Nerea sintió cómo los estruendos del cielo le se le impregnaban en la espalda. Había dormido, aparentemente, casi toda la noche. No sintió dolor alguno, excepto el las punzantes muñecas aferradas al metal que le estaban doliendo como los mil y un demonios. Suspiró mientras hacía el esfuerzo por sentarse lentamente, no quería lastimarse alguna otra cosa. Su corto cabello estaba despeinado, y se quedaba atrapado en períodos breves con el metal y el barrote incrustado en la pared. Su garganta estaba secándose conforme pasaban los segundos y no podía pensar en otra cosa más que cómo sería salir y ser libre. Allí afuera donde los niños pequeños juegan y los animales corren como si nadie intentara algo contra ellos.
Pero después le vino el recuerdo, porque el sueño era real. O al menos lo había sido.
Claro que Jackson había sido su primera pareja de baile. Entonces lo odió por eso; era ese sentimiento que le vino de un momento a otro, y comprendió que esa era una de las razones por las que lo evitaba a toda costa. Evitaba que se miraran a los ojos, también sonreír frente a él no era una opción. Algunas veces pasaba por sus aposentos y la miraba sin pronunciar palabra, porque ella también se negaba a conversar. Por supuesto, ¿cómo va a conversar tranquilamente una asesina y el hombre que la persiguió? Michael podía ser extraño, y lo era la mayor parte del día. Pero no era ningún idiota, sabía cómo atrapar a los criminales y hacerlos pagar, además era un grandísimo misterio pero también un genio de las bromas. Nerea solía escuchar cómo hablaba con su compañera, Deyna era su nombre. Tal vez, Jackson sabía que Bennett los escuchaba con claridad a través de la puerta, de una forma involuntaria.
La asesina comenzó a pensar que estaba convirtiéndose en filósofa, había muchas preguntas cada vez.
Su corazón retumbó en sus oídos cuando escuchó cómo la puerta se abría. Aunque el sonido era débil, había desarrollado cada uno de sus sentidos. Entonces escuchó cómo caminaba, y sabía quién era; pero no iba a mirarlo. Tenía que evitar su encuentro a toda costa, no escuchar, no ver y no hablar. Claro que ella podía serle indiferente, después de todo le guardaba algo de rencor. Y no sabía la razón exacta.
Nerea miró hacia afuera, evitando encontrarse su mirada a toda costa. Había querido comenzar la lluvia hacía unas horas en aquella ciudad que, ni siquiera sabía si seguían en Londres, donde estaba segura de que Aaron y Brandon se habían esfumado en cuanto ella y la rehén habían desaparecido misteriosamente de la casa de los Thomas. No era difícil de adivinar, por supuesto. Tampoco había recordado a la chica rubia que al parecer habían rescatado también. Después de pensar aquello, estaba a punto de darle la espalda a Michael. Claro estaba que el sueño era más bien un recuerdo que no tenía la menor idea de cómo perdió aquello en su memoria. Pero, debía evitar todo contacto con él sólo hasta su escape. No fuera a ser que una pieza no encajara y terminara cometiendo alguna idiotez.
Apoyó sus hombros sobre la pared, dejando sus piernas dobladas y sus zapatos firmemente en el suelo. Michael esbozó una sonrisa sobre su rostro mientras se tomaba el mentón con uno de sus dedos. La asesina podía ser tan necia que le causaba gracia.
—Bonito día.
Anunció Michael divertidamente mientras se dedicaba a caminar en un vaivén a través de la habitación. Nerea frunció las cejas, después se armó de valor para mirar su figura iluminada por las grisáceas ráfagas de un cielo completamente cubierto de nubes. Por supuesto, la lluvia no tardaría en llegar pronto. Su pantalón obscuro se moldeaba perfectamente con su piernas moviéndose en grandes zancadas, entonces Nerea lo evitó, de nuevo.
—Para mí no.
Respondió indiferente, el tono frío que interpretaba helaba la piel de las personas. Pero Michael era demasiado pacifista en esas condiciones. Como el chico del baile que le sostuvo los brazos mientras se movía buscando el ritmo.
—Vamos, no seas amargada.
Michael rió suavemente. Nerea no podía entender cómo lograba reír frente a ella, una de las asesinas más reconocidas del mundo. Pero claro, el señor Jackson no era alguien normal.
—Piensas que es lindo porque eres raro.
Ni siquiera sabía la razón de por qué demonios le estaba siguiendo la conversación.
—Seguro. Lo raro es lo más ajeno.
Nerea soltó un bufido mientras se dedicaba a mirar en otra dirección. No podría sostenerle la mirada aunque lo intentara, la idea le inquietaba demasiado. Lo peor era que no sabía por qué. Sabía que seguía arrastrando su mirada a través de su rostro, de su cabello; buscando alguna palabra o frase que ni siquiera tenía idea de lo que quería. Después de todo, Michael tenía razón con las palabras que había dicho.
—¿Por qué sigues hablándome?
Había sentido su aura, su maldita energía y su aroma en sus fosas nasales. No estaba preparada para que se acercara demasiado, mucho menos para evitar su mirada en llamas. Michael se incó a un costado de ella mientras le dedicaba la mirada completamente, tenía tanto poder en la escencia que hizo a Nerea temblar de pies a cabeza ante su presencia. Se llevó una mano al mentón mientras acercaba sus labios a su oído y a su débil cuerpo.
—Porque hago lo que quiero.
Michael sabía que era una mentira, aunque no mientras estuviera dentro del cuartel en Londres. Pero fuera de éste, todo lo que hacía era esperar su libertad. Nerea comenzó a hablar en su mente, ordenaba sus pensamientos mientras se obligaba a detener tal inquietud ante la cercanía del líder. La asesina sabía cuanto le hacía daño estar en contacto con él. Entonces le fue lo más indiferente que pudo.
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Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]
Fanfiction•Tan cerca de la libertad y tan lejos de la felicidad. Michael no conocía la magia, no sabía lo que era sentirse satisfecho en un mundo tan terminado y deprimente. Tan injusto y lúgubre, deseoso de terminar la vida. Se entregó como un policía encub...