Capítulo tres

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¿Que fue eso?
Pobre mi ropita, ella no tenía la culpa

Estoy nerviosa, hemos caminado en silencio hasta llegar a mi casa.

—Es aquí.

Nathan pone su atención en el lugar que señalé, observa todo desde las ventanas del segundo piso hasta las ventanas del primero, detallando todo el muy chismoso. ¿En serio se piensa quedar?

— ¿Tengo payasos en la cara? porque no encuentro otra explicación por la que no has dejado de mirarme.

—Estás pálida, ¿Creías que estaría junto a ti los próximos tres días?

Comienza a reír como un psicópata, parece que le estuvieran haciendo cosquillas con una pluma. Aún sin dejar de reír, se saca la llave de los bolsillos delanteros. Créanme cuando digo que intenté alcanzarla pero lamentablemente el alzó la mano haciendo imposible alcanzarla, además que me empujó levemente para que no me acercara.

—Quieta —me detiene.

—Será mejor que me la entregues.

—Debo admitir que fuiste valiente al rechazar mi trato.

—Valiente enfrentarse a Voldemort, para rechazarte a ti solo se necesita tener cerebro no valentía tonto.

— ¿Entonces no te intereso? —está coqueteando conmigo de nuevo porque esa sonrisa ya la he visto en él antes.

—No me interesas.

Mi actitud desinteresada por su físico hace que ruede los ojos. ¡Yo soy la que debe hacer eso!

—Sé que estas mintiendo, pero soy considerado así que te daré la llave, siempre con las mismas reglas.

Cocola nuevamente la llave entre sus labios.

No voy a dar mi brazo a torcer, aunque... la oportunidad que me ofrece no es tan mala. Después de todo estamos solos y nadie va a ser testigo de aquella horrible situación, pero mi orgullo siempre puede más.

—Vamos a entrar que tengo hambre.

Parece que todo lo que yo digo le resulta divertido y a mí se me agota la paciencia.

Alguien podría mañana aparecer muerto misteriosamente.

—Tú ganas.

Me extiende la llave y me quedo perpleja, algo no anda bien. No tan fácil, debe de haber algo detrás.

No soy tan tonta como crees Nathan

— ¿Me dejas ganar?

No dice nada, no pierdo ni un segundo para ver si cambiaba de opinión, giro la llave dando por resultado mi tan anhelada libertad, y el fin de mi tortura.

¡Genial!

—Esto no significa que escaparás tan fácil.

Lo observo confusa mientras se acerca, pone sus amplias manos a cada lado de mis mejillas.

— ¿Que estás hac... —no puedo terminar de hablar, porque estampa sus labios contra los míos.

No es un beso de telenovela, no hay siquiera movimiento, solo son sus labios pegados a los míos, y sus pulgares acariciando mis mejillas,

No se emocionen eso no significa nada.

La sensación que siento es tan desagradable que se compara con la sensación que sientes cuando sales de un examen y todos tienen la misma respuesta, menos tú.

Una Apuesta. Un Ganador©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora