Día de post-its

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El camino fue bastante largo; no recordaba que hubiésemos tardado tanto la primera vez. El cansancio se apoderó completamente de mi y la pequeña calefacción que procedía del coche hacía que me durmiera. Cada vez se hacía más oscuro en la calle. Noté que Sean paraba y empecé a quitarme el cinturón.

—No, aún no hemos llegado.—Dijo mientras me lo volvía a poner.—Voy al despacho de mi jefe un momento, tengo que recoger unas cosas.—Señaló un edificio alto y asentí.

Vi como cerraba el coche con llave y se alejaba hacia el edificio. Cada vez lo veía todo más y más borroso. Al final, dejé de resistirme y me dormí.

Abrí los ojos rápidamente. Por un momento pensé que seguía en el internado. Me levanté poco a poco y me fijé en que estaba en mi habitación. Me encontraba en mi cama, tapada con una manta color beige oscura. Llevaba la misma ropa que el día anterior, eso me tranquilizaba. Miré la mesita de noche que se encontraba a mi derecha; había una caja con un post-it. Lo cogí y lo leí:

Aquí tienes tu nuevo 'Nokia'

Sonreí y abrí la caja. Vi el teléfono que me había comprado Sean. Lo cogí y vi que parpadeaba una luz, así que lo encendí. Me había llegado un mensaje:

Me alegro de que al menos hayas descansado.
Te puse unos gatitos de fondo de pantalla, si no te gusta, lo puedes cambiar. Llámame cuando despiertes.
PD: Espero que disfrutes de tu vestidor. ~Sean

Rápidamente alcé la mirada hacia el vestidor y me puse de pie. Corrí la cortina y vi que toda la ropa que compramos estaba organizada por colores en perchas y cajones. Los zapatos estaban colocados por diferentes tipos y había otro armario para la ropa que traje de Estados Unidos. No pude evitar soltar una risa tonta y cogí mi nuevo móvil para llamarle, pero rápidamente escuché como se abría la puerta y apareció mi tía.

—Buenos días.—Sonrió.—¿Te he despertado yo?

—No, no, tranquila.—Sonreí.—¿Cómo aparecí aquí? ¿Me llevaste hasta la cama?

—Sean te trajo en brazos desde el coche y te subió hasta tu cama. Después cogió toda tu ropa y la organizó en el vestidor.—Habló mientras señalaba la gran cortina.—Se ve que te dormiste en el coche.

Intenté recordar algo de eso pero no pude.

—¿Qué hora es?—Pregunté de repente, como si no me hubiera importado lo que acababa de decir.

—Pues son las tres y media, más o menos.

Abrí los ojos, sorprendida, y miré la hora en mi teléfono.

—¿He dormido más de diecisiete horas? Entonces sí que tengo los genes de mi padre.

Elena se rió y se acercó a mi.

—La comida ya está hecha, así que ves a ducharte y a ponerte algo cómodo.

Hice lo que me dijo y después bajé a la cocina. Saludé a Rafael mientras bajaba y él hizo lo mismo. Comimos espaguetis con queso, algo que me recordaba al internado. No me comí ni la mitad, ya que no tenía hambre, pero Elena lo entendió. Después de hablar un buen rato, volví a subir a mi cuarto de baño. Mientras me cepillaba los dientes, oí cómo sonaba mi teléfono. Rápidamente me enjuagué la boca y cogí una toalla para secarme las manos. Vi que era Sean:

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