¡Esclavo voluntario!

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Me acabó de enseñar el resto de la casa; casi todas las paredes estaban hechas de madera y eran muy oscuras, los tres cuartos de baño eran muy diferentes, ya que en el mío habían instalado aquella bañera que parecía un jacuzzi y los muebles eran modernos, cómodos y aparentaban ser muy caros. Mi tía me propuso descansar, pero no podía. Mi cabeza daba vueltas y me sentía fatal cuando recordaba a mi padre. ¿Cómo podía estar tan contenta después de su muerte? Salí de mi habitación y bajé a la primera planta. Entré en la cocina y me senté al lado de mi tía, que me estaba preparando un té.

—Sé que no me recuerdas—habló sin mirarme—porque solamente nos vimos dos veces como mucho.

Me quedé pensando y mirando mis manos.

—Me llamo Elena, por si aún no te lo había dicho.

Una sonrisa muy sincera apareció en su rostro.

—Tengo muchas preguntas y me duele el estómago por los nervios.

—Tranquila—acarició mi mano—ahora empezaremos una nueva vida, las dos juntas.

Miré las escaleras y bebí un poco de mi té. Me quemé la lengua y hice un gesto de dolor.

—¡Vaya! Perdona, me he olvidado de ponerte hielo.

—No pasa nada.—Sonreí y volví a mirar las escaleras.—¿Qué hay en el tercer piso? Creo que no he subido.

—Oh, allí es donde se encuentra el piso de los invitados; allí duerme Rafael.

Me sorprendí al saber que el mayordomo dormía en la misma casa; en las películas solamente venían durante el día.

—La habitación donde duermes tú,—pregunté—¿era antes la habitación de mis padres?

—Sí, esa era la habitación de tu padre, pero no la de tu madre.

—¿No dormían juntos?

—Tu padre compró esta casa después de que encarcelaran a tu madre.

Afirmé con la cabeza, para dejar claro que lo había entendido. Volví a hablar:

—Disculpa por la pregunta, ¿cuándo es el entierro?

—Le están haciendo una autopsia, así que supongo que después de encontrar todas las pistas posibles.—Me miró y volvió a hablar.—Nosotros tampoco entendemos por qué no le contó a la policía que le querían hacer daño.

Parecía que me hubiera leído la mente. Tantos meses planeando mi viaje, mi nueva vida, y sabiendo que moriría...
¿Por qué no hizo nada? ¿Por qué no escapó de sus problemas, a otra ciudad?

—Vamos, te enseñaré el jardín.

Cogí mi té y camine con ella hacia la salida. Me pasó un albornoz beige—del mismo color que mi habitación—y me lo puse, ya que hacía un poco de viento. Al salir, un viento cálido chocó con mi rostro. Andamos hacia la parte trasera de la casa, había un jardín precioso con una valla que lo rodeaba, y detrás de ella se veía el lago que llegué a ver desde mi habitación.

—Es precioso.—Fue lo único que salió de mi boca.

De repente, me di cuenta de que estaba un poco desorientada.

—Elena, ¿qué hora es?

—Hay una diferencia horaria muy grande en comparación con Estados Unidos.—Habló mientras soltaba una risita.—Aquí ya son casi las nueve de la mañana.

—Vaya, pensaba que eran las cuatro...

—Contábamos con que cayeras rendida en la cama y durmieras todo el día, ya que tu padre era muy dormilón.—Dijo y volvió a caminar hacia la casa.—Pero ya que no tienes sueño, podremos pasar todo el día en casa.

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