Amy observó a ese Robert que había estado imaginando durante años. Parecía nervioso, se frotaba una y otra vez sus nudillos como esperando desaparecer de alguna manera. Una vez más nadie se atrevía a romper el silencio. La cena había llegado hace media hora, la misma que llevaban ambos mirando inquietos sus platillos esperando que al menos un chícharo saltara hacia el tenedor para romper la tensión. Nunca pasaría.
—Así que, ¿siempre supiste dónde estaba? —preguntó Amy nerviosa.
—No, en realidad lo supe poco antes de quedar en coma —contestó Robert por fin recobrando el color que había perdido con los nervios.
—Pero las cartas, ¿realmente no sabías que era yo quien te estaba contestando?
—Las cartas —Robert volvió a mirar nervioso la copa de agua que tenía frente a sus ojos, parecía estar tal y como él porque también transpiraba.
—Sí, las cartas. Apenas puedo creer lo tontos que fuimos. Nos conocíamos tan bien y ni siquiera notamos que hablábamos el uno con el otro —Amy hizo una mueca sonriente y después bajó la cabeza mientras imaginaba las muchas tardes que pasaron hablando.
—Amy, yo sólo envíe una carta —dijo Robert cada vez más apenado, se disponía a continuar cuando...
—¿Cómo que sólo una carta? No esperarás que te lo crea, no tienes por qué mentir. Mi mamá ya no puede hacernos daño. Ella murió hace mucho tiempo —sus ojos por poco se le salían de las órbitas de la impresión y sus manos se aferraban firmemente a las coderas de la silla que eran las únicas que la mantenían a salvo y fuera del borde de un ataque.
—Hace tanto tiempo que la escribí que sinceramente ya no recuerdo que decía Amy. Era para mi madre. Fue la única carta que envíe durante todo este tiempo. Yo tenía, bueno tengo aún mucho resentimiento por lo que me hiciste —Robert apretaba sus puños bajo la mesa.
— ¿Qué? ¿Lo del árbol? Mi madre me obligó.
—¿Quisiera saber exactamente cómo es que te obligó Amy? Porque hasta donde yo recuerdo, tras el intento fallido de tu madre para enviarme a los matones y la buena abofeteada que me propinaste, ella enfermó —Robert apretaba los labios, guardando la figura de una sola línea, su rostro parecía duro y enojado.
—No, yo quisiera saber ¿cómo es que hablé contigo todo ese tiempo, si tú no enviaste más que una sola carta? ¿Es que ahora vas a ocultarte bajo ese pretexto Robert? ¿Sólo para fingir que no me abandonaste cuando como una idiota volvía a enamorarme de ti inconscientemente? —Amy ahora sí estaba furiosa, se había parado de la silla y había hecho un horrible chirrido con las patas de la misma.
—¿Estás loca? No tengo porque ocultarte nada. Aquí la única que busca pretextos eres tú. Nunca escuchas Amy. Yo-no-fui —Enfatizó Robert la última frase.
—Y ¿entonces quién? —preguntó Amy fuera ya de sus casillas.
—¿Cómo voy yo a saberlo? No soy más que un hombre.
—Quiero estar cien por ciento segura de algo entonces —dijo Amy aún con la mirada hacia abajo intentando formular la pregunta adecuada.
—¿De qué? —los hombros de Robert se curvaron hacia adelante en signo de pregunta al igual que sus cejas.
—¿Cuál es tu nombre completo? —Amy esperaba la respuesta con un afán desenfrenado.
—¿Eso importa? ¿Vas a decirme porque me dejaste como a un imbécil esperando por ti bajo ese árbol durante tanto tiempo? Se suponía que escaparíamos, según la nota. Te busqué durante meses. Luego tu familia se mudó a otra casa. Ya no había nadie ahí y nadie quería hablar de ti o de ellos.
—Y exactamente ¿a dónde hubiéramos ido? No tenías ni edad para lavar tus calzoncillos y si esperabas que lo hiciera yo estabas equivocado.
—Por supuesto que no, eso lo sé hacer desde hace mucho tiempo. Además te conozco perfectamente y sé que tú jamás te mojarías un dedo en mugre ajena. Se-ño-ra de so-cie-dad —Robert enfatizaba una vez más, enfadado.
—¿Podrías dejar de hacer eso de las sílabas? Pareces un idiota —Amy entrecerraba los ojos molesta.
-—Y lo soy. Mírame, estuve postrado en una cama como una estatua durante años y no pude despertar sino hasta que llegaste, estoy como un estúpido enamorado de mí mejor amiga. Aquella que nunca va a cambiar. Soy hoy más que nunca miserable, porque dije que jamás volvería a seguirte. Y hoy aquí estoy, parado frente a ti. Exigiéndote una explicación que no puedes darme, me dejaste y si ahora esperas que todo cambie, entonces estás equivocada —Amy no podía creerlo, Robert explotó y se llevó todo consigo—. Agradezco infinitamente que hayas venido hasta acá por mí, que hayas pagado esa cuenta que en cuanto encuentre trabajo te pagaré y bueno esto no tiene más sentido. Yo también pensé que podíamos recuperar algo, pero las heridas del pasado son profundas y quizá nunca sanen.
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Loving Amy | Amar a Amy
Roman d'amourLa historia de Amy y Logan es la historia de un amor truncado, en la que la sociedad fue siempre un punto importante. Una historia en la que para algunos el dinero siempre importó más que los amigos, las buenas intenciones y el amor. ¿Cuántas decis...