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Al llegar a la casa de Calum, Alana no sabía como despedirse.

Su departamento no era ni tan grande ni tan pequeño. Pero se veía cómodo y agradable. Entonces sintió cómo las manos de Calum se posaban en su hombro.

- Oye...grasias -

Ella sonrió y asintió. Y nuevamente se golpeó mentalmente.

- No hay de que - se quedó parada ahí.

Alfrente de Calum, su mano en el hombro de ella.

- Um...te diría que pase pero... -

- No no, está bien, solo vine a acompañarte porque sé que lo necesitas - dijo rápidamente con las mejillas rozadas.


Entonces Calum sintió como una balde de agua fría bajaba por su cabeza.

Cala cthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora