región más sensible, andrea  tembló como una hoja al viento.
Sus gemidos enloquecían a samuel , pero se concentró en controlar la fiebre de su propio cuerpo mientras seguía besándola, acariciándola. Cuando al fin volvió a llegar a su boca, andrea  lloraba.
El se colocó de nuevo sobre ella, lentamente en esta ocasión, y la sintió arquearse bajo su peso mientras lo abrazaba por las caderas.
-Dulce... -musitó samuel , perdido en aquella imagen.
Andrea tenía los ojos entornados y los labios entreabiertos, hasta que de pronto abrió los ojos de par en par.
-Ssh... cariño, no tengas miedo -dijo él, acariciándola también con la voz- Vamos, cariño, déjame hacerlo. Así, así... No te muevas ahora. Déjame entrar. Déjame tenerte.
Ella gritó y abrió desmesuradamente los ojos, aferrándose a los barrotes de la cama, retorciéndose bajo su cuerpo, gimiendo, hasta que el placer comenzó a crecer dentro de ella.
De pronto, sintió la necesidad de juntar sus caderas a las de él con todas sus fuerzas, mientras todos sus músculos temblaban incontrolablemente y las mejillas se le empapaban de lágrimas.
-¡Abre los ojos, andrea ! -gimió él, y andrea  obedeció, pero sólo pudo ver sus facciones un instante, porque se sintió lanzada a un universo distinto, brillante, colorido... Después, llegó la calma.
Pasaron siglos antes que samuel recuperara la consciencia de su propio cuerpo, del sudor, del temblor de sus brazos y piernas y de los sollozos de andrea .
-¡Oh, Dios mío! ¿Te he hecho daño? Andrea , ¿te he hecho daño?
-No -negó ella con voz casi inaudible y se abrazó a él-. ¡Oh, samuel , nunca había soñado... yo... ha sido estremecedor!
-¿Qué?
-Fue como si me volviera loca. No sabía ni lo que hacía ni lo que decía. Empecé a temblar y no podía controlarme, y entonces... entonces fue como una explosión y sentí como si fuera a morirme de placer.
-La pequeña muerte. Así es como lo llaman los franceses. Yo también lo he sentido, y ha sido la primera vez en mi vida.
-Es un buen nombre. Podría uno morirse de verdad. Ven, vuelve a tumbarte sobre mí. Quiero sentir tu peso.
-¿Así? -preguntó él, tembloroso-. ¿Y si te aplasto?
-No me importaría -respondió ella acariciándole la espalda. Cuando llegó a sus caderas, tuvo que estrecharlo contra ella y empezar a moverse debajo de él-. Samuel, lo siento. No puedo evitarlo.
-Yo estoy tan ardiente como tú -confesó él- Ven -dijo y le separó los muslos para volver a poseerla-. No cierres los ojos. Esta vez, quiero verte.
-¿Ya? ¿Tan pronto?
-A este paso saldremos en el libro de los récords... ¡Oh, Dios! -volvió a gemir.
-Yo también quiero verte -gimió ella.
-Sí...
Su respiración se hacía más entrecortada mientras sus cuerpos se movían al unísono, en un ritmo rápido, fuerte y devastador.
-¡samuel... samuel !
-¡Siéntelo! -gritó él-. ¡Siéntelo! ¡Quiero verte! Quiero ver cómo te deshaces debajo de mí...
Andrea comenzó a temblar violentamente y sus pupilas dilatadas por el deseo cubrían casi por completo el verde de su iris, hasta que lanzó un grito que él imitó apretando después los dientes y tensando hasta el último músculo de su cuerpo. Andrea  se colgó de él con todas sus fuerzas, mientras el mundo se tambaleaba como un ebrio a su alrededor.
-Un día de estos vamos a matamos con este ritmo -susurró él cuando por fin fue capaz de articular palabra.
-No me importa -dijo ella, jugueteando con el vello del pecho masculino, Estás empapado.
-Tú también. Dios mío, no puedo creer lo que he llegado a sentir.
-Yo tampoco -respondió andrea , incorporándose en la cama para mirarlo por fin con tranquilidad.
Samuel abrió los ojos y sonrió al ver su expresión.
-¿Algún comentario?andrea  negó con la cabeza sin dejar de sonreír.
-Creo que me he roto la espalda -comentó él-. ¡andrea ! -exclamó, incorporándose-. ¡Tu cadera!
-Está bien. Sólo me arde un poco. Además, el médico me recomendó hacer ejercicio.
-No sé yo si esta es la clase de ejercicio a la que se refería. ¿Crees que -deberíamos preguntarle?
Con las mejillas arreboladas,andrea le dio un golpe en el centro del pecho, lo que desencadenó una tremenda batalla, que por supuesto ella perdió, deleitada por aquella nueva intimidad.
-Lo recordaré todo la próxima vez -prometió él, recorriendo sus cejas con la yema de los dedos-. No tendrás que volver a enseñarme.
-Eres increíble -comentó ella, aún más ruborizada.
-Tú también. ¿Qué te parece si ahora nos vamos de compras?
-Siempre que pueda apoyarme en mi muleta... Estoy demasiado débil para caminar -añadió ella, sonriendo.
-Entonces, vamos -dijo él, levantándola de la cama en brazos.
-Dime samuel , lo de venir al hotel, ¿fue un impulso o lo tenías planeado?
-Un impulso. No podía soportar más noches como las pasadas. Ducharse con agua fría en pleno invierno no es muy saludable. Además, tenía la impresión de que tú estabas tan inquieta como yo. Hemos tenido demasiados problemas y muy poca intimidad, así que pensé que sería una buena idea intentarlo.
Andrea  se acercó y lo besó suavemente en los labios.
-¿Puedo dormir contigo a partir de ahora?
-Creo que será lo mejor -contestó él, riendo-. Hace mucho frío por la noche como para andar de una habitación a otra. Y ahora vamos a vestirnos. Tengo trabajo-quehacer con los libros en el rancho cuando terminemos las compras.
-¡Eres un aguafiestas!
-Cuanto antes termine con esos libros, antes podremos irnos a la cama -señaló él mientras se ponía los vaqueros.
-¿Y puede saberse entonces por qué andas perdiendo el tiempo? ¡Date prisa!
Samuel  se echó a reír, mirándola. Por primera vez el futuro parecía prometedor.


Cuero y sedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora