1▼"Secuestro y... ¿escape?"

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   Había charcos de agua a lo largo del camino. Las gotas se estrellaban sonoramente en el suelo a la luz de la Luna y sólo los faros podían iluminar escasamente las obscuras calles de Londres. Era una buena estrategia haber elegido aquel día para tomar como rehén a la rubia hija del Mayor, si quería obtener de nuevo a la chica debía pagar por ello. Y mucho. Nerea la sostuvo por los hombros con fuerza, aunque era sumamente delgada, y tenía el cuerpo como las mujeres deseaban justamente. Brandon ayudó a Nerea con aquel cuerpo que, más bien, parecía un costal con vestiduras cortas después de haberle administrado un poco de veneno para dormir. Desde luego, aquel trabajo iba a ser duro y tardío, pero el problema era que los Agentes los estaban buscando. Tenían que cuidarse lo mejor posible. Nerea sentía que podían observarlos si usaban una simple bola de cristal, no le atemorizaba; le preocupaba. Llegaron al auto, donde depositaron a la joven en el asiento trasero. Nerea tomó de sus muñecas y atravesó una cuerda larga sobre ellas. Haciendo nudos y nudos sobre las manos huesudas de la muchacha, Nerea tuvo aquella sensación de nuevo. El agua le caía sobre su corta cabellera, ya que, odiaba que el cabello largo se atravesara ante sus ojos durante un combate.

   Se apresuró a terminar los nudos en los tobillos, los tacones de la rubia amenazaban picoteando su pierna cubierta por un pantalón militar que, claramente había hurtado. Cerró la puerta del coche, dejando que unas cuantas gotas le salpicaran la ropa que ya de por sí estaba algo húmeda. Brandon encendió el vehículo cuando ella ya se encontraba dentro. El crujido del cinturón hizo un estruendo junto al motor y los neumáticos rozaron el asfalto a toda velocidad.

   La hurtada casa de Aaron se alzó ante sus ojos. Parecía antigua, pues se revestía de ladrillos color arena y las ventanas estaban rodeadas de metal obscuro que reflejaba los rayos azul eléctrico. Los dueños habían muerto en un asalto que provocó aquel genio del robo. Según se decía que había sido provocado por un humo venenoso que alguien misterioso había internado bajo su cama. Tardó dos días en quedar purificada. Después sólo la usaban para reuniones y secuestros temporales. Notó cómo la lluvia azulada se colaba por entre los ladrillos y las calles testas de cristales líquidos.

   —Tenemos que apurarnos.

   Nerea habló en un corto susurro. Brandon se dedicó a apagar el motor, su acompañante salió rápidamente y, cerrando de un portazo tocó a la puerta obscura de la casa repetidas veces. Su cabello se le pegó a las mejillas justo cuando el agua penetró la capucha del suéter. Los ojos negros de Aaron resplandecieron a la luz de la luna plateada entre una rendija que se abrió en la parte superior de la puerta y, después de analizar a la muchacha se escuchó el grande pomo dorado girar, las cadenas caer pesadamente, al final retumbó en sus oídos el crujir de la puerta. Cuando menos lo recordó, Brandon estaba detrás de ella, entrando a la casa con la muchacha sobre los brazos.

   —¿Qué tenemos aquí?

La obscura mirada de Aaron recorrió el cuerpo de la chica desmayada con rapidez y descaro. Nerea, indiferente a cualquier gesto que hicieran ambos hombres, avanzó por el pasillo principal dando grandes zancadas y sus pasos resonando en el suelo. A pesar de que era profesional en asesinatos silenciosos, no podía evitar ser ruidosa al caminar. Lo único que deseaba en aquel momento era dejar todo por detrás y mirar a través de la lluvia esperando encontrar una forma de escapar.

   —Bennett, te toca vigilar a la chica.

   —De acuerdo.

   De todas maneras no puedo dormir, pensó Nerea mientras avanzaba detrás de Brandon. Dentro de la habitación, sólo descansaba una cama bastante sencilla e individual en una de las obscuras y deprimentes esquinas. El hombre de cabellos castaños avanzó hacia la cama y depositó a la dormida muchacha sobre ella. Cuando la puerta se cerró, las paredes blancas acogieron a Nerea y a su acompañante, todavía con la lluvia sonando afuera.

   Nerea dejó caer la mochila en el suelo, con un ruido sordo que pareció expandirse por los azulejos. Estaba cargada de armas, y el dolor se acumuló en sus hombros. No había dormido en los últimos dos días, estaban tan alertas para cuando los Agentes aparecieran, se mantenían esperando una sorpresa. La mujer se sentó en el suelo, con la vista a la ventana y vigilando cada dos minutos a la pobre chica arrinconada en las mantas. Nerea soltó un suspiro y dejó que su cabeza descansara sobre la pared. El viento era libre, desde afuera se colaba por la ventana y le erizaba la piel de sus brazos descubiertos. La luz de la luna alumbraba una pequeña parte del cuarto en los colores del mar, con un gran silencio que nadie podía interrumpir.

   Ella no tenía miedo, pero deseaba ser libre. No podía recordar cómo había terminado envuelta en aquel embrollo en el que se había metido unos años atrás. Era como uno de los enigmas de su vida, y sólo se enteró de cuál era su nombre. Ni siquiera sabía si tenía padres, pero eso no importaba mientras formara parte de aquel grupo; porque ni siquiera sabía a dónde dirigirse. El revólver descansó sobre el cinturón de militar que llevaban sus pantalones, y sus manos de piel pálida se alumbraron con el calor corporal y los azulados rayos que caían sobre la habitación. Los azulejos reflejaron las estrellas, y Nerea tuvo la sensación de comenzar a soñar despierta. Se imaginó sobre el césped, a millones de kilómetros de Londres. Con los brazos detrás de la cabeza, con una vestidura tan sencilla y ligera que le diera la impresión de estar desnuda. Sus piernas sin cicatrices y la espalda sin cortes que alguna vez sangraron a los ojos de alguien. El cabello tan largo que no pudiera sostenerlo con cualquier broche, pues no necesitaba combatir en aquella paz en la que se había hundido desde que escapó.

   Pero de nuevo volvió la vista a la realidad, con aquel sonido que hizo despertar su guardia y tener sus manos alerta junto a la daga que guardaba además del revólver. Suspiró cuando se percató de que los ojos azules de la rubia muchacha le miraron con temor. Aquello era tan desagradable.

   —No me haga daño, se lo suplico.

   La voz de la rubia hizo que sus ojos se salpicaran de compasión.

   —No lo haré, niña.

   Nerea se relajó cuando miró que aquella chica se recargaba en la pared, todavía atada de muñecas y tobillos. Pero era tan delgada que le era fácil acomodarse con las sogas, no tanto para poder ponerse de pie.

   —¿Quién es usted?

   Preguntó temerosa. Nerea se preguntó por qué no podía cerrar la boca de una maldita vez.

   —Nerea Bennett.

   Respondió, indiferente. Por el rabillo del ojo, observó cómo el semblante de la secuestrada se llenaba de temor. Le causaba gracia el ver cómo se asustaban las víctimas cuando ni siquiera estaba de humor para matar.

   —¿Usted me secuestró?

   Estaba a punto de hartarse de aquella. No soportaría una pregunta más.

   —No.

   Entonces, una idea tan radiante le surgió sobre cualquier triste pensamiento que escondía. Nerea Bennett tenía un plan para escapar, y debía hacerlo en ese momento. Porque, ¿qué pasaría si liberara a la chica y lo hacía ver como un escape? dirían que fue lista y se escabulló por el balcón. Y, ¿quién además de ella estaría capacitada para encontrar víctimas? esa era su oportunidad. No pudo evitar sonreír con una gran ilusión cargada en las facciones. Nerea miró fugazmente a la rubia que tenía la mirada puesta en el suelo.

   —¿Te gustaría escapar?

   La chica frunció el ceño, pero no respondió.

   —Te he preguntado algo.

   Repitió Nerea, entonces la joven ladeó la cabeza.

   —Sí, pero sería ilógico porque se supone que estoy secuestrada.

   Nerea bufó y se puso de pie. La chica rubia se estremeció cuando vio a aquella brutal asesina caminar hacia ella.

   —No hagas preguntas y obedece a lo que te diga.

   Dijo fríamente, después tomó la daga de su bolsillo izquierdo y comenzó a raspar con el filo la superficie de las cuerdas.

   —¿Por qué haces esto?

   Pero ella no contestó.



Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora