Primer amor.

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—¿Tom, Tom?— susurraba entre los arbustos —Te traje un sándwich de mantequilla de maní y banana, sal ya o me lo voy a comer yo. —Tom saltó de entre los arbustos y se colgó de mi cuello, era gracioso que fuera tan pequeñito, el era mayor que yo y yo era más alta que él por 20 centímetros.

—Amy, qué gusto. Hace 16 horas que no te veía. —Tom sonreía y se le hacían unos hoyuelos tan hermosos en el rostro, que me hubiera encantado tenerlos en el mío.

—¿Las cuentas?— pregunté impresionada.

—Por supuesto, es el tiempo que llevo sin comer. Cada hora es eterna.

—Ay Tom, voy a empezar a creer que no me buscas porque quieres jugar conmigo.

—Jajaja ay Amy, voy a empezar a creer que sólo te gusta jugar conmigo y vaya que lo haces— sonreía de manera pícara.

—¿Qué dijiste Tom?

—Nada, es decir ¿qué vamos a hacer hoy?

—Bueno, planeaba ir a jugar detrás del durazno, ayer llovió tan grave que se hizo lodo y supuse que era una buena manera de estrenar los zapatos que mi mamá me compró el Sábado, además tengo una vajilla de porcelana que mi tía Marcela me regalo en Navidad y podemos jugar al té ¿si quieres?

—¿Estás bromeando Amy? No voy a jugar al té contigo, puedo soportar jugar a la mamá y al papá, pero sólo porque llevas comida real para jugar y no tortas de lodo— Tom tenía el rostro paralizado en una mueca de repulsión y su nariz estaba completamente arrugada.

—¿Ah sí? Y cuando tú quieres jugar a los policías y me tacleas como una bestia, ahí nadie dice nada ¿cierto?— grité con todas mis fuerzas y tenía la cara roja y furiosa.

—Jamás te he obligado a jugar conmigo, tú a mí sí.

—No tengo nadie más con quien jugar, mis hermanas piensan que soy muy brusca. Además en ese caso sólo vendrías realmente por la comida. Así no quiero tu amistad, me molestan las personas interesadas y será mejor que entonces no volvamos a vernos— esperaba que mi único mejor amigo dijera algo como "Eh, lo siento no es así" y continúe esperando con la misma cara desorientada de ¿qué? Porque no lo hizo.

—¡Tú nunca has tenido hambre Amy! Nunca la tendrás, ojalá tuviera tus comodidades. Tienes razón, no deberíamos ser amigos— Tom se dio la vuelta y se fue, con todo y mi sándwich por su puesto, sólo me lanzó la servilleta que cayó entre los arbustos. Una vez más Amy Price estaba sola.

Me senté a la sombra de un árbol bajito, donde nos gustaba sentarnos a merendar por las tardes, cuando uno se recostaba podía notar un hueco redondo entre dos ramas y ver el cielo, Tom amaba ver el cielo, siempre soñó con subirse a un avión, meterse en la cabina de vuelo y volar hasta recorrer el mundo.

—¿Amy tú has volado en avión?— recordaba a Tom preguntándome uno de tantos días en los que hablábamos de todo y de nada al mismo tiempo.

—Sí, un par de veces.

—Y ¿qué se siente?— preguntó Tom una vez más con ese brillo en sus ojos, el brillo de imaginar algo nuevo.

—Al principio no sientes nada cuando te sientas en el avión, bueno sólo si estás muy nervioso, sientes como que el espacio es muy pequeño y comienzas a hacerte ideas locas como ¿cómo voy a salir de aquí? Y si se cae el avión ¿a dónde voy a correr? Luego escuchas las turbinas que se encienden y después de un rato comienzas a elevarte esa es la peor parte subir y bajar pero no mientras vas volando la sensación de ir hacia arriba o hacia abajo para mí no es agradable.

—¿Y ya?¿No vas a contarme más?— Tom arrugaba la nariz y el ceño siempre que estaba molesto.

—Mmm, no. Tienes que vivirlo— le decía mientras me reía.

—Eso nunca va a pasar y lo sabes, a no ser que me case contigo— Tom tenía sus manos a los costados y muy lentamente mientras hablaba me tomó de la mano, no sabía qué hacer o cómo reaccionar, de pronto me faltaba el aire y no podía sentir el pasto bajo mi cuerpo. No sabía qué era lo que me estaba pasando pero me dieron ganas de vomitar y mejor le solté la mano. Me levanté y le dije —Tom eso no va a pasar, porque eres mi mejor amigo, mejor será que estudies ¡no seas bobo!— le decía a Tom mientras golpeaba su cabeza con mi puño cerrado como si estuviera vacía, haciendo la típica seña del toc-toc.

Qué bellos eran todos los momentos que pasaban bajo ese árbol, incluso este el día más triste de mi vida hasta entonces, estaba pasando de maravilla viendo atardecer  y oyendo a los pájaros.

—También me gusta verte a ti. — Gritó Tom desde una rama del árbol con una sonrisa de oreja a oreja —No sólo me interesa tu comida. Mi mami cocina más rico, aunque aun así te agradezco infinitamente cada sándwich o cada vaso de jugo o leche que me das. Desde que te conozco he crecido 3 centímetros, probablemente no hubiera sido posible crecer alguno sin haberte conocido. — Tom seguía riéndose de cada uno de sus chistes malos como el primer día —Me gusta ver tu sonrisa, oír tus carcajadas y tu vocecilla tonta decir barbaridades como si fueras una adulta. Es decir, Amy sin mí serías una anciana. Me gusta verte de verdad, cuando no me ves. De no ser porque tengo 11 años y porque he pasado el último año contigo, pensaría que me gustas. — ahora Tom estaba agachado mirando al suelo y sus ojos iban de un lado a otro como cuando no sabía cómo explicar una cosa, luego entrecerró los ojos y continuó —Pero luego recuerdo que eres tú y me dan ganas de vomitar.

—Eres un tonto— me reí, con mi mejor amigo todo era grandioso.






Loving Amy | Amar a AmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora