Hacía mucho tiempo que no pensaba en ella. Llegó como una brisa sombría, y sintió como si le rasguñaran el antebrazo hasta llegar al codo. Parecía que se estaba desangrando en el interior, porque todavía le dolía. No podía evitar aún escucharle la risa, o la sonora voz que adoptó cuando era una niña. Michael se estremecía cada vez que pensaba en la última vez que miró sus ojos ámbar, mientras jugaba haciendo gestos, saltando y jugando con el globo que en su interior portaba agua. Sólo estaban jugando una guerra, en el patio de la casa; era tan pequeña que le veía las coletas detrás de la cabeza, cómo se movía su cabello cuando reía y se recostaba en el césped para mirar figuras en las nubes. Evadía cualquier pensamiento acerca de ella, porque le daba la impresión de que sus heridas con respecto a Christy comenzaban a escocerse con sus lágrimas; porque sentía que iban a abrirse, de nuevo.
Recordó la manera en que miró a su padre, atónito, diciendo que se habían llevado a Christy y no sabía a dónde; según él, la recogieron de la forma más natural y se largaron. Pero Joe no estaba sobrio, al contrario. Cuando entró en la casa, el olor de la cerveza le penetró las fosas nasales y mientras apoyaba el antebrazo en el libro de Historia en su último año de secundaria, estaba esperando una paliza que casi siempre llegaba. Desde aquel día estaba alerta, para cuando su madre llegara más tarde y entonces la defendería. Pero no había regresado del trabajo aún, el día del secuestro. Aquella noche, el hecho de que Kate haya tomado un par de horas extras era una mala noticia. Justamente cuando su hermana pequeña desapareció.
—¡Carajo, Joe!, ¿qué sucedió con exactitud?
Había gritado, exaltado cuando lo vio llegar bañado en una capa de sudor. La peste parecía la misma cerveza que se había estado bebiendo. Lo peor era que recogió a Christy de sus clases nocturnas, su madre pasaría por ella más tarde, pero al parecer su borracho padre se adelantó. Entonces la voz de Joe se apreciaba en sonidos débiles causados por el cansancio. No podía explicarlo todo de un sólo golpe. Pero debían actuar tan rápido como pudiesen, porque ella estaba en peligro.
No quería que sus recuerdos le abrieran la mente, porque su vida miserable se asomaría a sus ojos como un vago recuerdo que sepultó en los rincones de su mente dañada y su corazón que hacía mucho tiempo estaba destrozado. Entonces se obligó a concentrarse, porque aquello quería decir una esperanza para él. Sin embargo, no dejaba de avivar aquel recuerdo, lo tenía tan presente que sentía el sudor en las palmas de las manos, cuando Joe comenzó a sollozar y llamarlo pidiendo ayuda. Sólo podía escuchar su corazón latiendo, la brisa del viento y una gran angustia dentro de su garganta. Era como si la nuez bajo la piel de su cuello luchara por salir, una, dos, tres veces donde parecía ahogarse con su propia lengua.
Sostenía débilmente el papel sobre sus manos que temblaban y se estremecían cada tanto, el pulso lo sentía tan cerca de las sienes que creyó que cambió su lugar. De darle tantas vueltas al asunto, se dio cuanta de que no tenía la más mínima idea de lo que le decía Deyna, que estaba frente a él mirándolo con preocupación. Tampoco notaba la mirada, porque Michael se sentía de pie, con la peor angustia combinada con una gran esperanza de volver a ver a Christy. Aquello también le causaba susto.
—Disculpa, ¿qué has dicho?
Deyna miró a Max, por segunda vez. Se hablaban con la mirada, los obscuros ojos de su hermano se retorcían con curiosidad al mirar a Michael. Entonces se decidieron por contarle lo sucedido.
Nerea no pudo escucharlo todo. Sabía que los tres miembros del cuartel donde se encontraba Michael estaban conversando entre ellos. Parecía una conversación seria, porque hubo un silencio bastante largo, la mujer, Deyna había repetido que ella estaba viva, pero no tenía idea de quién era ella. Casi podía sentir, a través de las paredes, que él estaba temblando. De todas formas tuvo la intuición de que Jackson no la estaba pasando bien, no sabía por qué.
El rugido del viento se volvía fuerte, con cada segundo que pasaba parecía golpear la ventana con más y más fuerza que anteriormente. La noche se había alzado, ya con la luna y su resplandor plateado que inundaba las calles con su gran susurro misterioso mientras los faroles se dedicaban a contrastar con la obscuridad que reinaba en los rincones de las aceras. Los árboles se tambaleaban, en un movimiento donde sus hojas color verde bailaban una danza sin finales, sólo contenían pausas ligeramente estremecedoras. Pensó que, si salía, el helado viento que había comenzado hacía dos días atrás la última vez que habló con Jackson, le congelaría la piel al instante.
Aquella conversación más allá de la puerta le hizo ponerse de pie. Según había escuchado, Jackson tenía una hermana menor; pero él no sabía que aún estaba viva. Creyó que la había perdido para siempre, pero no era así. Aunque había algo más; Anthony secuestró a la pequeña y por esa razón tenían certeza de su existencia.
Anthony era un delincuente, y ella lo sabía a la perfección. Sólo que nunca sintió tanto odio por aquel tipo, en el momento en que le mencionaron. Un despiadado traficante de órganos que no parecía tener piedad alguna de sus víctimas; fueran niños u hombres de brazos fuertes. No podía dejar que la niña muriera, por más que pensara que era absurdo meterse en aquel asunto. Como una desconocida que se interpone entre los chismes más tensos de una revista, o un paparazzi.
—Dejadme hacerlo.
No se percató del tintineo de las esposas al abrir la puerta, fue como un pensamiento vehemente que le obligó a ofrecerse. Quería salvar a la hermanita de Michael, porque no tenía deseos de que terminara como Nathaniel.
Lo hizo por Jackson, aunque no lo admitiera por el momento.
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Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]
Fanfiction•Tan cerca de la libertad y tan lejos de la felicidad. Michael no conocía la magia, no sabía lo que era sentirse satisfecho en un mundo tan terminado y deprimente. Tan injusto y lúgubre, deseoso de terminar la vida. Se entregó como un policía encub...