15▼"Iré... contigo"

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Bennett alzó la barbilla, con firmeza ante lo que había dicho antes. No iba a dejar morir a Christy, porque ni siquiera era una completa adolescente. No como Nathaniel... Tuvo que sacudir su cabeza para despejar su mente de malos recuerdos, estaba tomando una decisión importante. Escuchaba cómo el viento comenzaba sus gemidos a través de la ventana, la manera en que el silencio se extendió en la habitación donde ahora se encontraban cuatro personas y la gran tensión que se formó en sus miradas. Los hermanos cómplices, Max y Deyna la miraron con cierta furia mezclada con un alarmante sentimiento de horror al verla ahí de pie, tan natural que no parecía real. En cambio, el señor Jackson no llevaba una pizca de miedo o indiferencia sobre la diáfana mirada que solía enviarle, era lo contrario. Mezclado con confusión, por supuesto. 

Incluso se tomó el tiempo para analizar cómo vestía la noche aquella. Aquellos pantalones obscuros parecían intactos como la primera vez que lo miró; creyó que sus piernas eran perfectas. Los rulos le caían en las sienes, eran de un color tan obscuro que necesitaba aclarar la vista. Sus ojos, grandes y en un color marrón obscuro pero brillante no dejaron de mirarle en cuanto atravesó la puerta de madera que los separaba. Soportaré las ganas de plantarte un beso, pensó Nerea, sorprendida por sus pensamientos que ciertas veces no reconocía que era capaz. Claramente no iba a negar que el señor Jackson era atractivo, desde sus cabellos que rogaban liberarse dentro de una desordenada coleta hasta aquellos zapatos formales que siempre solía portar junto a sus calcetines en blanco. Supo que ya era todo un hombre. 

Nerea se quedó de pie, ante el umbral que dejaba entrar la luz nocturna. Algunas veces podían ser tan idiotas que no le ponían cerrojo a la puerta.

Mientras miraba cómo el señor Jackson le analizaba, Deyna sostuvo el arma apuntando hacia ella. Cuando volteó, mantuvo la vista en el hoyo que fácilmente se abriría paso a su frente; o a su pecho, lo que la matara primero. Los ojos de la pelirroja estaban amenazándole, insistiendo en que guardara distancia, porque si no, un sólo tiro y se iría de espaldas. Con la sangre que dejó de recorrerla por las venas. Pero por suerte, Jackson la detuvo.

  —Baja el arma. 

Dijo fríamente, interrumpiendo cualquier silencio que estuviera reinando aquella noche. Con una mueca, la mujer hizo que el hoyo de la pistola le apuntara cada vez menos, hasta llegar a su bolsillo donde se situó antes de la amenaza. Los ojos de la asesina brillaron con fuerza, esperanzada de que la dejaran cumplir aquella misión. Y es que tenía deseos de salvar a una persona. El hermano de aquella sólo se dedicaba a observar la escena, sin ninguna expresión en el rostro. Pudo sentir que él también estaba tenso. Sólo Michael parecía relajado, lo notó sobre sus brazos que se alineaban a la perfección con sus hombros. 

  —¿Por qué quieres hacer esto? 

Preguntó Deyna, con un tono indiferente. No tengo razones para responder, pensó Nerea. 

  —Déjenos a solas.

Vaya Jackson, me sorprendes, dijo dentro de sí. Al parecer, él era lo bastante misterioso. Como un fósil enterrado hacía millones de años y una persona quisiera saber absolutamente todo su pasado. Era algo como eso. Después de unos segundos, ambos hermanos salieron en silencio por una de las cuatro puertas que había en aquella sala de estar. No estaba segura de si era una casa o un departamento, pero aquello ya carecía de importancia. 

  —Te dejaré hacerlo. 

Nerea alzó la mirada, encontrando la suya. Está seguro de eso, pensó. Aquello le sorprendió, creyó que le haría millones de preguntas para dejarla ir, o la sometería a unas cuantas pruebas psicológicas en las que él era bastante experto. Porque sabía que en el pasado se graduó en la universidad y obtuvo un título en psicología. 

  —¿Tan fácilmente? 

  —Sé que no le harás daño. Tampoco a mí.

¿Cómo es que estaba tan seguro? ¿acaso confiaba en ella? Parecía que se le olvidaba que era una asesina. Entonces las palabras de Jackson resonaron en su cabeza "Lo raro es lo más ajeno", tenía razón, porque él era bastante extraño, fuera de lugar; combinado con un completo misterio que no se atrevía a deslizar pistas por los labios. Entonces avanzó, dando zancadas hacia ella y deteniéndose justamente a unos centímetros de la asesina. Nerea pudo sentir la manera en que la llave diminuta se introducía en el hoyo pequeño que llevaban las esposas, entonces sus manos se vieron liberadas y cayeron hacia su regazo con una pesadez que no había sentido desde hacía unas semanas, porque los aros de metal le obligaban a mantener las extremidades juntas y en tensión. Pudo flexionar los dedos, sintiendo el escozor blandirse en los huesos de las manos, era como si el tono morado desapareciera. Pero Jackson no le quitó los ojos de encima, parecía aferrado a la idea de mantener la mirada hacia su rostro, Nerea no entendía su juego.

   —¿Cómo se que no vas a traicionarme? 

Susurró, casi de forma inaudible. Michael se mantenía erguido, con la espalda recta y las piernas separadas ligeramente, en una posición que esperaba cualquier cosa que pasara en un instante. Nerea miró cómo sus labios se apretaban alrededor de sus bordes, como una tentación que se asomaba entre palabras y suspiros, la noche era lo mejor que ocurría en aquel momento. Más su cercanía que hacía bombear el corazón en el pecho. 

  —Porque ya te habría asesinado. 

Nerea no podía saber por qué le seguía la conversación, estando tan cerca de él. Las palabras salieron de sus labios con un énfasis cada una de sus pronunciaciones. Fue entonces que, ante sus ojos apareció la deslumbrante sonrisa del señor Jackson; fue suficiente para que avivara las llamas de sus recuerdos.







Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora