La noticia

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Esperé unos segundos en el patio del internado, antes de entrar. Definitivamente, necesitaba salir más a la calle. No recordaba ese olor a césped recién cortado, ni el ruido de los coches pitando. Casi todos los veranos me encerraba en mi habitación y leía o simplemente esperaba a que todo terminara. Que empiecen las clases es un gran alivio, porque llevaba semanas sin ver a tantas personas, solamente a los demás adolescentes del internado o a mis compañeras de habitación.

-Liana, tienes que entrar ya.-Oí que decía el portero.

-Lo sé.

Miré por última vez a mi alrededor y entré. Pasé por secretaría y apunté mi nombre, para que supieran que había llegado-unas normas nuevas-y subí por las escaleras hasta mi habitación.

-Pareces contenta.-Fue lo primero que oí al entrar.

Miré hacia el lugar de donde procedía esa voz. Una de mis compañeras de cuarto, Ana, me miraba fijamente alzando una ceja. Pasé por su lado ignorándola.

-Supongo que te habrá ido bien en tu primer dia de instituto-volvió a hablar-yo empiezo mañana, mi madre me apuntó en uno privado.

-Me alegro por tí.

El internado tiene instituto adjunto, pero las personas que se podían permitir uno fuera de ahí se iban a alguno de la ciudad.

Nuestra habitación, igual que las demas del internado, estaban formadas por seis personas y casi siempre de la misma edad. Chicas con chicas y chicos con chicos. Miré a Ana mientras ordenaba mi mochila y la dejaba en mi armario. Por mi mala suerte, volvió a hablar:

-Las demás vendrán en seguida, se fueron a comprar libros para mañana.-Puso los ojos en blanco y se rió.-También se apuntaron en el mismo que yo, en uno privado.-Remarcó la última palabra.

-Yo me cansaría de compartir clase y habitación con las mismas chicas.

Ana me fulminó con la mirada y se puso sus auriculares. Es una chica muy rubia, con unos ojos verdes que se ven mucho más grandes de lo que son por sus finas y blancas cejas. Una nariz de cerdo-que en mi opinión le pega mucho con su cara-y con unas orejas demasiado pequeñas.

Pasaron unas pocas horas, pero no había cambiado nada. Sólo que vinieron las demás chicas y se pusieron todas con sus tablets y teléfonos móviles. Yo solamente tenía un teléfono que me compré con el dinero que fui ahorrando, que por alguna razón me lo seguían enviando mis padres. O eso creo. Haría unos diez años que no les veía y tampoco me apetecía. Sólo me enviaban dinero y me felicitaban por mi cumpleaños, aún que no hay ninguna prueba de que fueran ellos.

-Liana, vamos a comer algo, ¿te vienes?

Miré hacia Ana, que esperaba en la puerta con las demás chicas. Me lo propuso para burlarse de mí, no por ser amigas. Pero aún así acepté.
Caminamos hacia el comedor general. Ya era hora de comer así que nos sentamos en la mesa más alejada para que nadie nos molestara. Vimos como empezaba a llenarse la sala y pasamos a recoger nuestra comida.

-Cuentanos, ¿cómo te ha ido?

Alcé la vista para mirar a Sofía, que me miraba sonriendo. De todas, era con la que mejor me llevaba.

-¿A qué te refieres?

-A tu primer dia de clase.-Volvió a decir y se centró en su plato.

-Como cada año, supongo que es mejor que estar encerrada siempre...

-¿Quién es ese?-Me interrumpió Ana señalando a alguien detrás de mí.

Ni siquiera me giré. Siempre era lo mismo; cuando comía con ellas, a la mínima que hablaba me interrumpían como si no estuviera. El único motivo por el cual no me iba con otras personas, era porque nadie quería estar conmigo.

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