Cuestión de segundos.

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SEGUNDA PARTE – LOGAN

Es increíble como tu vida puede cambiar en cuestión de segundos, en un momento estás seguro de que tu vida es increíble, que has tenido el mejor día y que nada podía arruinarte ese momento. Al otro, te encuentras sumido en una desesperación total, sin saber a dónde ir, dónde ocultarte o a quien llamar. Así me sentí por primera vez en el peor verano de toda mi existencia.

Era agosto, hacía buen clima y por las tardes era una idea maravillosa salir de día de campo. Mis padres, Peter Freedom y Elaia Freedom eran los padres más maravillosos de esta tierra. A su lado, mi hermano y yo nos sentíamos completamente protegidos, vivos y agradecidos con el destino por habernos puesto en su familia.

Mi madre era preciosa, tierna, dulce y sus ojos eran los más bellos de la ciudad, dos grandes pupilas de color azul oscuro te hacían sentirte tranquilo por las noches o arrepentido cuando hacías una travesura. Ella era española, mi padre la había conocido en uno de sus viajes de negocios. Mi abuelo, Federico Prats era un importante socio de la compañía de mi padre en sus inicios, así que cuando mi abuelo invitó a mi padre a una cena de negocios en su casa, él quedó flechado por los preciosos ojos de mi madre. Más tarde se casaron y nacimos mi hermano y yo.

No me gusta mucho hablar de mi hermano, porque es de quien más reciento su pérdida, él era tan joven que nunca me voy a perdonar el no haber hecho algo para salvarlo. Mis padres decidieron llamarlo con un nombre español porque yo ya tenía un nombre americano y ellos querían que las personas supieran que su familia era orgullosamente española también. Su nombre era Abenamar, un nombre bastante romántico por su historia. Él era mucho más rubio que yo, había heredado los rasgos Freedom, muy a pesar de su nombre español. Su cabello en las oscuridad se veía completamente blanco, su piel se veía delicada y transparente, cualquier sentimiento reprimido por él era completamente visible a nuestros ojos a través de su pálida tez. Yo amaba jugar con él en los prados, era mi compañero ideal.

Ese día de campo fue magnífico, jugamos fútbol americano con mi padre toda la tarde, mientras mi madre preparaba el almuerzo, le gustaba colocarlo en una colina donde si decidía quedarse platicando con mi padre aún podía vernos jugar en el arroyo. El lugar era maravilloso, un lugar mágico a primera vista, amplios prados color verde con pequeñas motas color rosa que eran pequeñas flores, un pequeño arroyo que bajaba paralelo a los campos y muchos árboles bajos frutales en cada pequeña colina, que se formaban entre el inicio de un prado y el final de otro. Nada más tranquilizador que ese lugar. Pensé que nunca nada arruinaría el encanto que ese sitio tenía. Estaba equivocado.

La lluvia esa noche cuando nos íbamos a casa era terrible, caía sin dirección alguna y con una intensidad que pocas veces he visto igual. Mi padre conducía sereno y llevábamos más del doble de tiempo intentando llegar a casa del que nos tomaba realmente. Mi madre nos quería tranquilizar con sus canciones, así que entonaba una nana para mi hermano que al ser mucho más pequeño que yo ya tenía que estar dormido. Yo tenía 13 años, así que ya podía tranquilizarme solo, aun cuando sabía que las cosas no iban nada bien. De pronto un chirrido de llantas paralizó el tiempo, desde ese momento fue como si todo se viera en cámara lenta, miré a mi madre y la vi como lentamente volteaba a ver a papá con una cara de preocupación increíble, luego nos miró a mi hermano y a mí y nos dijo que todo estaría bien que sólo la miráramos a ella. Su mano se aferraba a la mano que mi padre tenía en la palanca de velocidades. Entonces sentí como girábamos en dirección hacia el barranco en donde el arroyo terminaba y se unía a ríos más grandes. Todo eso en cuestión de segundos, cuando mi padre supo que no había nada más que pudiera hacer para terminar con los giros entonces también volteó a mirarnos. Cuando el auto se inclinó para caer fue la peor sensación del mundo, al rodar mi madre salió impulsada por la ventana y nadie pudo encontrarla hasta la mañana siguiente cuando ya era demasiado tarde. Mi padre murió instantáneamente cuando el vidrio se rompió e intentando sostener a mi madre cayó sobre el asiento en una mala posición y se rompió el cuello.

Desperté con el recuerdo de mi madre cantando la nana, pero todo era un caos aunque la nana siguiera sonando en mis oídos. Yo estaba tirado en una saliente del barranco, sin saber cómo caí prácticamente intacto ahí, miré hacia todos lados con la esperanza de que mi familia hubiera corrido con la misma suerte, pero sólo me encontré con el auto envuelto en llamas y los alaridos cada vez más profundos de mi hermano golpeando el vidrio para salvar su vida. Corrí a ayudarlo pero cuando bajé de la saliente ya era demasiado tarde, ni los bomberos hubieran podido entrar a rescatarlo porque el auto estalló cuando por fin pude acercarme.

Si tan sólo hubiese sido más rápido, si tan sólo hubiésemos escuchado el pronóstico en la radio, que ignoramos por jugar al fútbol. Entonces toda mi historia sería diferente, pero hay momentos en la vida en los que uno no puede darse el lujo de elegir que camino desea recorrer. Simplemente podemos aceptar lo que la vida tiene para nosotros y agradecer lo bueno que puede salir de cada uno de esos momentos. Como la compañía de mi Amy, que quizá no tendría de no ser porque tiene lástima de mí, el pobre y solitario Logan Freedom.


Loving Amy | Amar a AmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora