Errores y mentiras

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Me desperté por el sonido del móvil de Sean. Abrí rápidamente los ojos e intenté levantarme. Sonreí; la noche anterior Sean se quedó dormido mientras hablábamos. Empezó a abrir los ojos, ya que la alarma sonaba muy fuerte. La apagué y me fui al cuarto de baño, me duché y me preparé. Al salir, sentí un olor que me traía recuerdos de cuando era pequeña. Me acerqué al sofá y me fijé en que había hecho creps.

—Se está haciendo tu chocolate caliente.—Sonrió al verme.—Yo me voy a duchar, espérame.

Asentí con la cabeza. Me fijé en él; tenia el pelo alborotado y estaba muy guapo para haberse acabado de despertar. Me senté en el sofá y probé una crep; definitivamente, aquel hombre sabía cocinar. Oí que la cafetera hacía un pitido extraño y me acerqué a la cocina; su café y mi chocolate caliente estaban listos.

Oí que salía del cuarto de baño, yo ya llevaba mi ropa de ayer puesta y él se puso una camiseta blanca y unos pantalones negros. Se sentó a mi lado y dio un sorbo a su café.

—¡Te has comido la mitad por lo menos!—Dijo fijándose en el plato.

Negué con la cabeza, ocultando una sonrisa.

—Entonces todo esto es para mí.

Cogió el plato y se lo llevó con él.

—¡Pero has hecho pocas!

Se rió y tomó un sorbo de mi taza, luego se acercó a mí y me dio un beso.

Cuando acabamos de desayunar, Sean llamó a Elena para avisarla de que me iría a buscar a casa de mi amiga, para que no se preocupara. Salimos del piso y fuimos hacia donde Sean dejó su coche.

—Te llevaré a casa para que te cambies y cojas todos los libros que necesites.

Subimos al coche y arrancó. En unos diez minutos llegamos. Entré rápidamente a casa y me cambié de ropa. Preparé mi mochila y salí. Elena ya se habría ido a trabajar.
Cuando llegamos al instituto, miré a Sean.

—Nos vemos por la tarde.—Habló primero y se acercó un poco a mí.

Vimos que Eleonor pasaba por delante del coche con otra amiga y nos miraba de reojo. Sean se apartó y simplemente me sonrió. Puse una mueca; sabía que lo que teníamos no era correcto, por eso le sonreí de vuelta y me despedí. Luego salí y caminé hacia mi clase.

—Liana.—Oí una voz detrás de mí.

Al girarme vi a un chico un poco más alto que yo, a unos metros de distancia. Me resultaba familiar pero no pude ocultar mi cara de confusión. Era rubio y tenía unos ojos muy oscuros que intimidaban.

—Los martes por la mañana empezamos en otra clase.—Habló mientras de acercaba a mí.

—Oh, vale, ¿sabes en cuál?

El chico se rió y empezó a caminar por el pasillo, adelantándome.

—Si no lo supiera no te lo diría.

—Claro, obvio.—Me reí y caminé a su lado.—¿Vamos a la misma clase? No te habré visto.

—Sí, y me sorprende que no te hayas fijado en mí.—Arqueó las cejas.

Solté una carcajada silenciosa; me sorprendía su egocentrismo.

—A mí me sorprende que me hayas visto a mí.—Dije finalmente.

—Oh, no intentes ser humilde. Eres una Owtson, ya es tarde para pasar desapercibida.

Lo único que hice fue poner una mueca porque no sabía cómo debía reaccionar. Caminamos un poco más hasta llegar a un pasillo que no conocía. Señaló una clase y entramos. Algunos alumnos ya empezaban a sentarse. El chico que acababa de acompañarme se sentó al final de la clase, justo en la última fila, y caminé hacia allí para sentarme a su lado.

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