Capítulo veinticinco

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Desaparecida.

Nunca me sentí tan mal y tan impotente en toda mi vida, esa sensación que te da cuando quieres hacer algo pero no puedes hacer nada.

Llegue al hospital como alma que lleva el diablo. No podía creer que Ana estaba en coma. Me sentía culpable; si tan sólo yo me hubiese enfrentado a mi padre, no debí dejarla sola. Todo es mi culpa.

Entro a urgencia directo al mostrador donde una enfermera levanta la vista de unos papeles y me pregunta:

— ¿En qué puedo ayudarla señorita? —dice mientras teclea en su ordenador.

—Quiero ver a un paciente. Lo trajeron por un accidente y...

La enfermera tomo una hoja de papel y la revisa por unos segundos. Ni siquiera me da el tiempo para decirle el nombre de la persona que busco.

— ¿Usted es familiar? —pregunta

—Soy su novia, su nombre es Nathan... — digo sin rodeos. Diablos sólo quiero ver a Ana.

—Disculpe pero sólo lo pueden ver familiares.

¡A la mierda!

—Necesito verlo ¡Quiero verlo! —ordeno.

—Cálmese señorita, o me veré en la penosa situación de llamar a seguridad.

Si las miradas pudieran matar aquella enfermera estaría enterrada cuatro metros bajo tierra. Estoy desesperado ¿porque tiene que pasar esto precisamente cuando Ana y yo por fin podemos estar juntos?

****

Traté de todo. Esperé por horas, hable con el médico a cargo. Hasta intente colarme, pero no pude verla.

Valeria estuvo llamando pero no respondí, no quiero hablar con nadie en estos momentos. Quise hablar con mamá para que me dijera que había pasado, lo poco que me conto Valeria fue lo poco que le conto Logan, según él Ana tuvo una fuerte discusión con mis padres, y cuando salía de casa fue cuando paso.

Salgo a caminar para despejar mi mente. No me dirijo a ningún lado en particular. Sólo camino hasta que llego a un parque dentro del hospital; tomo asiento en una banca solitaria ¿Qué puedo hacer?

—Ha pasado mucho tiempo desde que te vi —esa voz. Me giro para encararla, es ella, está junto a mí.

En un momento como este no puedo confundirla.

— ¡Todo es su culpa! Usted me regaló ese vino.

La mujer me ve curiosa, parte de sus ojos trasmiten calma y a la vez se me revuelve todo el estómago. Quiero culpar a alguien en este momento, y me parece correcto hacerlo con la anciana. .

—Veo que ya no eres el mismo de antes —lleva una canasta, se inclina y saca una manzana que se lleva a la boca.

— ¿Quién es usted y cómo revierto este embrujo o lo que sea? —me desespera el hecho de que este tan tranquila comiendo. No tiene idea de que está pasando.

—No importa quién soy, pero veo que el vino ha hecho efecto ¿Cierto Nathan? —sugiere con una voz calmada.

ALTO ¿Qué carajos?

Esperen, ella dijo mi nombre, a pesar de que en este momento estoy en el cuerpo de Ana.

— ¿Cómo sabe que soy Nathan?

—Sólo lo sé.

Por más que intente sonsacar información, ella está muy recia a dármela.

— ¿Qué hago para revertirlo? —digo al borde de la súplica.

Una Apuesta. Un Ganador©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora