Capitulo 3: El Encuentro Nocturno

39 2 0
                                    

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando finalmente tomé la decisión de encontrarme con Nicolás en el jardín. Mi corazón latía con fuerza mientras me deslizaba por los pasillos oscuros, con la carta de Nicolás oculta en el bolsillo de mi vestido. Mamá aún no había regresado de su habitual visita a la iglesia del pueblo, y mi hermana Sebastiana estaba profundamente dormida en su habitación. Era el momento perfecto para escapar sin levantar sospechas.

Cada paso que daba hacia el jardín resonaba en mi mente como un eco de dudas y anticipación. ¿Qué pasaría si nos descubrían? ¿Podría confiar en Nicolás, o las palabras de mi madre sobre los García eran ciertas? Aun así, algo en su carta me decía que debía arriesgarme, que había algo genuino entre nosotros que merecía ser explorado.

Llegué al jardín y me detuve bajo la sombra de un antiguo roble, tratando de ocultarme de cualquier mirada indiscreta. El aire fresco de la noche envolvía el jardín, llenándolo de un silencio tenso y expectante. Mis ojos se ajustaron a la penumbra, buscando a Nicolás entre las sombras.

Entonces, lo vi. Emergió cautelosamente de entre los setos, con paso ligero y mirada furtiva. Su figura se recortaba contra la luz de la luna, revelando su porte decidido y una expresión ansiosa en su rostro.

—Julieta —susurró Nicolás cuando estuvo lo suficientemente cerca, su voz apenas audible por encima del susurro de las hojas movidas por la brisa nocturna.

—Nicolás —respondí, mi voz apenas más que un murmullo tembloroso.

Nos quedamos frente a frente, envueltos por la atmósfera cargada de emociones reprimidas. Él se acercó lentamente, con una cautela que reflejaba la gravedad de la situación.

—No sabes cuánto he esperado este momento —dijo Nicolás, con una mezcla de emoción y ansiedad en sus ojos verdes—. Necesito saber, Julieta, ¿has sentido lo mismo que yo?

Sus palabras me tomaron por sorpresa, pero algo dentro de mí me impulsó a ser honesta.

—Sí, Nicolás —confesé con voz firme, dejando de lado mis miedos y dudas—. Desde el primer momento en que nos vimos, algo cambió en mí. No entiendo completamente lo que siento, pero sé que es real.

Una sonrisa de alivio y alegría iluminó el rostro de Nicolás. Se acercó aún más, tomando mis manos entre las suyas con ternura.

—Entonces, esto es real. Lo que siento por ti es real, Julieta —dijo, su voz llena de convicción—. No importa lo que digan nuestros padres o las historias del pasado. Estamos aquí, en este momento, y eso es lo que importa.

Una sensación de liberación me inundó mientras Nicolás hablaba. Era como si finalmente estuviera rompiendo las cadenas de las expectativas y el miedo que me habían retenido durante tanto tiempo. No podía negar la conexión que sentía con él, ni el deseo de explorar lo que significaba este nuevo sentimiento que había despertado en mí.

—Pero, Nicolás... —empecé, sintiendo la necesidad de abordar las preocupaciones que aún persistían en mi mente.

—Shh, Julieta. No pienses en el mañana ahora mismo —me interrumpió suavemente, acariciando mi mejilla con delicadeza—. Solo sé que estoy aquí por ti, que quiero conocerte mejor y descubrir adónde nos llevará esto.

Sus palabras resonaron profundamente en mí, disipando las últimas sombras de duda. Lo miré a los ojos, encontrando en ellos una promesa de aventura y descubrimiento que me tentaba a seguir adelante.

Nos quedamos en silencio por un momento, perdidos en el susurro de las hojas y la magia del momento. En ese jardín, bajo la luz plateada de la luna, tomé la decisión de seguir mi corazón, aunque significara desafiar las normas y expectativas que me habían rodeado desde siempre.

—Entonces, Nicolás... ¿qué hacemos ahora? —pregunté finalmente, con una mezcla de curiosidad y emoción en mi voz.

Él sonrió, su mirada llena de determinación y esperanza.

—Ahora, Julieta, comenzamos nuestra propia historia.

Una historia de amorWhere stories live. Discover now