Costal de penas.

27 1 0
                                    

—Cuando mis padres murieron y me quedé solo, apenas encontraba razones para levantarme de mi cama y volverme a tirar en el sofá. Yo no era más que un desparpajo, un cascaron que una vez fue habitado. Me movía lentamente, con la mirada fija en el suelo. Me enfocaba en cosas muy nulas, vivía mi vida como si por azares del destino las cosas fueran resultando. Me faltaba poco para para terminar la universidad, llevaba diez años sacando notas fenomenales que sin dudas no tenía manera de explicar cómo conseguía. Los conocimientos llegaban a mí como si de osmosis se tratara. Mi ser estaba dividido en dos partes, una que se encargaba de todas esas cosas mundanas como la escuela y mantenerme vivo y otra que muy para mi malestar era la parte dominante, se encargaba de recordarme una y otra vez que estaba solo, que era una basura y había dejado morir a mi pequeño hermano —mi mirada se fijaba una vez más en el suelo, como si la maldita historia estuviera siendo vivida otra vez en ese momento.

— ¿Considera usted señor Freedom que estos recuerdos ayuden en algo a mejorar su situación? Es decir ha pasado mucho tiempo desde que los periódicos se llenaron con la noticia de esa trágica noche, yo también puedo recordarlos. Hay momentos en la vida en que las cosas no tienen otra manera de ser, cosas que sin remedio alguno están escritas para ser así y tenemos que aceptarlas. El periodo de aceptación para su pérdida al parecer aún no ha concluido en su vida, no se ha dado cuenta que hay un mundo a su alrededor que está girando constantemente, día y noche sin parar. Usted debería girar con ese mundo, pero sigue estático en esa noche.

—¿Qué clase de interrogante es esa? Pensé que iba a limitarse a escuchar mi historia. Por supuesto que aún no lo acepto. ¿Ha perdido alguna vez a toda su familia? —mi cara de frustración era imposible— Sabe yo creí que este tipo de terapias de desahogo a uno le venían bien porque puede ir soltando todo aquello que debe dejar atrás, pero no hago más que recordar cosas que muy en el fondo me hacen tanto daño como lo que ahora mismo vivo.

—¿Está usted listo para soltar la cuerda señor Freedom? ¿Está listo para dejarme absorber estos recuerdos como una esponja y usted quedarse únicamente con sus vivencias satisfactorias? —el hombre me miraba ansioso, necesitaba una respuesta de mi parte pero yo no tenía nada sino dudas.

Si alguien más se hubiera encontrado en mis zapatos ese día, si tan sólo la parte dominante que hacía bien su trabajo aún después de tantos años no hubiera estado ahí, en ese Logan Freedom; me hubiera desecho satisfactoriamente de todos esos harapos sucios que llevaba años cargando. Ya era demasiado lo que llevaba en el costal de penas, deseaba por sobre todas las cosas poder prestarle aunque fuera unos minutos ese costal a otro pobre y desdichado hombre. Pero al final del día, seguiría siendo mi carga y de nadie más. Salí corriendo de ese consultorio.

Aún tenía tiempo de sobra antes de que Henri fuera a visitarme, le hacía falta combustible al automóvil así que decidí ir a la estación más lejana. Un buen viento no me haría ningún daño para despejarme de estos sentimientos encontrados. Mientras conducía, recordé que está misma ruta habíamos tomado cuando nos dirigíamos a la luna de miel Amy y yo. Todavía era capaz de oler su delicioso aroma golpeando mi nariz cuando el viento entraba por la ventana contraria. Todavía era capaz de ver el fantasma de Amy acostada en el sillón, mirando las nubes por la ventana. ¿Por qué no se negó aquel día en el altar? ¿Por qué no me fui decepcionado minutos antes de que ella llegara?

Jamás sabría nada de lo que pasaba por esa cabecita suya, ni ese día, ni el primer día, ni ningún otro. Amy era un pozo sin fondo y cuando uno caía dentro de el, podía irse despidiendo de la certidumbre.

Sin embargo, nunca fui tan feliz como ese día. Quizá cuando nacieron mis hijos también fui así de feliz. Pero el sentimiento de rechazo hacía mí, no se comparaba con el sentimiento que nublaba el recuerdo del nacimiento de mis hijos, cuando ella los rechazó.

Fue una luna de miel típica. Entramos a la habitación y supe de inmediato que estaba nerviosa. Yo también lo estaba, era la primera vez. Ella rodaba los ojos inspeccionando el lugar; que por cierto era muy bello, pero nada tan bello como ella esa noche. Tomó una copa, la sirvió hasta el tope y la bebió de un trago. Después se dejó caer contra la cama, cerró los ojos, y sonrió; el mundo giró a mi alrededor mucho más lento que de costumbre.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 01, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Loving Amy | Amar a AmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora