9▼"Misteriosa atención"

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Nerea había despertado cerca de las siete de la mañana y, aunque no lo sabía con exactitud pudo deducir la hora por la posición del sol que comenzaba a salir entre los edificios de la ciudad. Los colores del cielo eran azulados de tono muy obscuro y las luces de los edificios estaban siendo camufladas por la luz natural. Notó que los autos ya comenzaban a andar entre las calles y a las personas se paseaban tontamente a través de las tiendas comerciales. Desde la cama se apreciaba mortecinamente el panorama de Nueva York.

Dio un sutil giro sobre la cama, entonces se dio cuenta de que había dormido exactamente en la misma posición toda la noche. Su brazo izquierdo dolía con una punzada que le incomodaba, como sentir que la sábana seguía impregnada en su cuerpo, entonces tuvo la sensación de que descansaba de una forma extraña. Ahora estaba recargada en el costado contrario, fácilmente podía caer de la cama con un movimiento pequeño. Pero entonces detuvo ella misma su tiempo y espacio para apreciar lo que estaba sobre el pequeño mueble a un costado de la puerta.

Se levantó como pudo, pues no era demasiado fácil ponerse de pie a esas alturas con hambre y cansancio físico causado por el hambre. Además sus manos permanecían aprisionadas por las esposas color plata bastante reforzadas. Eso era una señal de que poco a poco le irían dejando libre, sin menos cadenas; porque sabían que lo que menos quería en aquellos momentos era matar. Cuando por fin sus pies extrañamente descalzos —no sabía por qué razón no llevaba sus botas—, pudo sentir con mejor tacto el suelo de azulejo del color de la espuma debajo de sus plantas enrojecidas por el helado viento que le recorría recientemente.

Sobre el mueble descansaba un libro de pasta gruesa, era un color extraño y no llevaba título. El contenido se mostraba extenso, le calculó poco más de seiscientas hojas en color amarillento que le provocó demasiada curiosidad. A su lado, había un plato de comida; patatas, verduras y un trozo de carne estaban sobre él. Tampoco se olvidaron de dejarle algo de beber, agua pura que, según su tacto con una de las gotas de cristal no llevaba ningún componente que pudiera hacerle daño.

Acarició suavemente la superficie del forro que llevaba el libro. Parecía recién comprado en alguna librería adinerada, aunque no quiso investigar demasiado; después pasó las yemas de sus dedos delicadamente por encima de las hojas amarillentas bien conservadas. No había nada escrito en la primera página, era tan pura que pareció ver sus pensamientos en la simple hoja que alguien colocó allí por estética al volumen. Aunque tuvo que utilizar las dos manos para poder camiar de hoja, no le era molesto tener que llevar sus manos juntas para poder buscar el título.

Se asomaba el nombre que llevaba dicho libro en unas letras grandes, impresas en color negro con estética de una máquina de escribir. El título era "La muerte del rey nefasto" pero , aún más curioso era el autor, porque decía que era anónimo. Una fuerte curiosidad por leerlo fue lo último que percibió en su mente, porque ya estaba sentada sobre la cama, con el grueso volumen sobre sus manos y un gran toque de ilusión que le salpicaba los ojos y bañaba la habitación. Había dado tres viajes cortos para poder llevar la comida hasta la cama, para aquel entonces ya había dado varios mordiscos al trozo de carne y el vaso de agua estaba a la mitad.

La historia comenzaba con un entierro, sobre un ataúd fuerte en colores del cielo incrustado en piedras preciosas y las joyas más costosas que se podían encontrar. Después aparecía el, según dedujo, el personaje principal. El sobrino del rey nefasto estaba a un costado del lugar donde había sido enterrado su tío que más bien parecía un lejano pariente. Nerea acomodó las piernas y siguió leyendo hasta que su vista se cansó. Deseaba seguir la historia, pero sus sienes dolían y daban punzadas, entonces dejó el libro a su lado para después quedarse mirando el techo.

Cuando se enderezó para acomodar su cuerpo sobre la cama, recordó el sueño que más bien era su pasado. No tenía idea de por qué comenzaba a recordar todo aquello hasta ese momento, la vida siempre le parecía confusa y acababa tomando decisiones terriblemente decepcionantes. Hubo un momento en que sintió todas las voces colarse dentro de sus oídos, la manera en que gritaban y se reían. Daban carcajadas al mirar su atuendo y sus libros avanzados de los que no entendían una sola palabra. Entonces cerró los ojos e intentó pensar en la historia o en otra cosa que mantuviera sus pensamientos ocupados.

Pero se decepcionó en cuanto la sonrisa de Jackson apareció dentro de su mente. Se negó cualquier emoción hacia aquel hombre que no había visto a lo largo de la mañana y parte de la tarde. No debía tener ningun sentimiento hacia él. Porque era imposible que gustase de ella y viceversa. Admitía que sus ojos tenían algo que le atraía hacia su mirada que siempre parecía estar en llamas, ardiendo sobre las brazas de algún pensamiento. 



Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora