Terapia urgente

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Me desperté por el sonido del móvil; Sean me obligó a ponerme la alarma delante suyo el día anterior. Me levanté de la cama y fui a ducharme. Después de secarme, me puse unos pantalones negros, un poco mas anchos que los de ayer y una blusa blanca de manga corta. Vi un mensaje de Elena en mi móvil.

He salido temprano de casa para ir a trabajar, si quieres desayunar algo, pídeselo a Rafael.

Bajé para coger el mismo rímel que me dejó el día anterior y de repente oí el pitido del coche de Sean. Le mandé un mensaje:

Entra, así me ayudarás a preparar la mochila, que aun me estoy arreglando.

En unos segundos llamó a la puerta y se la abrí.

—Buenos días.

—Buenos días.—Sonreí.—Vamos.

Subimos a mi habitación y seguí pintándome las pestañas.

—Me has hecho caso, no te tapas las pecas.—Dijo él mientras miraba la hoja de mi horario.

Oculté una sonrisa. Después, me hice una cola alta y me miré en el espejo. Vi que Sean ya había preparado mi mochila y se la puso en su hombro.

—¿Vamos?—Pregunté.

—¿Saldrás así?—Dijo mirándome.—Hace fresco, tendrás frío.

Volvió a dejar mi mochila encima de la cama y se fue a buscar algo en mi vestidor. Volvió con una camisa roja y me la dio. Me metí en el vestidor y él esperó fuera. La camisa tenía unos botones en la parte delantera que se acababa justo debajo del pecho y tenía mucho escote.

—No puedo salir con esto.

—¿Puedo entrar?

—Bueno...

Sean apartó la cortina y entró para mirarme. Su mirada bajó a mi pecho. Intentó ocultar una sonrisa y se acercó a mi; me cerró los dos primeros botones, y noté que sus manos estaban frías. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, no podía tenerle tan cerca. Me miró a los ojos, soltó el último botón y apartó la mirada.

—Vamos, o llegarás tarde.

Le seguí y salimos de casa. Me despedí de Rafael, que estaba ocupado con el cortacésped y entramos en el coche. Como siempre, Sean se puso sus gafas de sol, aun que no hubiera sol.

—¿Has desayunado algo?—Preguntó mientras conducía.

—Yo no desayuno.

—Conmigo sí.—Sacó una bolsita de la parte trasera del coche.

—¿Qué es?

—Un bollo de chocolate.—Se mordió el labio e hizo que se me erizara la piel.—No tengo nada de beber, pensaba que desayunarías en casa así que solo me compré un café, y ya está medio acabado.

—No te voy a dejar sin desayuno.—Me giré para dejar el bollo en la parte trasera, pero Sean me cogió del brazo antes de que lo pudiera hacer.

—No me cabrees y cómetelo.

Esa frase me hizo tanta gracia que estallé a carcajadas. Sean intentó ocultar una sonrisa, pero acabó riéndose también.

—¿A dónde irás después de dejarme en el instituto?

—A mi oficina.

Le di un mordisco al bollo y puse los ojos en blanco.

—Está bueno, ¿verdad?

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