Capítulo diecisiete

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Confesiones tiernas, confesiones acaloradas.

¿Acaso no puedo quedarme con los dos?



Ana.

— ¡Soy yo! —tomo mis mejillas y las aprieto con fuerza para saber que no se trata de un sueño.

Volver a sentir mi piel y ver mi reflejo es lo mejor que me ha pasado en la última semana. Por primera en mucho tiempo el universo se pone de mi lado. Las chicas que se encuentran en el baño de seguro creen que estoy loca, pero no me importa. Nadie puede arruinar esto.

Este, este pequeño momento de mi vida, se llama: felicidad.

Creo que la película de en busca de la felicidad sí que me dejo marcada, lo importante aquí es que recupere mi cuerpo.

Casi lo olvidó ¿Cómo estará Nathan? Saco mi celular y marco su número, pero no responde. No pierdo más tiempo en el baño y salgo en busca del idiota. Pienso en que deberé tomar el autobús hasta su casa, ir caminando desde aquí sería una locura.

De pronto un motor de moto se escucha en la entrada del colegio, salgo y lo veo estacionare. Usa la ropa que elegí esta mañana.

— ¡Hey, chillona! —dice, ahora no quede duda que volvió hacer el chico arrogante y divertido que conozco.

— ¡Nathan! —grito de emoción.

Él se baja de la moto, corro hacia él con una sonrisa de oreja a oreja y sin pensarlo demasiado me refugio en sus brazos. Me aprieta tan fuerte que mis pies dejan el suelo. Nathan me eleva en el aire mientras su pecho se une al mío, me sujeto lo más que puedo de su cuello. Mientras da vueltas junto conmigo.

Toda una escena cliché.

Por un momento me pierdo en sus ojos, es él otra vez, lo supe por la mirada pícara con la que recorrió cada centímetro mi rostro. No quiero sentir eso, es nuevo y me aterra.

Sensación extraña, vuelve por donde llegaste. Gracias.

—Otra vez podré mirar esos ojos —dice mientras me baja con delicadeza.

—Fue la lluvia —confirmo —esa es la solución.

—Debo admitir que ahora no será divertido bañarme —una sonrisa se forma en su rostro.

Juntos caminamos al interior del colegio, ambos temblamos de frio por el estado de nuestra ropa.

—Eres un pervertido

***

Después de ir a mi casillero en los vestidores de deportes y cambiarme con una improvisada blusa y un suéter holgado, me siento más seca y lista para ver a mis amigas.

—Valeria ¡te eché tanto de menos! —digo abrazando a mi confundida amiga.

— Como sea —la morena examina mi rostro.

Su mirada es indiferente ¿Qué demonios le pasa? Espero que Nathan no sea la razón.

— ¿Está todo bien?

—Tú dime —por fin me presta atención —¿Qué le dijiste a Mathieu?

Suena enojada, muy enojada.

—No he hablado con él

—Creí que éramos amigas, te dije que me alejaría de tu hermano —comienza a caminar a la clase de física —Iba a terminar las cosas como buenos amigos, pero ahora no contesta mis llamadas ni mensajes.

Una Apuesta. Un Ganador©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora